Una serie de Alejandro Amenábar es un eslogan de venta imbatible, y encima si es la primera vez. ‘La Fortuna’ era el evento del año en televisión mucho antes de su estreno. Otra muestra del despliegue económico de Movistar. Al final se ha quedado en eso, en un anuncio llamativo y engañoso.
He esperado a ver tres capítulos (los que se han emitido) de ‘La Fortuna’ para poder hacerme una idea más amplia de lo que es la serie pero ya he tirado la toalla.
Si le he dado el beneficio de la duda ha sido precisamente por la marca Amenábar, director que marcó mi juventud y crecimiento cinematográfico.
Pero ‘La Fortuna’ es la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los devotos del director de ‘Tesis’. Es una de esas obras que descubren a su creador, de las que te hacen pensar si realmente ha sido el artista que creías o simplemente un artesano muy hábil. Pues va a ser lo segundo.
Primero: no entiendo el atractivo de la historia de ‘La Fortuna’. Basada en la novela gráfica ‘El tesoro del Cisne Negro’, de Paco Roca y Guillermo Corral, que a su vez se basa en la historia de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, la trama es , en realidad, una ‘aventura’ (importantes las comillas) de funcionarios. ¿Suena a aburrido? Pues eso.
Tres capítulos y ni un ápice de emoción. Puede, tal vez, la acción, el conflicto, comience a partir del cuatro y eso sería más insultante aún. A ver cuándo Movistar deja de vendernos la moto contratando nombres de cine que no saben hacer televisión. No puedes arrancar una serie a la mitad. Esto no es una película de 6 horas (frase fetiche de los cineastas que subestiman la pequeña pantalla).
Amenábar lleva años apostando por una racionalidad demasiado encorsetada en sus obras. Desde ‘Ágora’ (2009)’, el director se ha empeñado en dar discursos más que en contar historias. Algo que nos espantó en ‘Regresión’ (2015)-su peor película- y que nos medio interesó en ‘Mientras dure la guerra’. En estas hay mente, no corazón.
Tenía, el Amanábar de sus tres primeros cuatro films (‘Tesis’, Abre los ojos’. Los otros’ y ‘Mar Adentro’) algo más de visceralidad que la que ahora muestra. Siempre ha sido un mago del engaño y la manipulación. Sabía engañarte para conseguir emoción y eso, en este oficio, es una virtud. Pero ya le estamos viendo las costuras.
Y no digo que ‘La Fortuna’ no tenga un discurso interesante. Esa idea (ya un poco obsesiva) de mostrar las dos Españas y de reutilizar el concepto de patriotismo como algo sano de lo que sentirnos orgullosos, es algo atractivo. El problema es que no instrumentaliza la ideología de manera correcta, principalmente porque aburre.
Sí, ‘La Fortuna’ es una serie aburrida. Intenta colármela con planos aéreos, imágenes submarinas, batallas navales y actores de Hollywood pero ni con esas.
No sé a qué público va dirigida esta serie. No sé cuál es su tono. Es como un coïtus interruptus constante. Crees que, de pronto, todo va a arrancar pero se queda en nada.
Sorprendido, sin embargo, me quedo ante Álvaro Mel, el enésimo influencer que se ha colado en el cine y aunque leo por ahí críticas pésimas hacia su labor, creo que es el más convincente de todo el reparto. Mi queridísima Ana Polvorosa, por otra parte, se queda en un cliché defendiendo lo indefendible (esos diálogos simplistas y explicativos).
Me gusta el Amenábar intelectual, no lo niego, pero es hora de reconocer que no un autor. Es un artesano valiosísimo pero ya no tiene voz propia, si es que alguna vez la tuvo.