La sabiduría popular dice que el tiempo es ese juez imparcial que quita y da razones, y a las mentes pensantes de BMW este imparcial examen sin duda les otorga la nota más alta en su apuesta por la recuperación comercial de la enseña Mini. Después de más de una década comercializando un revival de uno de los mitos de la automoción tal y como la conocemos, los números hablan por sí solos. 2 millones de unidades vendidas y una gama compuesta por 6 carrocerías es un éxito rotundo, por no hablar de los réditos en imagen para el grupo.
Y parece que no se conforman. Mini va a contar con una inversión de 500 millones de libras (unos 900 millones de euros) de la casa madre germana para potenciar sus plantas de montaje en Oxford y de motores en Hams Hall hasta 2014, y la familia podría seguir creciendo si el concept del Mini Clubvan que veremos en Ginebra llega finalmente a la producción, posicionándose como el vehículo comercial más distinguido del momento. Ambiciosos planes sin duda alguna.
Para comprobar las virtudes de esta nueva carrocería de la saga Mini la semana pasada nos trasladamos hasta Almería para la presentación nacional, y allí pudimos hacer una buena toma de contacto por las carreteras aledañas al Parque Natural del Cabo de Gata, un escenario perfecto para poner a prueba las virtudes de esta espectacular versión que parte de la también recientemente estrenada versión Coupe. Al eliminar el techo la marca inglesa se ha sacado de la manga un descapotable biplaza con mucha personalidad y que se diferencia por completo en lo que a público objetivo se refiere de la más comedida y práctica versión cabrio de 4 plazas.
Todo es mucho más agresivo y deportivo en las líneas del nuevo Mini Roadster. El parabrisas aumenta su inclinación en 13 grados para conseguir mejor penetración aerodinámica, y en la parte superior del maletero se esconde un alerón retráctil que se despliega por encima de los 80 km/h consiguiendo una carga adicional en el tren trasero de unos 40Kg de sustentación. La pared trasera que separa el habitáculo del maletero ha sido muy reforzada para aumentar enormemente la rigidez estructural de este descapotable que apenas acusa la ausencia de techo, y al retirarlo se pueden observar los dos arcos antivuelco fijos que emergen de este refuerzo.
Oda a lo manual
La capota del Mini Roadster es de lona y sólo puede ser negra, un detalle extraño habida cuenta de lo espectaculares que quedan las de colores del cabrio normal y el espíritu de personalización que comparten. El mecanismo de apertura de serie es manual, y aunque en opción se puede pedir un semiautomático, la verdad es que no merece la pena el desembolso (unos 700€ más IVA) dadas las contenidas medidas de este «juguete». Una vez plegada esta capota no resta nada de espacio al maletero, y los 240 litros son una cifra que mejora la del cabrio, aunque no disponemos de los asientos traseros como complemento.
Mecánicamente el Mini Roadster recurre a los motores más conocidos de la casa. La versión Cooper de 122CV será la que se lleve el grueso de pedidos, pero sin duda alguna los 184CV del Cooper S y su bloque sobrealimentado son los que mejor sientan a este lúdico modelo. Para los sibaritas el exclusivo John Cooper Works de 211CV es el nova más aunque el sobrecoste resulta excesivo. Para contentar a los amantes del gasóleo el Cooper SD con 143CV y 119 g/Km de emisiones de CO2 es probablemente la opción más equilibrada.
Menos la más prestacional, todas las versiones se pueden combinar con la caja de cambios de seis relaciones con levas en el volante, aunque hay que reconocer que el cambio manual le sienta como un guante a este coche. Los precios arrancan en los 23.700 euros de la versión Cooper, 28.750 euros para el Cooper S y Cooper SD y 35.265 euros para el John Cooper Works. El equipamiento es relativamente completo, con doble airbag frontal y laterales para cabeza y tórax, además de control dinámico de estabilidad, pero para conseguir un coche único hay que recurrir a la interminable lista de opciones y preparar el talonario.
