'Miguel Gila, vida y obra de un genio' (Ed. Libros del Silencio), de Juan Carlos Ortega y Marc Lobato, recoge los pasajes más interesantes de la trayectoría del cómico

El perfil desconocido de Gila, el republicano que cautivó a Carmen Polo

Se libró de un fusilamiento porque sus asesinos estaban borrachos, odiaba el ruido y puntuaba siempre sus actuaciones

Miguel Gila (Madrid, 1919) hizo del teléfono su seña de identidad. A través de él protagonizó más de un monólogo que emocionaba de igual manera a mayores, niños, hombres o mujeres. Daba igual. El humor absurdo del madrileño no distinguía edad, sexo y ni siquiera capacidad intelectual.

Quizá por ello, Juan Carlos Ortega y Marc Lobato, un humorista y un periodista respectivamente, han creído oportuno recoger en cerca de 400 páginas los mejores pasajes de su vida en ‘Miguel Gila, vida y obra de un genio’ (Ed. Libros del Silencio). Incluyendo en ellos los capítulos más desconocidos de su biografía como por ejemplo su carácter taciturno (odiaba el ruido), su genialidades como dibujante (fue en la pimera faceta en la que destacó) o su autoexigencia (puntuaba de 1 a 10 cada una de sus actuaciones a lo largo de su trayectoría).

HUÉRFANO DE PADRE, ‘VIUDO A LOS CATORCE’

Madrileño, del barrio de Chamberí, la vida de Miguel Gila está teñida de desgracia sobre todo en sus origenes. De familia muy humilde, perdió a su padre de manera muy temprana. No le llegó a conocer. Le quedaban dos meses para nacer cuando su progenitor, a sus 22 años, murió a causa de una rara enfermedad cuyos sintomas presentaban unos extraños puntos rojos. Su madre no tardó en rehacer su vida pero el pequeño Gila se sentía más cómodo con sus abuelos paternos, a los que consideró a la postre sus verdaderos padres.

La fatalidad también sacudió al Gila adolescente al fallecer su primera novia, cuando él tenía tan sólo catorce años. Años más tarde, cuando ya era famoso, no reparó en reconocer en una entrevista que se quedó «viudo a los catorce».

De su juventud destaca su primera incursión en el humor, sus dibujos que hacían troncharse de risa a sus compañeros de colegio, y que le llevaron a participar en la revista satírica más prestigiosa del momento, ‘La Codorniz’.

EL REPUBLICANO QUE ACTUÓ PARA FRANCO

Su lado político se resume con su participación durante la Guerra Civil en el bando republicano y su encierro posterior en las cárceles de Carabanchel, Yeserías y Torrijos. Reseñable es el momento en que se salvó de un fusilamiento porque los que iban a ser sus asesinos estaban borrachos como una cuba y no acertaron a dispararle.

Años más tarde, cuando ya era un cómico de gran fama, se daría una gran contradicción. Sería invitado por Franco a la Granja para conmemorar el alzamiento de los grises. Según la biografía:

Lo gracioso del hecho es que nunca fue Franco quien quiso que Gila actuara para él. Fue su esposa, Carmen Polo, quien reiteradamente le pedía a su marido que invitara a La Granja a ‘ese joven tan ocurrente’.

LA REPETICIÓN DE SUS MONÓLOGOS: LA CONSTANTE CRÍTICA DE SUS DETRACTORES

Aunque el humor de Gila tuvo muchos fans e hizo que el humorista ganara considerables sumas de dinero con sus actuaciones -en 1952 confesó haber ganado medio millón de pesetas de la época en sólo nueve meses-, su trayectoria no fue bien vista por todos.

Sus mayores detractores destacaban la repetición de su repertorio de chistes (sobre todo ‘La historia de mi vida’ y el que tenía a la guerra como protagonista cuyas frases más memorables aún hoy muchos recuerdan «¿Oiga? ¿Es el enemigo? ¡Que se ponga!»).

El teléfono también era objeto de discordia en algunos teatros en los que actuaba. Según el libro de Juan Carlos Ortega y Marc Lobato:

A pesar de la presión de los que programaban sus actuaciones para que utilizará un móvil en el escenario, Miguel siempre se negó. En sus monólogos seguiría compartiendo el protagonismo con aquel pesado teléfono oscuro de marcación por rueda.

Cuarenta años más tarde, Telefónica tenía un detalle con el humorista:

Le regaló a Gila una réplica en plata. Según la compañía, fue un reconocimiento a la importante difusión del uso del aparato que Miguel hizo a la lo largo de toda su carrera.

 

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Autor

Irene Perezagua

Ejecutiva de cuentas en Interprofit. Fue redactora de Periodista Digital entre 2011 y 2013

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