El experimento televisivo que pretendía revitalizar las tardes de la cadena pública española se está convirtiendo en un auténtico quebradero de cabeza para RTVE. ‘La familia de la tele‘, el programa heredero del formato Sálvame, no solo no consigue conectar con la audiencia, sino que está experimentando una preocupante tendencia a la baja que ha encendido todas las alarmas en la corporación pública.
Los datos son contundentes y dibujan un panorama desolador para el espacio presentado por María Patiño y Belén Esteban. En su tercer día de emisión, el programa ha registrado un flojísimo 8,9% de cuota de pantalla en su formato contenedor, pero si analizamos exclusivamente el tramo propio del programa (de 18:57h a 20:31h), la cifra se desploma hasta un alarmante 6,2% con apenas 445.000 espectadores.
Una caída en picado que no toca fondo
Lo más preocupante para los responsables de la cadena pública es que esta tendencia negativa no parece tener fin. Tras un estreno ya de por sí discreto, cada nueva emisión ha supuesto un descenso en los índices de audiencia. El análisis minuto a minuto revela momentos especialmente críticos, con registros que apenas alcanzan el 4,8% de share en determinados tramos horarios.
La comparativa con la competencia resulta demoledora. Mientras ‘La familia de la tele’ se hunde, Y ahora Sonsoles lidera la franja con un sólido 11,2% y 777.000 espectadores, seguido por TardeAR con un 9,5% y 728.000 seguidores. Incluso El diario de Jorge se beneficia de esta situación, consolidándose con un 12,1% y 817.000 espectadores.
El único salvavidas al que se agarra el programa es la serie La Promesa, que mantiene buenos datos (13,2% y 886.000 espectadores) a pesar del lastre que supone compartir contenedor con el nuevo formato. Sin embargo, resulta revelador que, tras finalizar la ficción, el programa pierde más de la mitad de su audiencia en apenas diez minutos, evidenciando el escaso interés que genera entre los telespectadores.
Estrategias desesperadas y audiencia confundida
La dirección de RTVE parece no encontrar la fórmula adecuada para revertir esta situación. Los continuos cambios en la estrategia de emisión están generando confusión entre los espectadores, que no logran adaptarse a un formato que alterna su presencia entre la emisión lineal y la plataforma RTVE Play.
«No se puede estar cortando, así se quitan las ganas de verlo. O lo emitís seguido, o es un fracaso. Hay que hacer un máster para poder buscar dónde verlo y la gente mayor ya ni te digo», se quejaba una telespectadora en la red social X, reflejando el sentir general de una audiencia desorientada por los constantes cambios.
La última estrategia ha consistido en fragmentar el programa en dos bloques, emitiendo una parte a las 15:50 horas y recuperando el formato tras la emisión de Valle Salvaje y La Promesa. Una decisión que, lejos de solucionar el problema, parece estar agravándolo al generar mayor confusión entre los potenciales espectadores.
Voces críticas dentro y fuera de la corporación
El descontento no se limita a la audiencia. Figuras relevantes del panorama televisivo español han alzado la voz para cuestionar la idoneidad de este formato en la televisión pública. Pedro Ruiz, veterano comunicador, ha sido especialmente contundente en sus críticas: «No tengo nada personal contra Belén Esteban, María Patiño, Chelo García Cortés… Humanamente les deseo venturas a todos. Pero a la tele pública la entiendo muy de otra manera».
El debate sobre el papel de la televisión pública y el tipo de contenidos que debe ofrecer está más vivo que nunca. Muchos cuestionan si un formato heredero de Sálvame tiene cabida en una cadena financiada con dinero público, que debería priorizar contenidos culturales y educativos frente al puro entretenimiento.
Curiosidades que rodean al fenómeno
En medio de esta debacle de audiencia, surgen datos llamativos que rodean a este peculiar experimento televisivo. Uno de los más sorprendentes es que, durante la emisión del programa, se han registrado picos de apenas un 4,9% de share, cifras más propias de una televisión autonómica que de la principal cadena pública nacional.
Otra curiosidad es que el programa ha tenido que lidiar con circunstancias externas inesperadas, como la cobertura del cónclave para elegir al nuevo Papa tras el fallecimiento del Papa Francisco, lo que ha provocado cambios de última hora en su programación y ha contribuido a generar mayor confusión entre los espectadores.
Resulta también llamativo que el programa haya pasado de ser anunciado como una revolución multiplataforma, con contenido específico para RTVE Play, a convertirse en un simple contenedor que intenta aprovechar el tirón de las series de ficción de la cadena para maquillar sus pobres resultados.
El equipo del programa parece ser consciente de su delicada situación y ha comenzado a realizar ajustes, como la transformación de su plaza central, en un intento desesperado por conectar con una audiencia que, por el momento, les da la espalda de forma mayoritaria.
La situación es especialmente preocupante si tenemos en cuenta que se trata de un programa de reciente estreno, con toda la maquinaria promocional de RTVE a su servicio. La lógica indica que, lejos de mejorar, los datos podrían empeorar en las próximas semanas, cuando el factor novedad desaparezca por completo.
Mientras tanto, la dirección de RTVE se enfrenta a una difícil disyuntiva: mantener su apuesta por un formato que no termina de arrancar o reconocer el error y buscar alternativas que permitan recuperar a una audiencia cada vez más alejada de la cadena pública en la franja vespertina.
