Antonio Sánchez-Cervera

Cataluña: volver a empezar

Cataluña: volver a empezar
Antonio Sánchez Cervera.

El gran fracaso político de Podemos y, en general, de todo aquello que suponga ruptura, es que España no es revolucionaria.

Somos un pueblo bastante conformista, poco dado a las movilizaciones en la calle que, en muchos casos, se traduce en una exhibición incruenta de banderas. Además, la conciencia podemita ha topado insufriblemente en el Parlamento con el tam-tam anestesiante de Rajoy. Iglesias transita por una vía sinuosa de decadencia personal y sus acólitos en la Cámara Baja solo piensan en mantener la comodidad económica y sin mucho esfuerzo que les da el escaño.

Así las cosas, el mundo indepe no encuentra soluciones directas para salir del embrollo del 1-O y no solo porque muchos de sus personajes están cargados de pícara indigencia intelectual sino porque no saben ya que decir a sus electores, incluso a los que odian la Ñ de España.

Obviamente, el problema más serio que tiene Cataluña, que asoma enjauladamente en Baleares y Valencia, es el enfervorecimiento del localismo. Muchos catalanes y otros allende de Cataluña, tienen en su origen parvulariamente colocada la idea del separatismo sin que sepan ni conozcan el alcance real de su contenido, lo que en gran medida les aleja de ser ciudadanos del mundo. Son fanáticos del credo que les aísla y aunque se vean en la miseria hasta moral por sentirse engañados por sus dirigentes, continuarán tragándose lo que éstos les cuenten. Ahora bien, esos mismos políticos acomodados, que son listos porque se benefician del trabajo que les hacen los tontos, están en una encrucijada política de la que no saben cómo salir. Por un lado, no quieren respetar a la Corona, por otro, no desean ni por asomo estar entre rejas. Los símbolos de poco les sirven ya. El lazo amarillo que lucen no representa más que la nostalgia de un fracaso. El apoyo en la lejanía del millonario entrenador sirve hasta de sorna para muchos de los catalanes que no llegan a fin de mes. El trapicheo mediático es manifiestamente vergonzoso y el timo independentista está servido en una reluciente bandeja de oro falso que terminará haciéndose añicos porque esos dirigentes se venden y se alquilan bajo el manto de la memez fanática y la grosería a caudales. No tienen futuro porque no han construido bien el presente.

Solo resta esperar el vaivén de la conjura de necios y si finalmente las partes se avienen a negociar, es entonces, cuando el ciudadano de a pie, se preguntará: ¿Negociarán la declaración de independencia? ¿Negociarán que los jueces y tribunales den un carpetazo a todo lo instruido? ¿Negociarán más autonomía? ¿Negociarán que el Rey no pueda pisar Cataluña si no es con el permiso de la Generalitat?

Y el ciudadano sensato y trabajador, continuará respondiéndose: «lo que quiero es trabajo, paz y estabilidad, al carajo el nacionalismo o lo que es lo mismo, a fer punyetes el nacionalisme».

Y todo será, como la canción Begin the Beguine, un «Volver a empezar»

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