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rara es la connotación negativa que culturalmente le atribuimos al calor en las sociedades mediterráneas. Sin embargo lo que estamos viviendo estos días no es solo calor sino que estamos expuestos a unas temperaturas tan altas durante las 24 horas del día que aquello que teóricamente es agradable se torna en tortura.
Hablamos de ola de calor cuando el cambio de temperatura es brusco y desproporcionado, cuando esas temperaturas no varían a lo largo del día y casi no hay distinción entre la noche y el día, y cuando esto se produce durante 3 o más días. Es partir de ahí cuando empezamos. a notar las graves consecuencias de la exposición prolongada al elevado calor. Si, además de las altas temperaturas, se dan otras variables como la falta total de viento o las altas humedades, entonces la situación solo puede ir a peor…
Si durante los primeros días de verano y a lo largo de la primera ola de calor del año has notando alguno de los siguientes síntomas, no busques más explicaciones: sí, se debe todo al calor; y sí, tan potente es el efecto de las altas temperaturas en nuestro organismo. De hecho, las consecuencias pueden llegar a ser irreversibles e incluso mortales.
Desde el punto de vista psicológico la exposición prolongada a altas temperaturas provoca: apatía, decaimiento, problemas para dormir, irascibilidad, mal humor y dificultades para concentrarse. Y, desde el punto de vista mas estrictamente físico o neurofisiológico: calambres, deshidratación, mareos, dolor de cabeza inestabilidad en la marcha, daño cerebral, convulsiones y, en última sinatcia, fallos multiorgánicos que pueden dar lugar a la muerte.
Entendemos que las consecuencias físicas son las más graves y extremas, y no nos falta razón, pero no por ello debemos perderlas de vista y descuidar las recomendaciones que sabemos eficaces para protegernos del calor: procurar mantener estable la temperatura de nuestra casa, bajar las persianas para evitar el calor derivado de la exposición a la luz solar, mantenernos muy hidratados y beber agua aunque no tengamos sed, ingerir alimentos ligeros y con alto contenido en agua como frutas y verduras frescas, evitar pasear por la calle en las horas de más calor, mojar de vez en cuando con paños empapados de agua fresca las partes más termosensibles de nuestro cuerpo como las articulaciones, las axilas, la frente o la nuca, etc.
El agotamiento por calor es especialmente importante en personas mayores o enfermas, en bebés y en mujeres embarazadas, pues su organismo no detecta ni los cambios de temperatura ni la deshidratación o la sed con la misma agilidad. No en vano, el incremento de la mortalidad en personas mayores o vulnerables se incrementa en un 15% aproximadamente durante los meses de verano.