Concomitancias entre Picasso y Klee

Concomitancias entre Picasso y Klee

Con una presencia más fuerte del malagueño que del suizo, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza nos invita a cavilar y calibrar lo que sus tan distintas trayectorias artísticas pudieran haber tenido en común. Pasen, vean y juzguen, siempre se puede y se debe volver a los clásicos.

‘Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen’ quiere resaltar la conexión entre los dos artistas rindiendo homenaje al mismo tiempo a este coleccionista y comerciante de arte que se menciona en el título, uno de los más relevantes del siglo XX. Se exponen 49 obras procedentes del museo que lleva su nombre, cuyo proceso de remodelación está siendo aprovechado para exponer sus fondos internacionalmente. El conjunto se completa con catorce piezas del Thyssen-Bornemisza, seis de ellas de pintura antigua que dialogan con estos dos tan destacados contemporáneos.

Heinz Berggruen (Berlín, 1914 – París, 2007) se interesó por primera vez en la pintura moderna durante sus años de exilio en San Francisco, etapa en la que trabajó en el San Francisco Museum of Art y colaboró brevemente con el artista mexicano Diego Rivera. A su vuelta a Europa, tras la Segunda Guerra Mundial, se inició en el mercado del arte y abrió su primera sala en París en 1948. Años más tarde, adquirió otro local que se convertiría en la Galerie Berggruen & Cie. A pesar de que París ya no era el principal foco artístico, Berggruen tuvo un papel decisivo en el mercado internacional durante la segunda mitad del siglo XX, centrándose en recuperar obras importantes de colecciones prestigiosas y captar como clientes a grandes mecenas del arte contemporáneo. A partir de 1980, se dedicó en exclusiva al coleccionismo de obras de maestros del siglo XX, fundamentalmente de Picasso y Klee, a quienes calificó en sus memorias como “los dos creadores fundamentales de la primera mitad de nuestro siglo”. En el año 2000, su extraordinario conjunto artístico fue adquirido por el gobierno alemán, dando lugar a la creación del Museum Berggruen como parte de la Nationalgalerie, en un proceso muy similar al protagonizado por Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza y el Estado español en 1993.

Tal y como se presenta esta iniciativa, Pablo Picasso (1871-1973), más terrenal, excesivo, meridional y sensual, y Paul Klee (1879-1940), más introspectivo, espiritual e intelectual, el uno andaluz, el otro suizo, poseían personalidades muy opuestas. A pesar de ello, mostraron interés el uno por el otro y tanto sus procesos creativos como sus obras podrían guardar semejanzas en algunos aspectos. Les une el espíritu de experimentación, la facilidad para el dibujo, el interés por los mismos géneros y temas, la inclinación por la sátira y el sarcasmo como medio de transgresión, y la deformación de las formas y el cuerpo humano. A través de un lenguaje plástico cargado de radicalidad, contribuyeron a transformar la manera de mirar el mundo, dejando una profunda impronta en el desarrollo del arte contemporáneo.

Son cuatro las secciones de la muestra: en ‘Retratos y máscaras’ se refleja el papel decisivo de ambos en el cambio de paradigma del retrato moderno. A través de la deformación caricaturesca y el enmascaramiento, contribuyeron a redefinir el género, cada uno con su estilo y con diferentes significados. En sus obras, la identidad aparente cede paso a una más profunda y reveladora. Los dos estudios de Desnudo con paños de Picasso, junto a Cabeza de mujer (1906-1907) y Desnudo femenino (Estudio para Las señoritas de Aviñón) (1907), muestran la influencia que las máscaras de culturas no occidentales ejercieron sobre el artista malagueño, quien no las concebía solo como un recurso formal, sino que reconocía en ellas una dimensión mágica y transformadora. Asimismo, su habilidad para la caricatura queda reflejada en sus retratos cubistas, como Hombre con clarinete (1911-1912), y en los que realizó de Dora Maar, para los que recurre a la deformación y al desmembramiento del cuerpo humano.

Klee también experimentó con recursos de reducción y distorsión y con el ocultamiento de las máscaras, influido por la fascinación que le provocaban las piezas del museo etnográfico de Múnich y las caretas de los teatros de marionetas. En sus retratos trasciende la apariencia externa para reflejar lo que se oculta bajo la superficie, empleando un grafismo de aparente sencillez y técnicas propias de la caricatura. Esto se aprecia en obras como La señora R. viajando por el sur (1924), donde la figura adquiere un aire fantasmal, y en Dama con lacre (1930), cuya retratada destaca por la palidez de su piel y unos labios rojos de los que emerge una línea negra que define sus facciones de mujer fatal.

