Tanto se habla críticamente de lo negativo de la sexualidad fuera del matrimonio, que la misma sexualidad dentro del matrimonio parece haberse convertido en una imperfección permitida
El arzobispo de Glasgow, Philip Tartaglia, pidió hoy a los obispos reunidos en el Sínodo sobre la familia, que se celebra en el Vaticano, que no «fallen» a quienes fracasan en su matrimonio y se quieren acercar a la Iglesia católica.
El arzobispo escocés fue el encargado hoy de pronunciar la homilía durante el rezo de apertura de la reunión de la mañana y entró de lleno en el debate más controvertido del Sínodo, que es el del comportamiento de la Iglesia católica con los divorciados.
«La Iglesia tiene que encontrar una manera de hablar con las palabras de amor de San Pablo y obrar con compasión y perdonar, pero también sanar, renovar y ayudar a levantarse«, explicó Tartaglia según el texto que difundió la oficina de prensa del Vaticano.
Para Tartaglia, la Iglesia tiene que tener «compasión por el dolor y por la laceración de los corazones humanos atrapados en la separación, la traición y el divorcio«.
«En momentos de angustia y de desgracia, la gente regresa instintivamente a la Iglesia para recibir esperanza, consuelo e inspiración. No debemos fallarles», indicó.
Y añadió que «en la cruz, Jesús sufrió con paciencia, perdonó a sus verdugos y abrió los brazos para abrazar y dar la bienvenida a todos los pecadores y a todos los que sufrían dolor y angustia».
Para apoyar su reflexión, el arzobispo escocés puso como ejemplo el referéndum celebrado en Escocia para la independencia y de cómo tras el resultado, en el que ganó el permanecer en el Reino Unido, la pregunta era: «¿las comunidades, familias y amigos galeses podrán conciliar sus diferencias?».
El arzobispo explicó que la respuesta es «el amor», que «puede siempre llegar a la realidad, a los aspectos prácticos, y a todas las circunstancias de la vida real, de la familia, de la amistad, del trabajo y de la política».
La reflexión del arzobispo fue publicada por el Vaticano ya que se trató de la homilía durante la oración de la mañana, mientras que las ponencias del resto de obispos no serán divulgadas.
Aunque tampoco el arzobispo entró en detalle sobre la posibilidad de que los divorciados que se casan de nuevo puedan volver a recibir los sacramentos, este argumento centra el debate en estos días entre los aperturistas y aquellos que afirman que quienes se han vuelto a casar no pueden regresar plenamente a la Iglesia.
Por su parte, los obispos latinoamericanos que intervinieron hoy en el Sínodo que se está celebrando en el Vaticano trasladaron su preocupación por cómo el machismo y la violencia doméstica afectan a las familias.
El portavoz vaticano para el sínodo, Manuel Dorantes, explicó que durante las intervenciones de ayer y de hoy en el Aula del Sínodo, obispos de Latinoamérica, África y Medio Oriente expresaron la necesidad de que la Iglesia católica defienda la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres. Ello ayudaría a solventar algunos de los problemas de las familias actuales.
Los obispos latinoamericanos coincidieron en que el machismo en Latinoamérica es un problema importante para la Iglesia, pues se suma a la pérdida de valores que terminan en la pérdida de fe.
Un machismo, explicaron los obispos, que está relacionado con la violencia doméstica, otro de los problemas de las familias en Latinoamérica, agregó la fuente.
En el sínodo, también se habló de la poligamia como uno de los problemas con que lidian los obispos católicos en África, pero que es difícil de afrontar ya que no se puede obligar al hombre a abandonar a sus mujeres, que quedarían solas en la sociedad.
Durante las sesiones de debate de ayer y de hoy, sobre las que informó el Vaticano, otro de los temas fue el de la crisis económica como causa de fragmentación de las familias.
Para uno de los llamados padres sinodales, como se denominan a aquellos que presentan sus ponencias, las tres grandes amenazas para la familia son «la pobreza, la emigración y la violencia».
Para este participante, la injusticia social y la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres son causas por las que la familia acaba disgregándose.
La falta de oportunidades empuja a veces a los miembros de una familia a perder sus valores y a caer en la delincuencia y el narcotráfico.
También los obispos latinoamericanos hablaron de cómo la pobreza empuja a muchos a emigrar. A veces se trata de jóvenes y niños que viajan solos y son objeto de violencia.
Los problemas de las familias, desde la disgregación por las separaciones hasta abusos psicológicos y sexuales, la Iglesia quiere dar una respuesta adecuada a los tiempos actuales, aseguró el cardenal brasileño Raymundo Damasceno Assis.
Con esas palabras, el arzobispo de Aparecida introdujo esta mañana los trabajos de la tercera jornada de la asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, una cumbre episcopal que analiza los desafíos de las familias en el contexto actual.
«En una Iglesia que el santo padre no dudó en comparar con un hospital de campaña después de la batalla, queremos salir como pastores al encuentro de tantas familias en crisis para dar una respuesta inspirada en el evangelio de la misericordia«, afirmó el purpurado, hablando en italiano.
Damasceno Assis es uno de los tres presidentes delegados que, por turnos, encabezan los debates en el encuentro del cual participan 191 padres sinodales, en la Sala Nueva del Sínodo ubicada dentro del complejo Aula Pablo VI del Vaticano.
El purpurado advirtió que no se pueden ignorar las muchas situaciones críticas de la vida familiar, debida sea a factores internos como externos, entre los cuales incluyó la dificultad de relación y de comunicación entre los miembros de la familia, entre los cónyuges, entre los padres y los hijos, entre los hermanos.
Además señaló la fragmentación y disgregación provocadas sea por el divorcio o por la separación de los esposos, sea por otras situaciones críticas, que van desde realidades familiares alargadas con múltiples relaciones invasivas a las uniones de hecho.
