El proceso de Kafka casi a domicilio

El proceso de Kafka casi a domicilio

El Centro Dramático Nacional nos ofrece una puesta en escena impresionante de la imperecedera novela, que gana sobre las tablas una cercanía asombrosa y una presencia más que inquietante. Una versión impecable y un montaje sobresaliente en todos sus aspectos. Cita imprescindible.

¿Y si una mañana fueras detenido sin haber hecho nada malo? Así comienza la pesadilla de Josef K., protagonista de El proceso, la novela inacabada de Franz Kafka, una tragicomedia del hombre contemporáneo en palabras de Ernesto Caballero, quien, para construir esta versión dice haberse inspirado sobre todo en el relato que el personaje del capellán de la cárcel le refiere a K. en el penúltimo capítulo de la novela: la historia del reo que permaneció toda su vida a las Puertas de la Ley tratando infructuosamente de franquearlas hasta perecer en el intento. Y efectivamente, eso le ha llevado a añadir al final una escena en la que Josef K. se sienta ante esas mismas puertas mientras un ángel observa la escena.

La versión capta con precisión los laberintos del absurdo e interminable entramado burocrático-administrativo que atrapa como tela de araña al insecto protagonista, que hasta entonces no se ha preocupado más que de su propia subsistencia. El sinsentido y la frustración van en aumento a medida que se enfrenta a un proceso que es una farsa que oculta el final predeterminado. Abogados, funcionarios, inspectores, ujieres, e incluso un retratista de lucidez espantosa, se van cruzando en su camino, complicando la maraña procesal de alguien cada vez más frágil, pero revestido de un “hálito heroico, digno, a pesar de su derrota final” piensa Caballero, y que al final comprende lo incomprensible de querer comprender nada.

La puesta en escena conserva la atracción morbosa de esta alegoría angustiosa y agobiante. La concepción escenográfica de Mónica Boromello, siendo de aplicación habitual de paneles movidos por los mismos personajes modificando el espacio conforme a las diferentes escenas, bajo un muro coronado de ventanucos amenazantes, contribuye ciertamente a recrear esta sátira grotesca, remitiéndonos a una oscura sacralidad y situándonos ante un estrado donde actúa un coro como un personaje proteico y multiforme, en una penumbra bien ambientada por Paco Ariza, con un vestuario sugerente de Anna Tusell y una notable caracterización de Sara Álvarez.

Mención especial merece la banda sonora original del compositor José María Sánchez-Verdú, una música ambiental de ruidos telúricos, chirridos fantasmales, atmósferas infernales y acordes misteriosos, que envuelve sugestivamente la trama gracias a un excelente espacio sonoro de Miguel Agramonte.

Ernesto Caballero es uno de los tres mejores directores teatrales con que contamos. Al gran montaje aúna una dirección actoral de carácter propio. El reparto habla con originalidad, entre lo real y lo soñado, y el complicado movimiento en escena de ocho actores en 22 personajes está resuelto a la perfección, gracias al rigor de José Luis Sendarrubias. Carlos Hipólito confirma su valía en este Josef K. estupefacto ante el absurdo abismo que se abre a sus pies, y le secunda un reparto realmente estelar en el que si destacas a Alberto Jiménez como Tintorelli y el capellán, tienes que recordar a Felipe Ansola en sus tres versiones, y a Olivia Baglivi, Jorge Basanta, Paco Ochoa, Ainhoa Santamaría y Juan Carlos Talavera en todas sus apariciones.

Franz Kafka (Praga, 1883-Kierling, Austria, 1924) fue un judío asquenací, con inquietudes religiosas y políticas, de mala salud, perseguido por el insomnio y las cefaleas, que frecuentaba prostitutas y tenía cierta afición a la pornografía, convertido al vegetarianismo, que se consumió rápidamente y dejó una obra literaria pequeña pero de las más influyentes de la literatura universal.

El 28 de junio de 1914 fue el atentado de Sarajevo y justo un mes después el imperio autrohúngao invadió Serbia dando comienzo a la primera guerra mundial. En este contexto, empezó a escribir El Proceso en agosto de ese año, con 31 de edad recién cumplidos, y continuó avanzando a trompicones hasta enero de 1915, abandonando el manuscrito sin poderlo terminar. Se publicó póstumamente e inconcluso en 1925, y ha sido calificado de literatura del absurdo, de precursor del existencialismo y de ficción distópica. A fecha de hoy existen unas diecinueve traducciones al castellano de la obra. En su aspecto exterior, es la peripecia de una víctima del poder estatal que no respeta ni cumple el principio de seguridad jurídica; un sujeto normal y corriente que es arrestado y condenado por algo que desconoce. Está escrita a borbotones, es irregular, a veces ininteligible, y se nota claramente que no estaba terminada, que era una sucesión más o menos engarzada de piezas en bruto. Con el tiempo se le ha encontrado explicación, como a todo en la vida. Se dice en “Franz Kafka: el escritor y su proceso a los 90 años de su muerte”, por ejemplo, que en primera lectura deja una sensación extraña, se nota que no hay continuidad entre los capítulos, que se unen confusamente, que les falta algo, pero ‘uego, cuando nos volvemos a aproximar a sus páginas o repensamos la historia, nos damos cuenta que, en realidad, esa sensación de vacío e incoherencia, desorden o confusión se debe más bien a la historia misma que se nos narra, a las situaciones absurdas, injustas e inadmisibles que vive el protagonista’.

