Carnación, con mucho fragor, furor y dolor

Carnación, con mucho fragor, furor y dolor

Rocío Molina insiste en su postflamenco enfrentado a cualquier canon estético del pasado, hasta generar morbosidad y otras emociones que han pasado de perversas a oficialistas. Esta ‘performance’ haciendo pareja artística con otro disgresor, El Niño de Elche, es un gran espectáculo, y ellos dos grandes artistas. Pero gustar, lo que se dice gustar…

Carnación significa pintar el color de carne, pero en esta propuesta remiten al acto de encarnar, a la posibilidad de ser tocado. Es una ‘performance’, término inglés que significaría originalmente rendimiento o resultado, pero que ha terminado en cajón de sastre donde caben espectáculos de concienzuda preparación y alto presupuesto como este que nos ocupa, a pesar de que originalmente definiera propuestas simples de acciones concretas en espacios improvisados. Y como no es teatro ni danza propiamente, y como no aspira a la perfección wagneriana de su ideal Gesamtkunstwerk sino que carece de todo orden y concierto, pues que sea ‘performance’ y gracias.

Lean como la define su autora: una búsqueda en torno al deseo, que parte de la intuición de que su origen y sentido está relacionado con un estado al que solo podemos acceder a través del cuerpo, una relación carnal desde la que afloran imágenes capaces de restituir un pasado que no llegamos a comprender. Al intentar hacerlo, tanto su forma más carnal como la más trascendental se revelan como dos caras de una misma moneda. Y es que, dulce y amargo, plenitud y falta, desear nos recuerda la vulnerabilidad de la condición humana… Una pieza en la que se encuentran la música sacra y la electrónica, la celebración de la fiesta, así como la represión y el placer íntimo de la atadura’.

Así que ‘fiesta frente a represión y el placer íntimo de la atadura, un lugar de encuentro entre violencia y ternura. Así, en Carnación, conviven la ternura y lo salvaje, el caer y el levantarse, la pulsión sexual y la voluntad de trascendencia. Y, como el flujo psíquico que encuentra su liberación en el desorden de las repeticiones, vislumbramos una forma distinta de amor en la aridez violenta del deseo. Demuestra, trascendiendo de nuevo etiquetas y lecturas reduccionistas, su capacidad para entender la creación como un espacio desde el que expresar lo aparentemente inefable, haciendo danzar los límites donde muchos artistas y pensadores no han podido sino detenerse’.

También se puede describir de otra manera. Ochenta minutos caóticos en los que se alternan gestos repetitivos hasta el hartazgo de deslizarse por una silla o amarrarse y amarrar con infinitas ligaduras (‘shigari’ lo llaman los japoneses) con estallidos catárticos de zapateados convulsos y estertores ululantes. Rocío Molina Cruz y Francisco Contreras Molina alternan hieratismo y estallidos en ráfagas ciclotímicas, y cuando toca son ciclones descontrolados con esa fuerza telúrica, esa pulsión animal y ese desafío primitivo a los baremos de los cinco sentidos -lamer sudor, morder pelo, chupar polvo- y las posiciones corporales -pies que son manos, brazos que son piernas, cuerpos torcidos, torsos truncados- que impresionan en la europa relamida como lo hizo el feísmo del cine de Almodóvar o la dramaturgia visceral de Angélica Lidell.

La propuesta cuenta con elementos nacidos secundarios y crecidos protagonistas, como la soprano Olalla Alemán, el pianista Pepe Benítez, y sobre todo la violinista Maureen Choi y la agrupación vocal de cámara Capilla Renacentista cuyas evoluciones en el escenario son muy destacables. La idea y su plasmación tienen como codirector escénico a Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola -que ha sustituido a Carlos Marquerie en la confianza de la artista-, apoyado en lo que denominan ‘gestación, acompañamiento y coordinación artística’ de Julia Valencia, el vestuario de Leandro Cano y la iluminación del citado Carlos Marquerie, todo ello de calidad indiscutible en una producción de gran presupuesto apoyada directamente por cuatro instituciones de máxima solvencia e indirectamente por otras tres de no menor importancia.

Rocío Molina (Málaga, 1984) ha conseguido proyección internacional de primera categoría. ‘Coreógrafa iconoclasta, ha acuñado un lenguaje propio cimentado en la tradición reinventada de un flamenco que respeta sus esencias y se abraza a las vanguardias. Radicalmente libre, aúna en sus piezas el virtuosismo técnico, la investigación contemporánea y el riesgo conceptual. Sin miedo a tejer alianzas con otras disciplinas y artistas, sus coreografías son acontecimientos escénicos singulares que se nutren de ideas y formas culturales que abarcan desde el cine a la literatura, pasando por la filosofía y la pintura’, dicen de ella sus admiradores. Lesbiana militante y madre por inseminación artificial, Molina ha elegido para coreografiar este deseo carnal ávido de trascendencia a un hombre que se ha definido ‘aleatorio’ sexualmente para no entrar en detalles. Terminan a bofetadas.

De su ya extensa lista de creaciones propias recordemos como ejemplo ‘Caída del Cielo’ (ver nuestra reseña) presentada con todos los honores en el Teatro Español en 2017. ‘Carnación es la última, estrenada en la Bienal de Danza de Venecia el pasado mes de julio, donde fue galardonada por ‘un lenguaje artístico propio, una joven radical del flamenco internacional recreando la tradición desde una aguda perspectiva contemporánea’. En ‘Carnación’ hay catarsis, sí, la de sus dos protagonistas, que llegan casi al éxtasis en su intercomunicación. Pero el espectador asiste conmocionado que no emocionado a un despliegue doloroso de furor y fragor que a lo más que llega es a ensombrecer el ánimo.

Aproximación a la propuesta (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Dirección musical 8
Dirección escénica 7
Coreografía: 7
Cante y baile 8
Interpretación 9
Programa de mano inexistente
Documentación a los medios escasa

Las Naves del Español en Matadero
Carnación
Una ‘performance’ de Rocío Molina con Niño de Elche
Del 3 al 10 de diciembre

ELENCO ARTÍSTICO
Baile _ Rocío Molina
Cante_ Niño de Elche
Piano/electrónica/programaciones _ Pepe Benítez
Violinista _ Maureen Choi
Soprano_ Olalla Alemán
EQUIPO TÉCNICO
Idea original y coreografía _ Rocío Molina
Dirección escénica _ Rocío Molina and Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola
Dirección musical _“Niño de Elche” en colaboración con Rocío Molina and Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola
Composición musical en Cumbia y Exorcismo _ Pepe Benítez
Gestación, acompañamiento y coordinación artística _ Julia Valencia
Diseño de vestuario _ Leandro Cano
Diseño escenografía _ Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola
Diseño iluminación _ Carlos Marquerie
Diseño sonido _ Javier Álvarez
Textos _ Enrique Fuenteblanc
Fotógrafo _ Simone Fratini
Artistas de Shibari _ Simone Fratini and GlüWür
Falda mimbre_ Wicker handcraft José Luis Encijo
Dirección de producción_ El Mandaito Producciones S.L.
Producción_ Danza Molina
Coproducción_ La Biennale di Venezia; Bienal de Flamenco de Sevilla; Grec 2023 Festival de Barcelona; Teatro Español.
Con el apoyo de Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música.

 

 

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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