ENTREVISTA PD CON EL DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN JUAN MARCH Y AUTOR DE, ENTRE OTROS, 'FILOSOFÍA MUNDANA' (GUTENBERG)

Javier Gomá Lanzón, filósofo y escritor: «El malestar individual convive con el progreso material y moral»

"Todo mi esfuerzo ha sido la de recuperar la costumbre como un concepto cívico y moderno"

Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) es Doctor en Filosofía y director de la Fundación Juan March.

En 2012 y en 2014 la revista Foreign Policy (en español) lo incluyó en la lista de los cincuenta intelectuales iberoamericanos más influyentes.

Entre sus numerosos libros y ensayos, en esta ocasión escogemos Filosofía mundana‘ (Galaxia Gutenberg) para sumergirnos en su pensamiento al que ha dado forma en una serie de ‘microensayos’ donde aborda los asuntos que a todos nos conciernen: la individualidad, la belleza, la fortuna, el amor, la felicidad, el enigma de la vida, la muerte…

– Pregunta: Si pudieras elegir solo una cualidad, ¿sabio o inteligente?

Sabio, porque defino inteligente como la habilidad para escoger los instrumentos que te ayudan a conseguir un fin mientras que sabio es aquel que sabe escoger bien los fines.

El mundo está lleno de inteligentes y la sociedad se organiza desde la perspectiva de la inteligencia. Hay muchos instrumentos que nos ayudan a hacer más rápido lo que queremos, el problema es lo que queremos y cómo elegir bien nuestros deseos.

El sabio, con independencia de su formación, ha elegido bien, lo valioso. A la vista de lo elegido procura encontrar unos medios adecuados.

– Pregunta: ¿En qué situación ves a la filosofía española? Has calificado de paradoja que la ausencia de gran filosofía coincida en el tiempo con la generación de profesores de filosofía más competente, culta y cosmopolita que ha existido en España?

Hoy hay profesores con muy buena formación y muchas posibilidades técnicas, comparado con hace 50 años, han disfrutado de unas ventajas que les hacen ser más competentes.

Pero la Filosofía y la Historia de la Filosofía son cosas muy distintas. No es lo mismo hacer filosofía como algo poético y vocacional que lo que normalmente se espera de un docente.

Una cosa es la Universidad como un lugar donde se difunde conocimiento y otra muy distinto a un lugar donde se crea conocimiento.

Llevamos 40 o 50 años donde nadie diría que la filosofía está haciendo Gran Filosofía. La propuesta constructiva de un ideal es una ambición que escapa por completo al trabajo filosófico, hay muy buena interpretación y revisión de todo lo que ha dicho el canon filosófico pero no hay filosofía creadora y el resultado es la deserción de la Gran Filosofía.

– Pregunta: El ‘problema’ de los filósofos actuales, es que tras tantos siglos de historia de la humanidad y tantos autores clásicos y corrientes, ¿se han quedado limitados en cuanto a temas? ¿está ya todo pensado?

Que está todo pensado lo impugno de arriba a abajo porque la Historia del Pensamiento es volver a pensar lo de siempre. La Historia de la Humanidad es recorrer poco a poco la base de una montaña. La montaña es siempre la misma, la condición humana, la realidad, pero en cambio el lugar desde el cual ves la montaña es distinto que es tu propio tiempo. Como decía Hegel, filosofía es apropiación de tu propio tiempo que no puede ser sustituido por lo que se pensó en el pasado.

Pensar la muerte, el amor, la belleza, el ser, o el dolor con la subjetividad del siglo XXI hace que en consecuencia no esté todo pensado porque nadie ha pensado sobre estos temas en el siglo XXI.

En ‘Filosofía mundana’ se dice que la filosofía debe hacerse tres veces mundana: debe hablar sobre el mundo, para todo el mundo y con un poco de mundo. La filosofía general ha tendido a hacerse sobre libros, para unos pocos y seca y aburrida. Todo eso ha hecho que la filosofía ha dejado un hueco ocupado por disciplinas diferentes. Hay una pretensión de autogestión a través de la autoayuda con una promesa vaga de felicidad.

– Pregunta: Queda discernir sobre el sentido de la vida, que es un concepto moderno y por tanto no se pensaba antes sobre ello. Los clásicos no pudieron pensarlo porque antes casi nadie se lo preguntaba

No solo por eso. Hay una historia de la cultura hasta el siglo XVIII, que yo llamo la cultura de la cosmovisión, es decir, el mundo se organizaba como un cosmos unitario y el hombre y la mujer formaban parte de ese cosmos y su destino era cumplir bien esa posición que se les había asignado.

El cumplimiento de la finalidad asignado era suficiente mientras el cosmos estuviera vigente y el sentido de la vida no era una pregunta pertinente. La muerte entonces existía pero no como tragedia. Era una desgracia individual pero la realidad cósmica no variaba.

