Por aquello de que como está muerto no les puede llevar la contraria. Se atreven con los muertos y acosan en manada.

Los tiempos han cambiado y la monarquía no es en la actualidad como lo fue antaño. Si Pérez Galdós viviera hoy, a la vista del panorama actual, es muy posible que fuera monárquico, o por lo menos que prefiriera la monarquía a la alternativa que se le ofrece. Podría sentir simpatía hacia el socialismo, lo que ninguna manera podría ocurrir es que la sintiera por Sánchez, ya conocido como el Felón, puesto que es capaz de traicionar a la verdad todas las veces que haga falta con el fin de lograr sus propósitos. Y que no le importa pactar con los partidos de la extrema miseria moral, como es el caso de esa sinvergüenza de la CUP que pasa por alto que si no se hubiera transgredido la ley nadie podría ejercer la acusación popular. Los antidemócratas son los que no respetan la ley, pero explicarle eso al Felón y a sus socios, todos ellos de la extrema miseria moral, es perder el tiempo.

Por supuesto que Pérez Galdós no aprobaría ninguna de las actuaciones de Iglesias, Monedero o Echenique. Estos tipos, pertenecientes a la extrema miseria moral, lo citan para que con ello sus votantes piensen que podría ser de su cuerda. Ni muchísimo menos.

Una persona vale lo mismo que su palabra. El Felón intuye eso. Circula por las redes un vídeo en el que, en un acto de su partido, dice: «Yo, lo que digo lo cumplo». Sus seguidores se lo creerían, pero él no.

Dice la leyenda que Marco Atilio Régulo regresó por propia voluntad a Cartago para ser torturado, porque había empeñado su palabra.

¿Cuánto vale la palabra de un socialista? ¿Habrá algún diputado socialista capaz de defender su dignidad? ¿Traicionarán todos la memoria de las víctimas del terrorismo?

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