Por todo lo alto

Brígida Gallego

Carlos Alcaraz. El cambio de paradigma

Un tsunami llamado Alcaraz, de Tomás Yebra

Carlos Alcaraz

Damos a conocer el primer capítulo del libro Carlos Alcaraz, el cambio de paradigma, del escritor y periodista Tomás García Yebra. La obra tiene por subtítulo La diversión considerada como una de las bellas artes.

Se trata de una aproximación muy libre a la figura y el éxito del tenista murciano, quien a sus 19 años ha conseguido ser el número uno del mundo. No es una biografía al uso, tampoco un ensayo técnico. Es una reflexión amena y hermosa sobre un mito ya consagrado.

Cuando Carlitos enamoró al mundo

No había visto jugar a Carlitos antes del Masters Mil de Madrid 2022. Fue verle y quedarme hipnotizado ante el televisor.

Desde los tiempos de Ilie Nastase y de John McEnroe no contemplé nada igual en una pista de tenis. Uno se fue desenganchando de este deporte cuando comenzaron a emerger los tenistas robotizados, esos tenistas de golpes violentos que ganan puntos con el saque o con raquetazos que desplazan a los contrincantes como si fuesen parabrisas. Demasiado control. Demasiado perfectos. Máquinas excesivamente programadas para ganar.

Sin riesgo, sin sorpresa, sin asimetría, es difícil conquistar el corazón de los espectadores.

Hay tenistas, ciclistas, escaladores, escritores, cineastas, soldados, músicos, pintores donde se percibe el esfuerzo y el sufrimiento. Todos pueden lograr grandes obras o realizar grandes hazañas -de hecho algunos lo consiguen-, pero ante una rima de Béquer o el Ulysses de Joyce, uno prefiere la genialidad del instante. Durante una semana -a golpe de rimas-, Carlos Alcaraz despachó a Rafael Nadal y a Novak Djokovic y se merendó a Alexander Zverev.

El esfuerzo, en la vida, tiene muchas recompensas. Cuando hablamos de arte -el tenis, por ejemplo- la efímera inspiración (sin aparente esfuerzo) te hechiza como te hechizaría un milagro. Hay golpes de Carlitos que resultan distintos e indescifrables. Sus famosas dejadas, pura delicatesen, parecen caricias de terciopelo. No hablamos de eficacia, que también, hablamos de magnetismo, algo similar a la mirada de Montgomery Clift, los andares de Cary Grant, la voz de Amaia Montero o la radiante sonrisa de Marilyn Monroe.

Me gusta vivir la vida como un juego, disfrutando”, comentó Carlitos durante una campaña promocional de su tierra, Murcia, y de su pueblo, El Palmar. Si uno pudiera rebobinar su propia vida intentaría imitar esa actitud; imitarla desde la niñez hasta que la tierra tuviera a bien tragarme. Lo demás es claudicar por miedo o cobardía.

Creo que ahí, en ese proceder, radica una de las claves de esa conexión que posee Carlitos con el público. Los grandes profesores no son los que más saben sino los que más se divierten, porque lo mucho o poco que saben se lo contagian a los alumnos.

Carlitos y su imán para que los espectadores se pongan de parte de él. La famosa frase de Ortega y Gasset: “El ser humano que juega y ríe”.

Carlitos no ha leído a Ortega. Ni falta que le hace.

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Brígida Gallego

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