Por todo lo alto

Brígida Gallego

¿Somos dependientes de otros? ¿Estamos en una relación tóxica? ¿Podemos cambiar?

Dependencia emocional: cuando el amor se convierte en droga

Claves para detectar la dependencia emocional, un trastorno que puede tratarse y, sobre todo, superarse, aprendiendo a reconducir las relaciones no solo amorosas

Dependencia emocional

Para la psicóloga Pilar Guerra nos han vendido mal la parte de la película de la vida. A casi todos, o todas más bien, nos fascinan las tramas de amor. Romeo y Julieta es la prueba de ello.

Un hombre, una mujer, una historia de oposición familiar, un amor imposible, lleno de obstáculos, asunto que resulta ser y es lo que verdaderamente dé pie a que se empecinen y obcequen en resolver su amor.

Si bien querer y ser querido por los demás es importante y deseable, la filosofía de la vida debería de cambiar de paradigma de manera rotunda.

Una cosa es desear que nos amen. Otra muy distinta es necesitarlo. Y el «quien bien te quiere, te hará llorar «, bien podría emigrar del refranero y convertirse en el deshoje de la margarita de si «me quiere, no me hiere, no me quiere, me hiere».

Albert Ellis, padre de la Terapia cognitivo conductual, ya se adelantó en esta teoría. Realizó un estudio con un grupo de personas aquejadas de sufrimiento por depresión desde donde todas ellas compartían la emoción de la tristeza. Y dio un paso más. Quiso comprobar cuál era el estilo de pensamiento de todas ellas, qué creencias les llevaban a sentirse así de desdichados.

Extrajo muchas ideas en común, pero la que cobraba más fuerza, la más intensa, era la de que para todo ese grupo de sufridores era «indispensable ser querido y aceptado por todos y cada una de las personas que les rodeaban», llegando a ser un designio inamovible.

¿Qué es la dependencia emocional?

La dependencia emocional es un estado, un estilo arquitectónico que nos define el modo en como nos relacionamos con los demás. Dentro de un mundo en el que el ser humano tiene gran parte de un ser social, somos dependientes emocionales cuando el otro se convierte en una droga adictiva, de la que nos cuesta desengancharse. Entre otras cosas, porque casi siempre, ni tan siquiera estamos informados de que dependemos de esa droga humana. O de ese humano con forma de heroína.

Si no conocemos el concepto de dependencia emocional, ¿cómo vamos a saber que estamos dependiendo? La dependencia emocional, no solo abarca la relación extrema entre las partes de una relación de amor romántico entre dos personas, sino también con el resto de ellas, llegando a ser asfixiante la relación de amistad, la relación entre hermanos y la de padres e hijos. Incluso las relaciones laborales, en ocasiones, toman forma de círculos viciosos y sin salida.

¿Cuáles son las señales que nos alertan de que estamos bajo el excesivo influjo de una dependencia emocional?

-En general, la señal de más alerta se presenta cuando perdemos nuestra identidad como personas, y tenemos la sensación de alejarnos de nosotros mismos. Esto es, perder el foco en nuestro equilibrio, y la fuerza de las raíces en la tierra que pisamos.

-Cuando nos sentimos eclipsados por la sombra del otro , y nuestros pensamientos, sentimientos y conductas no se dirigen hacia nuestra persona, sino que están orientadas a ese otro. Tal y como le ocurría a Dorian Gray en el retrato extraño que le presentaba su propio espejo.

En las relaciones sentimentales adictivas, percibimos que nuestro estado general es de agitación continuada. No tocamos la calma. Sentimos un conjunto de emociones que etiquetamos como de enamoramiento. Pero estas no son reales. Si bien es cierto que al comienzo del cortejo, todo aleteará con mariposas en el estómago, estas voladoras son demasiadas, están demasiado tiempo presentes, y en demasiados sitios. Esto quiere decir que estamos empezando a depender de una emoción, la estamos magnificando, y está contaminando otras áreas de nuestras vidas, tan importantes o más que el estar en relación de pareja, ese mito que nos confunde, idealizándolo como la guinda del pastel.

-Cuando observamos que la atención y concentración disminuye en otros aspectos de nuestra vida, podemos empezar a interpretar que estamos entrando en dependencia emocional. Dejamos de hacer nuestros hábitos, posponemos obligaciones diarias, nos desconcentraros en el trabajo, en aspectos académicos, y descolocamos en segundo lugar a personas que antes ocupaban el día a día de nuestros vínculos.

-Es una señal grave en el momento en el que atendemos selectivamente a las reacciones de la otra persona. Personalizamos todo lo que hace. Lo observamos con lupa, lo desciframos de manera obsesiva, contrastamos nuestra opinión de sus hechos con otras personas de nuestro círculo, persiguiéndolas con un «pilla pilla» para que verifiquen lo que nosotros no queremos oír, porque de «escuchar activamente», ni hablamos.

