Sólo falta que los debates en televisión entre estos dos los modere la ONU

Sólo falta que los debates en televisión entre estos dos los modere la ONU

¿Qué más tienen pensado negociar PP y PSOE para llevar a cabo un simple debate en televisión? ¿O será que estamos ante una pantomima bien orquestada para que los dos candidatos reciten sus discursos haciendo que parezca un debate? La falta de cultura democrática, el miedo a ser interpelados, la ausencia de espontaneidad es lo que lleva a pensar que, ya puestos, como moderadores, en lugar de periodistas podrían poner cascos azules.

Como escribe Ignacio Camacho en ABC, sólo ha faltado que acudan a la ONU para que organice el debate una brigada de cascos azules» «Pero bueno, ¿esto qué es, un cara a cara de candidatos o una conferencia de paz para Oriente Medio?»

Es posible que israelíes y palestinos fuesen menos melindrosos para elegir un mediador de lo que PSOE y PP lo han sido para seleccionar al moderador que les dé turnos de palabra a Rajoy y a Zapatero. Menudo espectáculo: vetos, contravetos, etiquetas, marchamos de independencia ideológica… la próxima vez será mejor que llamen a un Premio Nobel de la Paz, o a la Fundación Henri Dunant, de la que ya se saben el teléfono.

¿Miedo al debate por todo lo que hay en juego? Más bien falta de hábito democrático. Miedo a que fluya la naturalidad, la experiencia, la rutina o eso que ahora se llama genéricamente «cultura». Cultura de debate, costumbre de confrontar en los medios sin parapetarse en el burladero de esos mítines diseñados a la mayor gloria de los candidatos.

Algo tan sencillo como acudir a un plató a debatir se convierte en una interminable negociación acompañada por el suspense sobre quiénes serán los «elegidos» para algo tan inocuo como moderar un debate, es decir, dar el paso de un turno a otro.

Mientras en otros países los candidatos son interpelados juntos ante un panel de ciudadanos, en España seguimos en pañales, pensando no en el adversario sino en no pillarnos los dedos. El miedo a debatir se traduce en la falta de confianza de los candidatos que se piensan vulnerables más allá del tradicional argumentario. Una vez que los sacan del guión, se extravian entre tópicos y palabrería hueca.

Da igual quien sea el moderador. Lo que nos tienen preparados los estrategas de partido es un debate artificial, pactado y negociado. Es decir, algo que ya no es un debate sino una pantomima. Como explica Camacho:

No les basta con encorsetar cualquier atisbo de flexibilidad en el debate, ni con cerrar toda rendija que pueda ocasionar un imprevisto, ni con emitir una señal única como si fuese el mensaje real de Nochebuena; pretenden encajonar el encuentro, convertirlo en una mera sucesión de bustos parlantes, con un moderador transparente y a ser posible amordazado. No contentos con inmovilizarlo en un estrechísimo marco de actuación, se permiten seleccionarlo con una criba en régimen de autoservicio, olisqueando hasta los matices de su perfume: éste no que es de derechas; éste tampoco, que una vez me negó un favor; aquélla menos, que me hizo una pregunta indiscreta. ¿Pero qué se han creído? ¿De veras piensan que un profesional de primer nivel se va a jugar su prestigio con un arbitraje parcial o casero? ¿Por qué no ponen a un muñeco y se administran ellos mismos los tiempos?

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