Fuera como fuese, que a Kafka le preocupara la Justicia, lo legal y lo jurídico, se deduce de que estudiara Derecho y de que su profesión fuera la de asesor jurídico en una compañía de seguros. El proceso nos permite entender hasta donde pueden llegar los regímenes autoritarios y las consecuencias del ejercicio arbitrario del poder sobre los derechos de los individuos; la corrupción de los entes judiciales; la violación de las garantías procesales y, lo más interesante, la presencia de una sociedad inerme que vive y asume con naturalidad situaciones absurdas y logra adaptarse a ellas para sobrevivir.

La parábola ‘Ante la Ley’, que se encuentra en el propio texto de ‘El proceso’, refleja justamente estos aspectos. En esta se habla de la inaccesibilidad a la ley, a su contenido, a su interpretación así como de la imposibilidad de acceder a los órganos competentes llamados a aplicarla; se hace referencia igualmente a la arbitrariedad del poder cuándo la voluntad de los funcionarios (el guardián) y no la voluntad expresada en leyes escritas, es la que define el destino de los hombres. Ante el ejercicio arbitrario del poder, el individuo y la sociedad en conjunto, por miedo y sumisión, no encuentran las herramientas para rebelarse y ello los obliga a anular su libertad y a entrar en un estado de inercia que los lleva a adaptarse a circunstancias indignas e inhumanas. La norma que se le aplica al Josef K. no es el derecho positivo sino una justicia a la que no se puede acceder puesto que se le niega el contenido de los códigos, el conocimiento de quien los juzga, el saber cuáles son los pasos que debe seguir para su defensa. Reclama justicia en nombre de la Ley, de la legalidad vigente en el Estado en el que vive, pero descubre finalmente que es una entelequia inaccesible. Todo ello de enorme actualidad hoy día, cuando el laberinto legislativo es usado vilmente en la lucha por el poder, cuando venalidades e incompetencias impiden justicia al ciudadano corriente, cuando el poder legislativo independiente y vigilante ha pasado a la historia si es que existió alguna vez.

Más allá de reflejar la injusticia intrínseca de las estructuras sociales, ‘El proceso’ es una parábola del absurdo de la existencia, de la imposibilidad de comprender, de la falta de respuestas. Y eso es lo más inquietante de este proceso, del relato original, de la dramaturgia que comentamos, de la misma vida.

‘––No ––dijo el sacerdote––, no se debe tener todo por verdad, sólo se tiene que considerar necesario.
––Triste opinión ––dijo K––. La mentira se eleva a fundamento del orden mundial’.

VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Dramaturgia: 9
Dirección: 9
Puesta en escena: 8
Interpretación: 8
Música: 8
Producción: 9
Programa de mano: 7
Documentación a los medios: 6

CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
Teatro María Guerrero
EL PROCESO
Basada en la novela de Franz Kafka
Con dramaturgia y dirección de Ernesto Caballero
Del 17 de febrero al 2 de abril de 2023

Reparto (por orden alfabético)
Felipe Ansola – Estudiante, Azotador, Fabricante
Olivia Baglivi – Señora Bürstner, Leni, Niña Titorelli 1
Jorge Basanta – Willem, Huld
Carlos Hipólito – Josef K.
Alberto Jiménez – Franz, El pintor Titorelli, El capellán de la prisión
Paco Ochoa – Juez instructor, Hombre alto, El tío Albert, Block
Ainhoa Santamaría – Señora Grubach, Mujer del juzgado, Niña Titorelli 2
Juan Carlos Talavera – Inspector, Ujier, Jefe de departamento

Equipo artístico
Escenografía Mónica Boromello
Iluminación Paco Ariza
Vestuario Anna Tusell
Música original José María Sánchez-Verdú
Espacio sonoro Miguel Agramonte
Caracterización Sara Álvarez
Movimiento José Luis Sendarrubias
Ayudante de dirección Pablo Quijano
Ayudante de escenografía Mauro Coll
Ayudante de iluminación Daniel Checa
Ayudante de vestuario Eleni Chaidemenaki
Fotografía Luz Soria
Tráiler Bárbara Sánchez Palomero
Diseño de cartel Equipo SOPA
Coproducción Centro Dramático Nacional y Lantia Escénica

De martes a domingo a las 20:00
Función matinal: martes 14 de marzo a las 12:00
Encuentro con el equipo artístico – Jueves 2 de marzo de 2023
Funciones accesibles – Jueves 16 y viernes 17 de marzo de 2023
Duración del espectáculo – 100 minutos
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 Madrid.

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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