Nos volvemos monotemáticos, siendo los protagonistas de todas las reuniones y acotando las conversaciones de los demás alrededor de nuestra historia de amor, que ya lleva un tiempo en el que se está convirtiendo en el capítulo de cárcel de nuestras emociones.

-Todo gira alrededor de comprobar compulsivamente que el amante nos da muestras constantes de amor, de aprobación, de cuidado, de aproximación, y aún así, no nos es suficiente nada. Para el dependiente emocional, la vida de los demás ha de pararse en él, teniendo celos incluso de todo aquello que rodea al otro, de tal manera, que cuando ese otro otro mira hacia «otro» lado, interpretamos ese hecho como un profundo abandono.

-La atención es una de las funciones ejecutivas que se distorsionan más en un dependiente emocional. Atiende selectivamente a cualquier indicio de la otra persona, sacándolo de contexto, e ignorando otros hechos del mapa.

Estaremos así más pendiente de los cinco minutos que tarda en devolvernos una llamada, en vez de atender a un histórico en el que nos han demostrado de sobra que somos importantes en sus vidas.

-La dependencia emocional se pone más de manifiesto, cuando la relación sentimental hace aguas por algún lado o por todos.

El derecho a elegir parece caer en el olvido en un dependiente emocional.  El cortar con una relación que por lo que sea nos está haciendo daño, no es una opción que parezca que nos merezcamos. Tenemos como la obligación de justificar las conductas inadecuadas del otro, y perdemos la perspectiva de nuestros argumentos, y por lo tanto, de nuestros valores. Tendemos a excusar y a disculpar las conductas del otro, poniendo en duda incluso lo más potente que tiene el ser humano que es nuestra propia intuición.

Y ante la duda, la intuición perdura.

-Entramos en un mundo de contradicciones con nosotros mismos, sabemos que el otro ha sobrepasado con creces nuestros límites, en nuestros deseos y necesidades, así como en las expectativas, pero nos quedamos ahí, incluso atribuyéndonos responsabilidades que no son nuestras sino del otro. Nuestra energía se disipa. En vez de centrarla en nosotros mismos, la centramos en la obsesión para que el otro cambie. Y lo más grave, es que planteamos la base de ese cambio en relación con nosotros, nos lo atribuimos. Nos susurramos al oído…: «si me quisiera, cambiaría esto por mí…»

La idea de que una persona no cambia es errónea. Una persona puede ejecutar perfectamente y con éxito cambios, siempre y cuando pase por un desarrollo personal, o tenga una inteligencia emocional innata con intención de estar comprometido con una continua mejora.

En la mayoría de las crisis de pareja, cuando somos adictos emocionales, nos olvidamos de esta premisa, y ponemos toda nuestra atención en que el otro ha de modificar lo que no fluye, por el simple hecho de que de esta manera, nos demuestra fielmente su amor por nosotros.

Si estamos en una relación sentimental en el que el otro tiene una adicción al alcohol o drogas, por ejemplo, que contamina nuestro día a día, y no lo trata ni reconoce, ¿somos nosotros los responsables de que se produzca ese cambio? Si no tiene intención de acudir a un tratamiento, ¿esa adicción se produce porque no nos quiere? Y sobre todo, ¿creemos de verdad que nos tenemos que hacer cargo de eso?

Y como no se producen esos cambios, nuestra frustración, puede alcanzar una intensidad tal, que pongamos en peligro nuestra propia salud mental.

– El adicto emocional no se relaciona desde la igualdad. No se relaciona desde un adulto que quiere y es querido por otro adulto. Estar en la adultez de pareja es reconocer lo que frena el flujo natural del bienestar entre dos personas y tener la intención de reparar las incompatibilidades por el bien de uno mismo en primer lugar, y en beneficio de la relación en segundo. Fuera de esto, los roles cambian, y el dependiente emocional asume un papel o de protector, o represión, de sumisión e incluso de agresión con el otro. Y lo desigual, es tóxico.

¿Cómo superarlo?

Desde luego, informándonos. Sin información, no hay formación ni reformulación.

El tratamiento de la dependencia emocional, pasa por no justificarla. La obligación del ser humano es conseguir una estabilidad que consiga permanecer en la serenidad, y no justificar que junto a una persona con la que sufrimos, porque pareciera como si tuviésemos la obligación vital de alargarlo en el tiempo.

Si bien apuesto por la recuperación de los vínculos, y no creo en la compulsión por las rupturas; si hubiese más conocimiento del patrón de dependencia emocional, se evitarían muchas separaciones y divorcios dolorosos. Se trataría como una enfermedad más, y de esta manera habría más posibilidades de reconducir.

Para consultas o más información: pilarguerra.es (609708146).

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Brígida Gallego

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