ALERTA MUNDIAL POR UN FENÓMENO SOLAR SIN PRECEDENTES

El Sol desata una monstruosa tormenta solar: la Tierra bajo una rara alerta G4

Una erupción solar excepcional sacude la Tierra y pone en jaque la tecnología global mientras el Sol revela nuevos misterios y curiosidades

El Sol desata una monstruosa tormenta solar: la Tierra bajo una rara alerta G4

No todos los días recibimos un mensaje de nuestro Sol tan impactante como el que ha llegado a principios de junio.

Una explosiva erupción solar ocurrida el 31 de mayo de 2025 ha provocado una eyección de masa coronal (CME) dirigida directamente hacia la Tierra.

¿El resultado? Una tormenta geomagnética severa, clasificada como G4, el segundo nivel más alto en la escala utilizada por la NOAA (la agencia estadounidense responsable del clima espacial).

Si esto le parece una exageración, basta recordar que solo existen cinco niveles, siendo G5 el máximo. Así que sí, estamos ante un fenómeno poco común y potencialmente disruptivo.

La alerta no es para menos.

El evento fue captado por sofisticados instrumentos como el coronógrafo CCOR-1 a bordo del satélite GOES-19, demostrando cómo la tecnología actual nos permite observar —casi en tiempo real— los caprichos solares.

Esta CME, denominada “de halo” por expandirse en todas direcciones con epicentro hacia nuestro planeta, alcanzó velocidades superiores a los 1.700 kilómetros por segundo.

Un auténtico sprint cósmico cargado de partículas energéticas.

¿Qué es exactamente una tormenta geomagnética G4?

Para entender el impacto real, conviene saber qué significa esta clasificación. Las tormentas solares se producen cuando partículas cargadas procedentes del viento solar interfieren con el campo magnético terrestre. Esta interacción puede provocar desde auroras polares espectaculares hasta auténticos quebraderos de cabeza para ingenieros y militares.

En el caso concreto de la tormenta G4, hablamos de efectos como:

  • Interrupciones significativas en sistemas GPS y navegación aérea.
  • Fallos en comunicaciones de radio de alta frecuencia.
  • Resistencia atmosférica adicional para satélites de órbita baja (lo que puede afectar su operatividad).
  • Riesgos elevados para redes eléctricas y sistemas militares críticos.

Este tipo de fenómenos pueden incluso provocar auroras boreales visibles en latitudes insólitas, llegando a asombrar a habitantes tan al sur como Nuevo México en Estados Unidos. Un espectáculo visual para algunos… y una pesadilla técnica para otros.

Tecnología vigilante: cómo detectamos estos eventos

La detección temprana es clave. El Laboratorio de Investigación Naval de Estados Unidos (NRL) lleva décadas liderando la vigilancia heliosférica, desde que detectó por primera vez una CME en 1971. Hoy, gracias a una red internacional de instrumentos y satélites, se monitoriza el estado del Sol prácticamente minuto a minuto.

Cuando se detecta una CME dirigida hacia la Tierra, se activa un protocolo internacional que incluye:

  • Alertas a operadores de satélites para proteger o apagar sistemas sensibles.
  • Notificaciones a compañías eléctricas para ajustar sus redes.
  • Coordinación con agencias militares para prevenir posibles interrupciones estratégicas.

La vida moderna depende tanto de la tecnología espacial y terrestre que un “estornudo” del Sol puede causar auténticos catarros tecnológicos globales.

El Sol: mucho más que un orbe amarillo

Aprovechando el protagonismo mediático del astro rey, no está de más recordar algunas curiosidades científicas sobre nuestra estrella favorita. Porque más allá del susto ocasional, el Sol es un prodigio cósmico repleto de datos sorprendentes:

  • El Sol tiene unos 4.650 millones de años y contiene el 99,8% de toda la masa del sistema solar.
  • Su diámetro alcanza 1,4 millones de kilómetros; cabrían unas 109 Tierras alineadas a lo largo del ecuador solar.
  • Si fuera hueco, ¡dentro podrían meterse más de 1.300.000 planetas como el nuestro!
  • La temperatura en su núcleo supera los 15 millones de grados centígrados; allí ocurre la fusión nuclear que alimenta todo el sistema solar.
  • Cada segundo convierte más de cuatro millones de toneladas de materia en energía pura (sí, cada segundo).
  • El Sol gira sobre su eje en unos 25 días terrestres… aunque en sus polos tarda algo más debido a su rotación diferencial.
  • Su composición principal es hidrógeno (alrededor del 74%) y helio (24%), con trazas de otros elementos.
  • La luz solar tarda unos ocho minutos y veinte segundos en llegar a la Tierra.
  • Su campo magnético cambia cada once años aproximadamente: es lo que conocemos como ciclo solar, responsable también del aumento o descenso de manchas solares y tormentas como la actual.
  • Aunque nos parezca enorme, existen estrellas mucho mayores; algunas llegan a ser cien veces más grandes.

Cuando el Sol estornuda… la Tierra se resfría

Lo fascinante —y algo inquietante— es cómo estos fenómenos pueden trasladarse desde los confines del espacio hasta nuestros dispositivos más cotidianos. Sin ir más lejos:

  • En episodios extremos pasados, como el célebre Evento Carrington (1859), las auroras iluminaron cielos insospechados y las redes telegráficas ardieron literalmente por sobrecargas inducidas por corrientes geomagnéticas.
  • En Canadá (1989), una tormenta geomagnética causó un apagón masivo que dejó sin luz a seis millones de personas durante nueve horas.
  • Hoy podríamos enfrentarnos a fallos masivos en internet global, sistemas financieros o navegación aérea si se produjera un evento similar al Carrington.

Por suerte, nuestro planeta cuenta con una atmósfera protectora y un robusto campo magnético que actúa como escudo ante las peores embestidas solares. Pero los ingenieros siguen muy atentos… ¡y con razón!

Anécdotas y curiosidades solares para impresionar en cenas

Para terminar con buen sabor científico y algo de humor cósmico:

  • Si te subieras a un avión supersónico e intentaras dar una vuelta al Sol… tardarías unos 19 años viajando sin parar.
  • En algunas culturas antiguas se creía que las manchas solares eran portales o mensajes divinos; hoy sabemos que son regiones temporales donde el campo magnético es especialmente intenso.
  • El Sol pierde unas 4 millones de toneladas por segundo debido al viento solar; tranquilo, aún le quedan unos 5 mil millones de años antes de quedarse “sin combustible”.
  • Las auroras boreales generadas por tormentas solares han sido confundidas históricamente con señales apocalípticas o mágicas.
  • Y aunque siempre lo pintamos amarillo, si pudiésemos verlo desde el espacio sin atmósfera sería blanco puro.

Así pues, mientras seguimos atentos a las alertas solares —y cruzamos los dedos para que nuestros móviles sobrevivan— podemos mirar al cielo con renovada admiración por ese inmenso reactor nuclear natural que nos da vida… ¡y algún que otro susto memorable!

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