El Teatro Real estrenó ayer una nueva producción compuesta por dos óperas italianas del siglo pasado: Il prigioniero, de Luigi Dallapiccola (1949), y Suor Angelica, de Giacomo Puccini (1918). En las dos obras, concebidas como una unidad dramática por Gerard Mortier, ‘los protagonistas, víctimas de un perverso mecanismo represivo soportan la expiación alimentando la esperanza’. En la de Puccini, una madre soltera, enclaustrada en un convento, espera noticias del hijo que le fue arrebatado; en la de Dallapiccola, un prisionero anhela su libertad en una tenebrosa cárcel de la Inquisición en Zaragoza. No es que sea un programa muy animado para este otoño lluvioso y de crisis. La propuesta es una vez más discutible. Música y escena aparecieron bastante bien conjuntadas, novedad positiva en este coso. El director musical Ingo Metzmacher estuvo soberbio y el director de escena Lluís Pasqual aceptable. Buen reparto: mejor la monja que el prisionero.
Dallapiccola admitió en en 1960: “Amo la ópera sobre todo porque me parece el medio más apropiado para exponer mi pensamiento”. Traumatizado por el miedo a que a su esposa judía la detuvieran los regímenes de Mussolini e Hitler durante la segunda guerra mundial, trabajó obsesivamente en un argumento que por no enfrentar la contemporánea verdad mussoliniana y colaboracionista de su patria, recurrió a la socorrida y siempre falsa memoria histórica para montar un panfleto antiespañol, un refrito tardío de la leyenda negra, de lo malo que era Felipe II, de lo buenos que eran los rebeldes flamencos y valones y del grado de perversidad de nuestros inquisidores que se dedicaban a juzgar delitos políticos (¡!) y no se contentaban con las peores torturas sino que sembraban falsas esperanzas en el condenado antes de apiolarle. Un libreto lamentable, una partitura dodecáfonica interesante aunque menor, y un estreno en España que nos podíamos haber ahorrado tranquilamente si no fuera por la agenda oculta y siempre afilada del señor Mortier que dice querer mucho a España pero que al final siempre nos ve quemando herejes. No sabe uno ya como explicar que a los judíos en España se los expulsó y no se los masacró sistemáticamente como en centroeuropa.
Puccini es Puccini, aunque ‘Suor Angelica’ haya sido extraída de su contexto natural, el tríptico en el que el autor la encajó junto a ‘Il tabarro’ y ‘Gianni Schicchi’. También la concibió a partir de experiencias personales, pues su hermana mayor Iginia había profesado en las Agustinianas de San Nicolás en 1875, no sabemos si por razones parecidas a esta Angelica, una joven perteneciente a la nobleza que al quedar embarazada es obligada por la familia a encerrarse en un convento. Aunque Pasqual y Mortier han querido forzar el original hacia un alegato contra la vida monástica e incluso contra el mismo catolicismo, lo cierto es que el argumento no carga las tintas tras los muros del convento, aunque es crítico con el oscurantismo de la época y conmovedor en su impactante final, puesto que la pobre monja se suicida para reunirse con su hijito querido en el cielo comprendiendo tarde que al hacerlo ha cometido un terrible pecado mortal que le impedirá reunirse con el niño en la otra vida y la sumirá en el infierno. Además, Puccini salva su fe porque en el trance de la muerte acontece un milagro y a la pobre moribunda se le aparece la Virgen con un coro de ángeles mostrándole a su hijo. Tradicionalmente, es la pieza menos valorada del Trittico, y sin embargo el título más querido por Puccini y quizá el más novedoso de su estilo tardío. Ciertamente un ‘melodramma’ perfectamente estructurado y de argumento difícil ya entonces por no decir ahora, pero con una bellísima partitura, con ecos del Parsifal wagneriano y aires del impresionismo francés, con motivos cromáticos como la cuerda que representa la desesperación de Suor Angelica cuando exige a su tía noticias de su hijo.