En el siglo XVIII y XIX todo esto cambia con el nacimiento de la subjetividad: un elemento de este todo se emancipa, el yo moderno. Tiene una dignidad infinita pero está condenado a la muerte, y esto le hace despertar una pregunta que cobra sentido: ¿para qué vivir? La pregunta sobre el sentido de la vida es una pregunta rigurosamente contemporánea.

– Pregunta: ¿Por qué el éxito de las democracias como proyecto colectivo ha llevado aparejado un sentimiento de angustia individual?

Esta pregunta se deriva muy bien de la pregunta anterior. Si tú antes considerabas que tu ser era llenar una función dentro del cosmos, a medida que hacías lo que podías, la felicidad dependía del cumplimiento de esa función. Cuando tu destino es poseer una excelencia extraordinaria pero estar abocado a la indignidad del sepulcro esto te provoca un malestar por el destino final.

Individualmente la modernidad convive con un malestar, al mismo tiempo que se ha desarrollado colectivamente un progreso material y moral sin precedentes, no solo con la democracia. Las partes más débiles de la sociedad han progresado. El débil ha sido especialmente protegido en los últimos siglos, el pobre, el enfermo, la mujer, el niño, el extranjero, el homosexual…grupos históricamente débiles están más protegidos que nunca.

Hay un progreso material y moral pero convivimos con un malestar individual y a mi juicio, muestra la clave de la sentimentalidad moderna y no debemos dejarnos llevar ni por uno ni por otro.

Pregunta: Al hilo de lo anterior: ha habido una cierta polémica con la escritora Ana Iris Simón por afirmar que nuestros padres vivían mejor que nosotros. ¿Estás de acuerdo?

Conozco esa polémica pero ignoro los detalles. Yo diría que esto muchas veces es cuestión de tiempo, una generación puede vivir peor que la anterior, como hemos visto en siglos anteriores. Pero que ocasionalmente se produzca un cierto retroceso, lo admito, pero si pronostico el futuro a la vista de los últimos años, mi apuesta es que, a la vista de lo anterior, es muy probable que se viva mejor y progresando en lo material y moral, aunque admita regresiones y pasos atrás.

Cuando se habla de que los hijos vivirán mejor o peor…¿de acuerdo con qué? No siempre el criterio económico es el principal. Esa juventud que en teoría vive ahora peor puede que tenga una esperanza de vida mucho mayor entonces a lo mejor esos años peores se compensa con muchos años mejores posteriormente.

No podemos hacer residir la felicidad en un progreso material inmerecido que por otra parte, seguirá ocurriendo.

Pregunta: ¿Por qué crees que las costumbres son la condición de posibilidad de progreso y por qué son tan atacadas hoy en día?

Una de mis aportaciones es la permanente fijación en las costumbres. En ‘Ejemplaridad pública‘ intento demostrar que para consolidar la democracia, esto no se va a conseguir a base de leyes sino a base de costumbres cívicas, lo que la gente hace de manera espontánea porque piensa que debe hacerlo sin que ninguna ley lo imponga. Eso es una sana costumbre.

Max Weber decía que de las tres fuentes de legitimación, la costumbre permanecía a la época premoderna. Todo mi esfuerzo ha sido la de recuperar la costumbre como un concepto cívico y moderno. El sujeto en un primer momento se comprendió a sí mismo como un sujeto de absoluta libertad, y aquello que le imponía limites eran aquellas costumbres. De ahí el intento por romper con las convenciones y hubo un momento en el que la libertad exigía el romper convenciones y su posterior desprestigio. En mi tesis, la modernidad tiene dos momentos: el de la libertad absoluta y el de la libertad educada, donde hay que recuperar las costumbres.

Gracias a la costumbre, te reservas tiempo para la creatividad. Lo siguiente es preguntarse por qué obedece la gente. La obediencia es una cuestión filosóficamente enigmática, por qué obedece la gente: no es por la ley, la inmensa mayoría de la gente obedece sin saberlo.

Pregunta: ¿Tienes la sensación de predicar en el desierto? Da la sensación que la filosofía se queda fuera de la inmediatez y la dictadura del clic

Lo veo al revés. ‘Filosofía mundana’ va por la quinta edición. Se compone de textos publicados en los periódicos. En las conferencias noto gratitud y la sensación de un jardín insuficientemente regado y cuando llega ese agua en forma de ideas claras a las circunstancias que todos vivimos sobre el misterio de vivir y envejecer, uno vive eso con la sensación de progresar entre muebles ocultos en la oscuridad. Si aportamos algo de luz en las penumbras que todos vivimos y ofreciendo una explicación de lo que te pasa en la vida general a mí lo que me llega es felicidad y entusiasmo.

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Autor

Roberto Marbán Bermejo

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y actualmente cursa el grado de Ciencias Políticas por la UNED, fichó en 2010 por Periodista Digital.

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