En la siguiente sección, ‘Lugares’, vemos que el paisaje fue un tema fundamental en sus comienzos. Para el artista español, fue clave en el desarrollo de numerosas experimentaciones, especialmente en la gestación del cubismo. Sus panorámicas de Horta del Ebro, con sus múltiples puntos de vista y sus superficies fragmentadas, fueron consideradas por Gertude Stein como sus primeras obras de este estilo. En la exposición, su interés por el paisaje queda reflejado en Naturaleza muerta delante de una ventana, Saint-Raphaël (1919) y Vista de Saint-Malo (1922). Sin embargo, no lo cultivó con la misma intensidad que Klee, quien concedió a este género un lugar central en su trayectoria. Su viaje a Túnez en 1914 repercutió en su estilo, comenzando a alejarse de la mimesis y a dialogar con la naturaleza con el fin de descubrir su funcionamiento y estructura interna. La conexión temática entre ambos artistas se remonta a 1912 y el lenguaje cubista influiría de forma notable en Klee, como puede comprobarse en obras como Ciudad de ensueño y Casa giratoria, ambas de 1921.

¿Picasso o Klee?

A continuación, la sala ‘Cosas’ se expone como compartieron el deseo de comprender la esencia de las cosas y hallaron en las naturalezas muertas ocasión para descomponer y reconstruir lo real. Picasso lo experimentó de forma constante para desafiar las normas establecidas. A partir de 1912 introdujo periódicos, serrín o naipes, como en Naturaleza muerta con racimo de uvas (1914), sentando así las bases del cubismo sintético, en el que lo real se unifica con lo representado. Klee, en lugar de deconstruir los cuerpos, crea arquitecturas oníricas a través de la unión de elementos más pequeños y dejando flotar las formas en un espacio indefinido. En su ensayo Wege des Naturstudiums (Caminos del estudio de la naturaleza), defendió que la esencia de un objeto va más allá de su apariencia exterior, investigando la estructura interna de seres vivos e inanimados como en Porcelana china (1923) y Flor y fruta (1927).

El cuarto y último espacio expositivo, ‘Arlequines y desnudos’, se centra en el interés de Picasso por el cuerpo como en Dos bañistas (1921), Bañista reclinada (1920) y Silenos con danzantes (1933), y en el mundo circense, como Arlequín sentado (1905), Circo (1968-1969) o Arlequín con espejo (1923), obra que en el pasado perteneció a Heinz Berggruen y que actualmente forma parte de la colección permanente del Museo Thyssen. Klee también se inspiró en el circo y lo pintó en diversas ocasiones, aunque abordó el cuerpo de forma diferente a Picasso, concibiéndolo como una extensión de la arquitectura en la que se ubica. Esta idea se manifestaría en Arlequín en el puente (1920), donde tanto la estructura del puente como la figura comparten patrones geométricos y una paleta cromática similar que los funde en un único conjunto, y en Despertar (1920), en la que la silueta reclinada se integra con el fondo mediante formas y gamas cromáticas afines.

Sin que podamos dar del dato exacto, la impresión general es que hay expuesta muchas más obra de Picasso que de Klee, y que en general resulta más accesible a la mirada del visitante convencional. La exposición es abarcable y se mueve en terrenos ya muy conocidos por cualquier aficionado al arte contemporáneo. La conexión de ambos artistas es evidente, como no podía ser de otra manera, dada su proximidad espaciotemporal, pero más allá de temáticas y estilos, no parece haber contacto. Solo se vieron dos veces personalmente -en 1933 Klee visitó a Picasso en su estudio de París, y en 1937 este le devolvió la visita, yendo a la casa de Klee en Berna- pero estuvieron muy atentos a la actividad del otro, y se mostraron un respeto recíproco a pesar de sus diferentes caracteres y visiones. Sin duda, el primero sería la parte más influyente en la mutua interrelación. Ya en 2010, la exposición ‘Klee meets Picasso» en el Zentrum Paul Klee en Berna, mostraba su compleja relación artística, recogiendo la mezcla de admiración y distancia crítica de Klee hacia Picasso.

Aproximación a la propuesta (del 1 al 10)
Interés: 7
Despliegue: 7
Comisariado: 7
Programa de mano: n/v
Catálogo: n/v
Documentación a los medios: 8

Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen
Obras del Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie de Berlín
Del 28 de octubre de 2025 al 1 de febrero de 2026
Comisarios: Paloma Alarcó, conservadora-jefe de Pintura Moderna del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, y Gabriel Montua, director del Museo Berggruen.
Comisarias adjuntas: Marta Ruiz del Árbol, conservadora senior de Pintura Moderna del Museo Thyssen y Natalie Zimmer, conservadora del Museum Berggruen.
Organizado por: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie Berlín. Con la colaboración de: Comunidad de Madrid.

 

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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