Así pues estamos ante una propuesta original -pues al parecer nunca antes las dos obras habían sido programadas conjuntamente- que debemos valorar en lo que vale siempre la innovación y el riesgo, y juzgar ecuánimemente tan sólo por sus resultados. Musicalmente, esta fusión, denominada acertadamente de romanticismo terminal y neoclasicismo postcubista, resultó muy interesante sobre todo con la extraordinaria ejecución orquestal conseguida por la batuta de Ingo Metzmacher, quien demostró que su mucha fama es bien merecida. Este año ha dirigido antes de llegar a Madrid, Die Soldaten en el Festival de Salzburgo, Macbeth en el Grand Théâtre de Ginebra, Aufstieg und Fall der Stadt Mahagonny en la Staatsoper de Viena, Dionysos de Wolfgang Rihm en la Staatsoper de Berlín y Palestrina en la Opernhaus de Zúrich. Fue un inconmensurable placer observarle desde muy cerca como afortunadamente estábamos, dirigir a una crecida y creciente orquesta titular que ya está en primera línea en el panorama operístico europeo.
En cuanto al trasfondo ideológico, negamos la mayor y pensamos que la pirueta intelectual termina en morrón ante cualquier intelecto dialéctico. Resulta forzado el planteamiento unificador de presentar a los dos protagonistas como dos prisioneros, uno de la dictadura política, otra de la dictadura religiosa, dos víctimas de un oscurantismo del que no podrán liberarse ni aún al precio de una transfiguración ilusoria, dos seres dolientes del mismo dolor, de idéntica vulneración del sentimiento y el derecho. El eje conductor termina señalando a donde siempre señalan los ricos y hábiles exponentes de la actual cultura dominante, al catolicismo como raíz de todos los males. Nunca estaremos de acuerdo con tal simplificación grosera. Y mucho menos con que errores pasados se presenten como culpas actuales.
Siendo la presentación escénica la responsable de cumplir las directrices ideológicas, son varias nuestras objeciones al director de escena, pero siempre partiendo de reconocer su notable desempeño. Resumiendo aspectos y detalles diríamos que puesta toda la dramaturgia al servicio del ingenioso andamiaje que unifica ambos argumentos la representación no colabora a una mayor comprensión e impacto dela trama sino que la oscurece y complica hasta el punto de necesitar explicaciones previas. Ocurre mucho últimamente que las dramaturgias no se explican por sí mismas si no se recurre a explicaciones suplementarias de sus creadores. Es tan anómalo como el novelista que tiene que explicar su novela.
Esta máquina infernal que dicen inspirada en un torniquete y aspirante también a ser torno, ni comienza siendo una prisión ni termina siendo un convento; es ciertamente una bella creación del escenógrafo Paco Azorín, que une estética y técnica en un artilugio misterioso que primera suscita una galería espiral de calabozos por la cual las evoluciones del prisionero y su carcelero carecen de sentido, y luego un convento en esqueleto no demasiado estético. Cuando abre sus fauces el objeto no identificado cumple mejor su cometido, pero en Suor Angelica pierde todo protagonismo y queda un tanto arrinconado. Por lo demás, excelentes contrastes de luces y sombras en ambas piezas, y feos figurines para Il Prigionero. Los de Suor Angelica era escelentes porque consitían simplemente en los hábitos y tocas reglamentarios.
