Que un rufián, basto, barrigudo y chulesco, se pudiera burlar del presidente del gobierno, y que éste la asumiera, fue una humillación que los españoles no debieron pasar por alto. Basta con este episodio para entender que tenemos el peor gobierno de todos los tiempos. Está apoyado por terroristas, delincuentes, caraduras y sinvergüenzas.
Este simple hecho es suficiente para provocar por sí el envilecimiento de la población, lo cual ya se había producido antes en el País Vasco, debido a la aceptación, entusiasta o resignada, de la existencia de ETA, y en Cataluña por la acción constante y taimada de los secesionistas, tan desgraciados que juegan sucio entre ellos.
Un gobierno así no puede sino generar catástrofes sin cuento y lo cierto es que no hace otra cosa. El mejor y más rápido modo de resolver esto es devolver a la población el amor a la justicia, sentimiento este que es lo que más grande puede hacer a un país. El amor a la justicia, lo que no predican los nacionalistas. Esto se lograría si los jueces gozaran de la independencia que necesitan y sin la cual no puede hablarse de democracia.
El PP no debe aceptar la renovación del CGPJ si previamente no se establecen los mecanismos, de forma irreversible, para que este órgano sea totalmente independiente. Le mejor propuesta, en mi opinión, para la elección de sus componentes es la que hizo García-Trevijano y que he explicado varias veces. No actuar así sería una traición a los españoles.
El Felón no puede aceptar la independencia de los jueces por muchas razones. La primera, es que, como buen psicópata, quiere tenerlo todo bajo control. Vamos, que es un dictador.
La segunda, y no menos importante, es que si aceptara eso, todos sus socios le retirarían su apoyo. Un delincuente, o aspirante a delincuente, no puede admitir que la justicia sea libre, porque si se diera el caso no podría escapar a su destino.
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