La reciente caída del dólar estadounidense a mínimos de tres años ha encendido las alertas tanto en Wall Street como en las principales capitales financieras.
La divisa estadounidense, tradicional refugio en tiempos de incertidumbre, ha perdido aproximadamente un 9% frente a una cesta de monedas desde mediados de enero, situándose en niveles que no se veían desde 2022.
Este movimiento brusco ha coincidido con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la reactivación de su agenda económica basada en el proteccionismo y el impulso a la industria nacional.
El debilitamiento del dólar no es un fenómeno accidental.
De hecho, es consecuencia directa de una combinación de factores políticos y económicos:
- Amenazas de Trump contra la independencia de la Reserva Federal (Fed) para forzar bajadas de tipos de interés.
- Incertidumbre por nuevas guerras comerciales, especialmente con China y la Unión Europea.
- Medidas ejecutivas orientadas a encarecer las importaciones mediante aranceles, mientras se busca abaratar las exportaciones estadounidenses.
¿Por qué Trump quiere un dólar débil?
El discurso económico de Trump pone el foco en una idea central: hacer más competitivos los productos estadounidenses. Para ello, apuesta por una moneda más débil que abarate las exportaciones y facilite el repunte del empleo manufacturero. En palabras del propio expresidente: “El dólar está demasiado fuerte y nos está matando”.
La lógica detrás de esta estrategia se basa en varios puntos clave:
- Un dólar débil reduce el precio relativo de los productos estadounidenses en el extranjero, estimulando las exportaciones.
- Favorece la relocalización industrial, ya que las empresas encuentran atractivo producir dentro del país si sus bienes son más competitivos globalmente.
- Puede contribuir, al menos sobre el papel, a reducir el déficit comercial estadounidense.
No obstante, este enfoque implica riesgos significativos. Un dólar excesivamente débil puede minar la confianza internacional en la divisa estadounidense —el pilar sobre el que se asienta la economía global— y aumentar los costes para los consumidores nacionales al encarecer las importaciones.
¿Qué instrumentos tiene Trump para debilitar el dólar?
Aunque ni el presidente ni su gabinete controlan directamente el tipo de cambio, existen varias palancas indirectas:
- Presión sobre la Reserva Federal: Trump ha mostrado su disposición a criticar públicamente al presidente de la Fed si considera que no baja los tipos con suficiente rapidez.
- Política comercial agresiva: La imposición de aranceles busca proteger sectores estratégicos pero puede provocar represalias y volatilidad cambiaria.
- Incremento del déficit fiscal: Rebajas fiscales y aumento del gasto pueden aumentar la oferta monetaria y ejercer presión bajista sobre el dólar.
Los expertos advierten que forzar demasiado estas herramientas puede tener efectos contraproducentes. Por ejemplo, generar inflación o ahuyentar inversiones internacionales por miedo a una gestión errática o imprevisible.
Reacciones globales e impacto en los mercados
Las consecuencias no han tardado en sentirse fuera de Estados Unidos. Empresas europeas han alertado del riesgo que supone un “combo breaker” formado por un dólar débil y nuevos aranceles, pues amenaza con arruinar su competitividad frente a rivales estadounidenses favorecidos artificialmente. Además:
- El euro ha subido notablemente frente al dólar, situándose cerca de la paridad, algo que no se veía desde los primeros años del euro.
- El franco suizo y el yen japonés también han ganado terreno frente al billete verde, reflejando una mayor búsqueda internacional de refugio ante la incertidumbre provocada por las políticas estadounidenses.
Los analistas subrayan que esta caída del dólar va más allá de los movimientos típicos del mercado: responde a una pérdida progresiva de confianza en Estados Unidos como destino seguro para inversiones globales. Como advierte Barry Eichengreen, economista de Berkeley: “La confianza global y la dependencia en el dólar se construyeron durante medio siglo o más, pero se pueden perder en un abrir y cerrar de ojos”.
Las contradicciones del plan Trump
Paradójicamente, mientras Trump aboga por un dólar débil para impulsar exportaciones, también necesita mantener cierta fortaleza monetaria para preservar la estabilidad financiera y atraer inversiones extranjeras. Esta dualidad genera tensiones internas dentro del propio equipo económico republicano. Durante su primer mandato, su secretario del Tesoro defendía públicamente un “dólar fuerte como reflejo de una economía robusta”, aunque en privado buscaban condiciones que favorecieran una depreciación controlada.
La independencia real de la Reserva Federal complica aún más cualquier intento directo de manipular el valor del dólar. Aun así, las amenazas verbales y las presiones políticas influyen —aunque sea indirectamente— sobre las expectativas del mercado.
¿Qué puede suceder ahora?
A corto plazo:
- El dólar podría mantenerse débil si continúan las presiones políticas sobre la Fed y persiste la incertidumbre comercial.
- Los sectores exportadores estadounidenses saldrán beneficiados; los consumidores domésticos podrían sufrir por el encarecimiento de productos importados.
A medio plazo:
- Si la confianza internacional en Estados Unidos sigue deteriorándose, aumentará el coste financiero para Washington y se debilitará uno de sus principales instrumentos geopolíticos: el estatus privilegiado del dólar como moneda global.
- El riesgo más serio es que una estrategia demasiado agresiva termine minando uno de los mayores activos históricos estadounidenses: ser considerados refugio seguro mundial.
En definitiva, lo que busca Donald Trump es sencillo pero arriesgado: usar un dólar más débil como palanca para revitalizar la economía industrial estadounidense. El reto es lograrlo sin provocar daños irreparables al sistema financiero global ni comprometer décadas de confianza internacional. Por ahora, los mercados observan con cautela y una dosis creciente de inquietud.