El votante de VOX puteado y perplejo (II)

A pesar del boicot del resto de partidos y de todos los medios de comunicación nacionales e internacionales que lo tachaban de ultraderechista, VOX cosechó casi tres millones de votos

El votante de VOX puteado y perplejo (II)

Como les decía, el votante de VOX estaba pletórico. Tanto, que convenció a la parienta y juntos se fueron a Barcelona a participar en la manifestación convocada por la Sociedad Civil Catalana por la unidad de España y contra el independentismo. Una manifestación histórica que congregó a más de un millón de personas en un mar de banderas rojigualdas que proclamaban el orgullo de ser español. Una revolución de banderas que corrió como la pólvora por los balcones y ventanas de toda España.

Unos meses más tarde (febrero 2019) nuestro aguerrido votante volvió a participar en otra manifestación decisiva. La de Colón, en Madrid. Un inmenso clamor en contra de Pedro Sánchez, el gobierno socialista y las negociaciones secretas entre el Estado y el Govern independentista catalán, incluidos hasta ‘relatores’ internacionales. Un éxito de las mal llamadas tres derechas (PP y C’s no lo son y nunca lo han sido) que tumbó al gobierno de Sánchez obligándolo a convocar elecciones generales. El votante de VOX se sentía orgulloso de su partido.

LLegaron las elecciones del 28-A. Tras una campaña vibrante abarrotando plazas y auditorios de toda España -«VOX no es un partido, es un movimiento patriótico; España es lo único importante», clamaba Abascal- se produjo el milagro. A pesar del boicot del resto de partidos y de todos los medios de comunicación nacionales e internacionales que lo tachaban de ultraderechista, cuando no directamente fascista y nazi; a pesar de la inicua Junta Electoral Central que vetó a VOX, impidiendo que tomara parte en los debates televisados; a pesar de la falta de recursos económicos, que incluso le impidió el buzoneo de sus papeletas y propaganda electoral; a pesar del absoluto ninguneo que le prodigaron todos los medios de comunicación, VOX alcanzó un gran éxito: casi tres millones de votos y 24 diputados en el Congreso. Estaba claro que su mensaje había calado en la derecha sociológica española, silenciosa y silenciada desde la muerte de Franco. La gente había creído que la política en España podía cambiar. Confiaba ilusionadamente en Abascal.

Paradójicamente, la noche del éxito electoral se comenzó a gestar la traición al votante de VOX -cuyo punto final se alcanzará dentro de unos días, cuando el partido escenifique su último ‘pacto’ (es un decir) con PP y C’s con la entrega gratis et amore del gobierno de la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso, la candidata del PP-. Aquella noche se empezaron a incubar las inconsistencias, los incumplimientos y las traiciones de VOX a su fiel electorado. El cambio de rumbo para la campaña de las europeas, autonómicas y municipales que se celebraría un mes después. Una campaña electoral de perfil bajo -absolutamente contraria a la de las generales- con una desastrosa «pegada de carteles» dedicada a la «España que madruga» en un almacén (secreto) de Paracuellos de Jarama; sólo para periodistas, sin la asistencia de un solo militante. Su compadreo vergonzante con la prensa, mayoritariamente hostil.

Un mes más tarde, después de las elecciones del 26-M, el votante de VOX empezó a mosquearse seriamente. No por los resultados electorales, bastante buenos teniendo en cuenta las circunstancias -esperables, dada la nefasta ley D’Hont y no haberse podido presentar más que en el 10% de las 8.000 circunscripciones existentes- sino por la torpe, mansa y oscura campaña electoral, dirigida (o acaso impuesta) a su jefe de campaña, Espinosa de los Monteros, otrora ardoroso y combativo orador. La estúpida excusa fue que no había dinero.

A las diatribas y los ‘cordones sanitarios’ de C’s contra la ‘ultraderecha’, el 30 de mayo se sumaron las declaraciones de Casado. En rueda de prensa, el presunto «socio» de VOX afirmó rotundamente: «hay un partido de centro derecha que es el PP, otro de extrema derecha que es VOX y otro partido socialdemócrata disfrazado que es C’s». Esto no fue obstáculo para que unos días más tarde, Abascal, a pesar de sus grandilocuentes palabras de la víspera -«No vamos a admitir cordones sanitarios de ningún tipo, insultos, estigmas o etiquetas de aquellos que para gobernar tendrán que pactar con nosotros»- anunciara –por el bien de España, naturalmente- su acercamiento al PP y C’s para «conformar mayorías alternativas». Entonces, el mosqueo inicial del votante de VOX se transformó en profunda irritación y perplejidad. ¿Qué podría pactar su partido con quienes les ofendían públicamente? ¿Serían Rocío Monasterio y Espinosa de los Monteros las víctimas propiciatorias del nuevo ‘talante negociador’ de Abascal y Ortega-Smith? ¿Se repetiría el bochornoso pacto de Andalucía? ¿Serían capaces de traicionar a sus votantes?

(Continuará)

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Autor

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

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