Juan Pérez de Mungía

El cascabel catalán

El cascabel catalán
Robo, fraude, atraco, estafa. PD

La solución al problema de a quien encargar la celebración del referendum catalán, no es un comi-sionado o un consejero especial, sino, literalmente, un hombre de paja, o en su versión 3.0 un hombre o una mujer virtual. Puigdemont intenta endosar la organización del referéndum a algún psicópata que no sea paranoico con su patrimonio o que no tenga patrimonio, algo difcícil cuando llevan chupando del bote de la melaza política nacionalista tantos años. La única forma sería un voluntario virtual, cuyo sueldo podría además repartirse entre los consejeros mas fieles.

Junqueras utiliza el célebre eslogan, «Yo no soy tonto» rehusaba aceptar un cargo que desea en tanto en cuanto le gusta ser el mártir de la patria catalana para que el futuro le ponga al lado de tantos otros chivos expiatorios de la quimera catalana, por algo es un economista frustrado y un historiador de su propia historia. La realidad, en este caso, no supera a la ficción. Incapaz de inventarse una Lara Croft, Junqueras ha señalado a quien debe sacarse de la foto, a Vidal de Ciurana, a Neus Mun-té, la portavoz del Ejecutivo catalán, y a la consejera de Educación, Meritxell Ruiz. Temerosos de su patrimonio, renuncian al matrimonio político con un gobierno corrupto. Junqueras pretende la colectivación del asesino como en el célebre Asesinato en el Orient Express ahora denominado Re-ferendum Express.

El referendum es una patera abadonada a la deriva por los traficantes de almas, que tras quitarle el motor a la chalupa los han dejado en alta mar para que sus navegantes, peleen entre ellos, como en la película de Hitchcock, Náufragos. Todos los consejeros embarcados luchan por su supervivencia, nadie se fia de nadie, todos temen de todos. El drama del referendum está servido. El ataúd flotante de la Generalitat enfrenta un destino incierto mientras algunos son arrojados por la borda ante la dudosa honradez del gobierno.

Algunos se han apropiado de los víveres secesionistas, otros crédulos confian en las directrices del que defiende la raza, los oportunistas esperan su momento, el dueño de la brújula desconoce que está imantada. Todos son prisioneros de sus creencias y no conocen su destino final, la explosión de la calle que tirará por la borda el manual nacionalista, descubriendo que, al igual que la Biblia o el Corán, son solo una ficción mitica.

Los días avanzan sin moverse del lugar en el que se encuentran, el agua se agota. La cara humana de algunos engaña a la audiencia que no descubre que los nazis solo obedecen las instrucciones de su ideología nacionalista. No existe escapatoria, paradójicamente en un bote salvavidas, donde algunos han sido amputados del Govern, otros, acostumbrados a hacer política sin ropa interior corren el riesgo de coger una pulmonía secesionista. Los actores interpretan su papel, no hay intriga, no hay suspense, solo el drama humano de aquellos que desconocen su propia historia y solo quieren sobrevivir para relatar la que han inventado.

El referendum es una cajita de sorpresas, una urna de cenizas humanas, un ataúd de cadáveres po-liticos que enfrentan su destino a unas elecciones anticipadas que darán como fruto la desaparición de una vez por todas del partido del neonazi Jordi Pujol, el partriarca de la nación catalana, y de su matriarca que exhausta de tranferir los misales de capilla en capilla, ha visto como sus hijos van cayendo en la trena a cambio de salvar los millones de sus estafas.

Existe un pueblo catalán que ha sido engañado, estafado, ninguneado, un pueblo del común, ese lugar donde desaparece la razón y pervive la tribu. La mafia y sus acreedores pretenden borrar la identidad de un pueblo y dejarlo a merced de la batuta de sus opresores. Es la cabalgata celeste da-liniana, el gran masturbador, donde un elefante con patas de insecto intenta sostenerse en pie. El pueblo despertará de su letargo y consciente del delito nacionalista pasará factura politica a sus opresores.

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