En cuanto al reparto, fue notable la calidad del conjunto y sobresaliente la interpretación actoral. Hay que destacar en primer lugar a la soprano Veronika Dzhioeva (que ya estuvo en el Real en Iolante) como Suor Angelica, otro lucido papel pucciniano para protagonista femenina aunque no llegue a sus afamadas Butterfly y Turandot. Deborah Polaski interpreta a La madre en la ópera de Dallapiccola y a La tía princesa en la de Puccini: la soprano americana estuvo versátil y adecuada en papeles tan diferentes, haciendo honor al hecho de su presencia durante toda una década en el Festival de Bayreuth, y a sus anteriores presencias en el Real, como Kostelnička en Jenůfa y en el papel de la protagonista en Elektra. El barítono Vito Priante fue un prisionero aceptable y en los papeles secundarios de la congregación religiosa fueron de celebrar un ramillete de voces españolas, las de las mezzosopranos María Luisa Corbacho, Marina Rodríguez-Cusí, Itxaro Mentxaka (mezzosoprano) y las sopranos Auxiliadora Toledano y Maira Rodríguez. Se echó en falta la ausencia de coro en la primera obra y su ocultamiento entre bastidores en la segunda: los coros en escena siempre realzan el espectáculo.
El público del Real por primera vez desde hace tiempo estuvo unánime en los aplausos y los mantuvo a lo largo de todas las salidas al escenario, incluyendo al director de escena, que quizás temía peor despedida ante la suerte de sus antecesores en este difícil templo. Las refinadas partituras de Dallapiccola y Puccini sirvieron para denunciar aspectos reprobables de la conducta humana, la tortura y el integrismo al servicio de una moralidad dogmática, oscura y represiva. Patologías del pasado que no fueron privativas de nación, religión o raza determinada, y que han sido sustituidas por opresiones más sutiles merecedoras de denuncias que nunca llegan.
Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 7
Libretos: 4-6
Partitura: 6-7
Dirección musical: 8
Dirección artística: 6
Voces: 7
Interpretación: 8
Escenografía: 5
Orquesta: 7
Coros: 7
Realización: 7
Producción: 6
IL PRIGIONIERO
Luigi Dallapiccola (1904-1975)
SUOR ANGELICA
Giacomo Puccini (1858-1924)
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Gran Teatre del Liceu de Barcelona
Duración aproximada: Il Prigioniero: 55 min – Pausa de 30 min – Suor Angelica: 1 hora
Fechas: 2, 3, 4, 6, 7, 8, 9, 11, 12, 13, 15 de noviembre de 2012, a las 20.00 horas; domingos, 18.00 horas.
Funciones con precio reducido los días 6 y 13.
La función del día 15 será transmitida en directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España.
Director musical Ingo Metzmacher
Director de escena Lluís Pasqual
Escenógrafo Paco Azorín
Figurinista Isidre Prunés
Iluminador Pascal Mérat
Director del coro Andrés Máspero
Maestros repetidores Riccardo Bini, Mack Sawyer
Asistente del director musical Arnaud Arbet
Asistente del director de escena Leo Castaldi
Reparto de Il Prigioniero
La madre Deborah Polaski (soprano)
El prisionero Vito Priante (bajo-barítono)
El carcelero / El gran Inquisidor Donald Kaasch (tenor)
Primer sacerdote Gerardo López (tenor)
Segundo sacerdote David Rubiera (barítono)
Reparto de Suor Angelica
Suor Angelica, Veronika Dzhioeva (soprano) Días 2,4,7,9, 12,15
Julianna Di Giacomo (soprano) Días 3, 6, 8, 11, 13
La tía princesa Deborah Polaski (soprano)
La abadesa María Luisa Corbacho (mezzosoprano)
La hermana celadora Marina Rodríguez-Cusí (mezzosoprano)
La maestra de las novicias Itxaro Mentxaka (mezzosoprano)
Suor Genovieffa Auxiliadora Toledano (soprano)
Suor Osmina Maira Rodríguez* (soprano)
Suor Dolcina Rossella Cerioni*(soprano)
La hermana enfermera Anna Tobella (mezzosoprano)
Primera medicante Sandra Ferrández (soprano)
Segunda medicante Maite Maruri (soprano)
La novicia Legipsy Álvarez* (soprano)
Primera conversa Debora Abramowicz* (soprano)
Segunda conversa Carolina Muñoz* (mezzosoprano)
Soprano sola Esther González*
*Miembros del Coro Titular del Teatro Real
Pequeños Cantores de la JORCAM
Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo)
Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid).