En Ciudadanos se han dado cuenta de que les perjudica ir de 'compadres' de los podemitas

Albert Rivera y Pablo Iglesias se detestan ya tanto como Mariano Rajoy y Pedro Sánchez

En campaña presumían de poder pactar y de haber desterrado la eterna animadversión de los viejos partidos

Albert Rivera y Pablo Iglesias se detestan ya tanto como Mariano Rajoy y Pedro Sánchez
Albert Rivera, líder de Ciudadanos, y Pablo Iglesias, líder de Podemos. EP

El jugar a los amiguitos con Pablo Iglesias, en la fase final de la campaña del 20D, perjudicó enormemente a Ciudadanos en las urnas

El cambio es notable, casi espectacular. Tras un final de campaña electoral en la que Albert Rivera jugo equivocadamente a ser el ‘amiguito‘ de Pablo Iglesias y multiplicó los abrazos, las sonrisas, los apretones de manos y hasta las cañas compartidas con Pablo Iglesias, el líder de Ciudadanos marca distancias, endurece el tono y traza ‘líneas rojas’.

A la vista de los resultados del 20D, mucho perores de lo que vaticinaban en algún momento las encuestas, Rivera, Girauta y Arrimadas ya se han dado cuenta de que les perjudica ir de ‘compadres‘ de los podemitas (Las turbas de Podemos cargan en masa contra Pedrojota por revelar los apaños de Zapata y el aborto de su expareja).

Para ser un partido atractivo para ese amplio sector del electorado, al que repugna el olor de corrupción que emana del PP, que detestesta la concesiones permanentes del PSOE a los independentistas y quiere algo nuevo para España, no basta ponerse de perfil y sonreir.

Hay que mojarse, marcar territorio, escenificar las diferencias y transmitir a la ciudadanía que se está en la batalla política para influir. También y esa es una de las claves de la metamorfosis de Rivera, que se está en condiciones de ofrecer algo muy distinto a los demás y no sólo honradez (Señores del PSOE, no es lluvia; es pis).

Como subrayan este 14 de febrero de 2016 Pilar Portero y Ana Cañil en el magnífico blog que escriben en The Huffington Post, si algo están dejando claro estos días de negociación los dos nuevos partidos es que han reeditado la ancestral tirria que se tienen PP y PSOE.

«Choca que quienes en campaña presumían de poder pactar y de haber desterrado la eterna animadversión de los viejos, estén ahora en la misma tesitura y practiquen idéntica estrategia».

Pablo Iglesias, lo primero que advirtió a Pedro Sánchez, es que no negociará con el PSOE si está Ciudadanos de por medio. A lo que Juan Carlos Girauta, portavoz de Ciudadanos en el Congreso, respondió:

«Nosotros fuimos los primeros que dijimos que no estaríamos en un Gobierno donde estuviera Podemos».

Por disputar, hasta compiten por ver quién pone más líneas rojas al otro (Irene Villa deja tiritando a Pablo Iglesias al recordarle uno a uno el nombre de los niños asesinados por ETA).

Si preguntas a los económicos de Podemos qué les impide apoyar la investidura del PSOE, responden sin dudar: «El contrato único de Ciudadanos«, en palabras de Nacho Álvarez.

Y es que en el horizonte de ambos partidos, PP y PSOE no cuentan, no son un objetivo en la diana. El autentico rival a corto plazo es el otro. A medio plazo, cuentan con fagocitar a los grande,s materializando así su sueño de regeneración.

La obsesión mutua se entiende mejor cuando se descubre que los votantes de ambos partidos están mucho más cerca ideológicamente que los de PSOE y PP («Si ETA hubiera segado las piernas a la hija de Carmena, un bellaco como Zapata no sería concejal»).

En una escala del 0 al 10, donde el 0 es la izquierda, el 10 la derecha, y el 5 el centro, los votantes del PP se sitúan en el 7,1, mientras que los del PSOE en el 3,8. Una polarización mayor que la existente entre los votantes de Ciudadanos, que se declaran en el 5,7, y los de Podemos, en el 3,2. Sólo les separan 2,5 puntos de diferencia, en lugar de los 3,3 que hay entre los votantes de los partidos clásicos.

A esto se suma la pugna por los votantes sin ideología, un 14,7% del total, de los que un 4,7% se decanta por Podemos y un 9,9% por Ciudadanos, convirtiéndose en el partido con más votantes desideologizados.

Así que, ante el hipotético escenario de nuevas elecciones y la moderada subida que les otorgan a los dos las encuestas estos días, tendrán que pelear en el barro para arañarse esos votantes jóvenes e infieles, a los que su actuación en los pactos les puede hacer cambiar de opción sin problemas.

El papel de novia, como lo definen los demóscopos, es lo que les ocupa en el presente. Quien mejor lo define es Narciso Michavila, presidente de Gad3:

«Si el PP y el PSOE son competidores, Ciudadanos y Podemos son los adolescentes competidores. Se atacan más entre ellos como ya quedó claro nada más empezar la campaña electoral cuando Podemos empezó a disparar contra Ciudadanos, porque había un electorado joven que se estaba yendo al otro. Por eso se muestran tan excluyentes. Entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, la batalla es por la Moncloa, a día de hoy. Pero Pablo Iglesias y Albert Rivera tienen que defender su papel de ser la llave de gobierno, no quieren compartir el papel de la novia. Cualquiera haría lo mismo. No hay que olvidar que tanto Iglesias como Rivera son muy políticos».

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