«Tantas otras situaciones exigen nuestra atención y caridad pastoral, las diversas formas de violencia y abuso a nivel psicológico, físico y sexual, en detrimento de las mujeres y -sobre todo- de los niños, que interpelan fuertemente no sólo la sociedad sino también la Iglesia misma, las diversas dependencias a la droga, alcohol, juegos de azar, los medios y las redes sociales», ponderó.
Sostuvo que la Iglesia no quiere que se apague la alegría de vivir por la falta de respeto y por la violencia, provocadas por esas presiones externas a la familia como la incidencia de la actividad laboral, el fenómeno migratorio, la pobreza y la lucha por la subsistencia, el consumismo y el individualismo, los anti-testimonios católicos.
Pidió no olvidarse de otras situaciones particulares, entre las cuales se cuentan el peso de las expectativas sociales sobre el individuo, el impacto de las guerras, la disparidad de culto y otras realidades.
A los problemas de las familias, desde la disgregación por las separaciones hasta abusos psicológicos y sexuales, la Iglesia quiere dar una respuesta adecuada a los tiempos actuales, aseguró el cardenal brasileño Raymundo Damasceno Assis.
Con esas palabras, el arzobispo de Aparecida introdujo esta mañana los trabajos de la tercera jornada de la asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, una cumbre episcopal que analiza los desafíos de las familias en el contexto actual.
“En una Iglesia que el santo padre no dudó en comparar con un hospital de campaña después de la batalla, queremos salir como pastores al encuentro de tantas familias en crisis para dar una respuesta inspirada en el evangelio de la misericordia”, afirmó el purpurado, hablando en italiano.
Damasceno Assis es uno de los tres presidentes delegados que, por turnos, encabezan los debates en el encuentro del cual participan 191 padres sinodales, en la Sala Nueva del Sínodo ubicada dentro del complejo Aula Pablo VI del Vaticano.
El purpurado advirtió que no se pueden ignorar las muchas situaciones críticas de la vida familiar, debida sea a factores internos como externos, entre los cuales incluyó la dificultad de relación y de comunicación entre los miembros de la familia, entre los cónyuges, entre los padres y los hijos, entre los hermanos.
Además señaló la fragmentación y disgregación provocadas sea por el divorcio o por la separación de los esposos, sea por otras situaciones críticas, que van desde realidades familiares alargadas con múltiples relaciones invasivas a las uniones de hecho.
“Tantas otras situaciones exigen nuestra atención y caridad pastoral, las diversas formas de violencia y abuso a nivel psicológico, físico y sexual, en detrimento de las mujeres y –sobre todo- de los niños, que interpelan fuertemente no sólo la sociedad sino también la Iglesia misma, las diversas dependencias a la droga, alcohol, juegos de azar, los medios y las redes sociales”, ponderó.
Sostuvo que la Iglesia no quiere que se apague la alegría de vivir por la falta de respeto y por la violencia, provocadas por esas presiones externas a la familia como la incidencia de la actividad laboral, el fenómeno migratorio, la pobreza y la lucha por la subsistencia, el consumismo y el individualismo, los anti-testimonios católicos.
Pidió no olvidarse de otras situaciones particulares, entre las cuales se cuentan el peso de las expectativas sociales sobre el individuo, el impacto de las guerras, la disparidad de culto y otras realidades.
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«No luchemos contra el sexo», clamó uno de los obispos participantes, cuya identidad no fue revelada en el resumen que ofrece la oficina de información de la Santa Sede sobre las discusiones del Sínodo que se realizan a puerta cerrada.
En la segunda jornada de la cumbre episcopal, en la cual participan 191 sacerdotes sinodales de diversas nacionalidades, varios de ellos se sumaron a la petición de un cambio de paradigma en la forma en que la Iglesia católica afronta la moral sexual y el matrimonio.
Las reuniones se realizan en la Sala Nueva del Sínodo, un auditorio ubicado en el complejo del Aula Pablo VI, y en ellas está presente el papa Francisco.
En su discurso ante el pleno, uno de los obispos reconoció que los católicos se han enfocado de manera excesiva «en el justo rechazo del matrimonio homosexual», pero han descuidado transmitir el valor de la sexualidad en el matrimonio.
«Tanto se habla críticamente de lo negativo de la sexualidad fuera del matrimonio, que la misma sexualidad dentro del matrimonio parece haberse convertido en una imperfección permitida», indicó el prelado, según la sala de prensa del Vaticano.
Unos 70 obispos han tomado la palabra en los dos días de debate para abordar muy diversos temas, desde la preocupación por el impacto de la cultura individualista en las familias, hasta la pérdida de sentido de la unión matrimonial por parte de los esposos.
Otro de los obispos llamó a reconocer los «elementos de santificación y de verdad» presentes en situaciones «imperfectas» según las enseñanzas de la Iglesia católica, como las uniones de hecho en las cuales «se convive con lealtad y amor».
Uno más instó a que la Iglesia esté cerca de las parejas «en dificultad», por ejemplo los divorciados y vueltos a casar, para las cuales pidió «comprensión, perdón y misericordia».
«El matrimonio es y sigue siendo un sacramento indisoluble, sin embargo, ya que la verdad es Cristo, una persona, y no un conjunto de reglas, es importante mantener los principios, no obstante cambien las formas concretas de su actuación», sostuvo.
«El Sínodo no cuestiona la doctrina, pero reflexiona sobre la pastoral, es decir, sobre el discernimiento espiritual para la aplicación de la misma para enfrentar los retos de la familia contemporánea», indicó el obispo.
Agregó que «en este sentido, la misericordia no elimina los mandamientos».
(Rd/Agencias)