Cuando desmenuzamos esta ´podemita´ frase vemos que el diccionario define ´justicia´ como dar a cada uno lo que le corresponde, mientras que la palabra ´caridad´ es el sentimiento que impulsa a ayudar a las personas más necesitadas, independientemente de si lo merecen o no.
Pongamos el ejemplo de una persona con una posición económica acomodada, que tras esnifarse por la nariz todo su patrimonio, y una vez agotada la cantera de amigos y familiares a los que ´sablear´, termina viviendo en la calle, dependiendo su subsistencia de la ´caridad´ del prójimo.
Ahora imaginemos que esta misma persona, en lugar de reflexionar sobre las causas que lo han llevado a tan lastimera situación, de la que el único responsable es él, rotula un voluminoso cártel con la frase: “NO QUIERO CARIDAD, QUIERO JUSTICIA”. ¿Qué hacer entonces? ¿Pegarle una patada en los cojones…? Porque si justicia es darle a cada uno lo que le corresponde, posiblemente es lo que en justicia le correspondería a este individuo. ¿O no?
Es por eso que prefiero la caridad a la justicia; porque la caridad va más allá de la justicia, al impulsar la ayuda al necesitado, sin entrar a analizar si en ´justicia´ la miseria en la que vive se la merece o no. Simplemente se le ayuda, y punto.
Y es que todo el problema viene porque la palabra ´caridad´ es un principio cristiano (virtud teologal) que se basa en el amor al prójimo sin esperar nada a cambio; ni tan siquiera amor ni agradecimiento. Y esa connotación, por ser cristiana, es la que produce odio y rechazo por parte de las zarrapastrosas corrientes laicistas tan de moda en este momento.
Han criminalizado la palabra caridad y su práctica, como si de algo injusto se tratara, cuando la caridad nada tiene que ver con la justicia, sino que es hija del amor al prójimo; del amor cristiano.
Veamos otro ejemplo:
- Dos agricultores, vecinos y propietarios de dos fincas agrícolas de tamaño similar, terminan la temporada, uno con sus graneros llenos y el otro con los graneros vacíos; y ello debido al trabajo, esfuerzo, inversión y riesgo asumidos por el primero agricultor, en contraposición con la vaguería, desinterés y pasotismo, del segundo propietario.
- Llega el invierno y el vago, que tiene su despensa vacía, podrá pedir ayuda para comer, a su laborioso vecino, en nombre de la caridad cristiana; pero lo que será un despropósito es que, en un alarde de intrusismo, le reclame a su vecino una parte de la cosecha en nombre de la justicia. Y digo intrusismo, porque de ´esquilmar´ a su vecino, presuntamente ya se encargará el Estado.