La caridad va más allá de la justicia,

¡No queremos caridad, queremos justicia!,

Se basa en el amor al prójimo sin esperar nada a cambio

Podemos, Jodemos, Olemos

Cuando desmenuzamos esta ´podemita´ frase vemos que el diccionario define ´justicia´ como dar a cada uno lo que le corresponde, mientras que la palabra ´caridad´ es el sentimiento que impulsa a ayudar a las personas más necesitadas, independientemente de si lo merecen o no.

Pongamos el ejemplo de una persona con una posición económica acomodada, que tras esnifarse por la nariz todo su patrimonio, y una vez agotada la cantera de amigos y familiares a los que ´sablear´, termina viviendo en la calle, dependiendo su subsistencia de la ´caridad´ del prójimo.

Ahora imaginemos que esta misma persona, en lugar de reflexionar sobre las causas que lo han llevado a tan lastimera situación, de la que el único responsable es él, rotula un voluminoso cártel con la frase: “NO QUIERO CARIDAD, QUIERO JUSTICIA”. ¿Qué hacer entonces? ¿Pegarle una patada en los cojones…?  Porque si justicia es darle a cada uno lo que le corresponde, posiblemente es lo que en justicia le correspondería a este individuo. ¿O no?

Es por eso que prefiero la caridad a la justicia; porque la caridad va más allá de la justicia, al impulsar la ayuda al necesitado, sin entrar a analizar si en ´justicia´ la miseria en la que vive se la merece o no. Simplemente se le ayuda, y punto.

Y es que todo el problema viene porque la palabra ´caridad´ es un principio cristiano (virtud teologal) que se basa en el amor al prójimo sin esperar nada a cambio; ni tan siquiera amor ni agradecimiento. Y esa connotación, por ser cristiana, es la que produce odio y rechazo por parte de las zarrapastrosas corrientes laicistas tan de moda en este momento.

Han criminalizado la palabra caridad y su práctica, como si de algo injusto se tratara, cuando la caridad nada tiene que ver con la justicia, sino que es hija del amor al prójimo; del amor cristiano.

Veamos otro ejemplo:

  • Dos agricultores, vecinos y propietarios de dos fincas agrícolas de tamaño similar, terminan la temporada, uno con sus graneros llenos y el otro con los graneros vacíos; y ello debido al trabajo, esfuerzo, inversión y riesgo asumidos por el primero agricultor, en contraposición con la vaguería, desinterés y pasotismo, del segundo propietario.
  • Llega el invierno y el vago, que tiene su despensa vacía, podrá pedir ayuda para comer, a su laborioso vecino, en nombre de la caridad cristiana; pero lo que será un despropósito es que, en un alarde de intrusismo, le reclame a su vecino una parte de la cosecha en nombre de la justicia. Y digo intrusismo, porque de ´esquilmar´ a su vecino, presuntamente ya se encargará el Estado.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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