Conformarse con que el día solemne de la festividad de la Virgen la misa sea presidida por un obispo extremeño, y no siempre por el arzobispo primado de Toledo, a muchos nos parece poco serio, infantil e ingenuo
(Antonio Aradillas).- Guadalupe, su Puebla, su santuario-monasterio -«Patrimonio de la Humanidad» por más señas-, pero sobre todo por su sacrosanta y universal advocación de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, se hace frecuente e insólita noticia.
Y las razones que lo justifican no son ni solo, ni fundamentalmente, de tipo religioso o cristiano. Son puramente administrativas, lo que de por sí acrecienta aún más, y con desconcierto para propios y extraños, la originalidad y sorpresa que incluyen las informaciones.
El hecho, en síntesis dislocada y misteriosa, es que, declarada la Virgen de Guadalupe -«río escondido» o «río del lobo»- patrona de Extremadura, por decisión pontificia allá enr los inicios del siglo XX, y reconocida su festividad como «oficial» en la Comunidad Autónoma en los primeros tiempos democráticos – PSOE dixit»-, para todos los efectos administrativos de orden eclesiástico y pastoral, La Puebla y su monasterio pertenecen a la «Sede Primada» de Toledo, capital a su vez de Castilla- La Mancha, lo que significa que su señor arzobispo , a veces Cardenal por lo de la ya fenecida «Primacía Toledana», es gerente y referente principal en las cuestiones «religiosas», católicas, apostólicas y romanas, que son muchas y de consideración, con inclusión de no pocas de orden político.
Después de infinitas gestiones populares – «Guadalupex»-, con algunas -pocas-representaciones episcopales, y hasta de partidos políticos, ante los organismos competentes, de la Curia Romana, Nuncios de SS. y Presidencia y Comisiones de la Conferencia Episcopal Española, el problema sigue impertérrito, a la espera de que el éxodo-destierro de la Virgen de las Villuercas termine de una «santa» vez. Su imagen y advocación han de integrarse en el hogar extremeño, del que es patrona y referencia de piedad popular e institucional, con vivientes ejemplos cabalmente religiosos en los nombres de tantas mujeres, organismos y acontecimientos familiares y sociales.
Mi comentario se relaciona con el reciente envío de un escrito a la Santa Sede, por parte del arzobispo de Mérida-Badajoz, apuntando al menos como solución intermedia, que Guadalupe, sea declarada algo así como una «Prelatura Territorial», con lo que deje de pertenecer a Toledo, pero que tampoco sea y dependa de ninguna de las tres diócesis extremeñas, de cuyo conjunto autonómico es su patrona celestial, a la vez que político- social.
Manifiesto mi desacuerdo personal con tal sugerencia, que a no pocos extremeños y ex extremeños, les rememoran fórmulas «opuísticas» o asimiladas. La Virgen de Guadalupe es extremeña por nacencia y , hoy por hoy, y ya sin referencias odiosas, beligerantes y feudales a los ex -todopoderosos arzobispos «primados», hay que facilitarles los caminos de su integración «administrativa» en el conjunto festivo y piadoso de su Comunidad Autónoma, que por otra parte, también con inclusión de los baremos eclesiásticos, resulta ser, y estar, a la cola de las 17, que hoy por hoy todavía configuran constitucionalmente el Estado Español, además de las ciudades de Ceuta y Melilla.
¿Cuál habría ido la reacción del actual arzobispo de Mérida- Badajoz, en el caso de que a los monasterios de Yuso, Suso y de Nuestra Señora de Valvanera, patrona de La Rioja y de Cameros, con el Pico de San Lorenzo -2271 metros de altura- de retablo natural y la leyenda del asaltante de caminos Nuño, o Munio, que arrepentido de sus fechorías, se había retirado a hacer vida eremítica en tan boscosos lugares, les fuera aplicada la fórmula canónica de «Prelatura Territorial», por pertenecer, por ejemplo, a alguna de las diócesis de Navarra y el País Vasco?.
Es esta una pregunta que, sin segundas -ni terceras- intenciones se formulan algunos, con ocasión del «mediador» oficio- sondeo ejercido por el señor arzobispo, nacido precisamente en un pueblo de La Rioja.
A la Curia Romana, a la Conferencia Episcopal Española, al arzobispo «roucano» de Toledo, a los que se asientan en las sedes extremeñas, organismos , organizaciones e instituciones religiosas, y aún civiles, les compete, por historia, por devoción, por cultura y por prestigio cívico- religioso, reivindicar la pertenencia, con todas sus consecuencias, del santuario-monasterio de Guadalupe a la Iglesia extremeña.. Así se evitaría entre otras tentaciones, poco o nada eclesiales, que pudiera justificarse la permanencia del estado actual de las cosas, por motivos económicos o de prestigio nacional o internacional. Conformarse con que el día solemne de la festividad de la Virgen la misa sea presidida por un obispo extremeño, y no siempre por el arzobispo primado de Toledo, a muchos nos parece poco serio, infantil e ingenuo.