El actual ´pluripartidismo´

El perdido arte de la cortesía parlamentaria

Salvo honrosas excepciones, ha dado lugar a una clase política que ni tiene clase, ni es política

El perdido arte de la cortesía parlamentaria

Cuando uno contempla la sosería ramplona -y a veces hasta soez- de nuestra actual clase política, es inevitable el que nos venga a la memoria el nivel y estilo parlamentario existente en la época de Cánovas del Castillo y su eterno rival Sagasta.

En aquellos tiempos del cuplé, el arte de la oratoria, así como el de la retórica [en el buen sentido de la palabra] orquestaba los debates parlamentarios de nuestra nación, convirtiendo éstos en un fino espectáculo de irónicas cortesías. Por otro lado, la inexistencia de radio y televisión hacían del periodismo escrito todo un arte que ya para sí quisieran los actuales ´plumillas´ parlamentarios, ésos que Fermín Bocos definió como “sufrida infantería de curro largo y paga parva”.

De Sagasta escribió el periodista Francisco Cañamaque [“Los Oradores de 1869, Bustos Parlamentarios”]: «No es Sagasta un orador erudito, metafísico, profundamente ilustrado; es un orador oportuno, enérgico, incisivo, de lógica contundente, de palabra bastante correcta y fácil, de giros y prontos tribunicios, de apóstrofes magníficos, de ironías mortales, de exposición clara, de verdadera elocuencia política. Su talento es más práctico que teórico; su naturaleza de lucha más que de paz. No ilustra cuando habla; pero enardece, entusiasma, agrada. Hiere el sentimiento y llama la risa, toca al corazón y produce regocijo».

La verdad es que el retrato que hace el texto de Cañamaque se asemeja más a la descripción que de un vino haría un “sommelier” cursi, que a otra cosa; pero, en fin, sigamos con lo nuestro.

Las lisonjas del pastelero Cañamaque que no sabemos fueron sentidas, pero que sí que conocemos es que éstas fueron retribuidas generosamente hasta el empacho. Así, Sagasta, el objeto de los requiebros, nombró al pelota Paco Cañamaque, que por aquel entonces contaba 30 años, como Subsecretario de la Presidencia del Gobierno que el mismo Sagasta presidía. Hoy en día es tal la cantidad de ´lameculos´ pegados al trasero de ´Su Sanchidad´, que hay que colocarlos de ´tertulianos´ en los diferentes medios públicos y subvencionados.

´Mamoneos´  aparte, y cambiando de tercio, Cánovas, el eterno opositor de Sagasta, entendía que la forma más eficaz de gobernar la nación era dando cabida a las principales fuerzas del país, e instaurando unas reglas que posibilitaran una alternancia automática, pautada, de las dos principales tendencias del liberalismo, el liberalismo moderado que encabezaba el propio Cánovas, y el liberalismo progresista que representaba Sagasta.

A juicio de Cánovas la clave de la estabilidad residía en el ´turno pacífico´ del poder. Eran unos mecanismos institucionales y electorales que evitaban en todo momento la confrontación. Esta periodicidad automática y artificial, entre gobierno y oposición, era tan perfecta que las posiciones numéricas en las Cortes de los dos partidos eran casi simétricas, con lo que el debate parlamentario se limitaba a dar un buen espectáculo al pueblo, pero sin hacerse daño.

Si prescindimos de la estética y el glamour de aquellos debates parlamentarios de guante blanco y chistera, veremos que -por aquel entonces- no existía Sufragio Universal, y que la clase política de la época no sólo tenía clase, sino que era tremendamente clasista, merced a que -en aquellos momentos- tan sólo el 28 por 100 de la población española sabía leer y escribir.

El actual ´cuatripartidismo´, salvo honrosas excepciones, entre los exabruptos  y ordinarieces  de una clase política empesebrada que ni tiene clase, ni es política, hace que añoremos en cuanto a las formas, el parlamentarismo de antaño, aunque no su fondo.

Al final, Cánovas no tuvo ocasión ni de abrir la boca, cuando un ´progre´ de la época le descerrajó tres tiros, poniendo fin a su vida.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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