Corazón de indio

“¿Y qué hace un guajiro en La Habana?” le preguntan a un Javier Bardem en las carnes de un todavía casi adolescente Reinaldo Arenas. Estamos aún en la primera parte de la interesante película «Antes (de) que anochezca», del pintor y escultor de moda Julian Schnabel, cuando la revolución castrista acaba de triunfar y Reinaldo ni siquiera atisba el calvario que pasará, al irse convirtiendo en un escritor gay y disidente, que acabará poniendo fin a sus días voluntariamente, muy enfermo de sida, a través de una sobredosis de fármacos y alcohol.

La brillante interpretación que realiza Bardem de este personaje, interesante tanto por su vida interior como por la propia índole de sus peripecias vitales, le hizo candidato a un Oscar de la Academia de Hollywood, y aunque finalmente no obtuvo el preciado galardón, ha marcado un hito en el imparable camino de éxito internacional que están cosechando otros artistas españoles. Ya vimos a Javier Bardem haciendo de indio mexicano en Perdita Durango: un indio que podía arrancar un corazón humano para comérselo.

Vémoslo aquí como un indio con un gran corazón, gracias a su capacidad de adaptación a los más diversos personajes, y al imprescindible mestizaje que conllevan tanto el actor como el escritor al que representa, que acaba sus días de modo sórdido en una, para él en otro tiempo, lejana ciudad: Nueva York.

Evocación del mestizaje. Tanto mestizaje mueve a asociar el ron de La Habana con los whiskies anglosajones, mezcla de dos mundos que posiblemente ingiere el escritor en sus momentos finales, ayudado de una pajita, debido al debilitamiento general que la terrible enfermedad ha causado en él, y evoca un cóctel antiguo y mestizo, el Corazón de Indio, cuya primera receta, como lo servíamos en Casa Fugger en los 80, encontré en un antiguo libro de mis padres, fechado en los años 30 y firmado por una avanzada señora cuyo nombre español lamento no recordar.

Se trata de una receta de evidente sequedad y fortaleza, para la que no todo el mundo estará preparado, aunque sea después de que anochezca. Otras versiones hay del cóctel, y alguna más conocida, como la que servía Perico Chicote en su mítico local de la Gran Vía madrileña, donde según el mexicano Agustín Lara se podía disfrutar de “un agasajo postinero con la crema de la intelectualidad”.

Hoy día proliferan los turistas a la búsqueda de un menú del día o un cocido madrileño, pero todavía puede pedir este cóctel y algunos otros en una barra repleta aún de evocaciones de alcohólicos espíritus, antes o después de que anochezca, antes de que la negra noche caiga sobre nosotros.

LAS FÓRMULAS DEL CORAZÓN.

· Corazón de indio: en vaso mezclador con hielo verter un quinto de ron blanco, un quinto de whisky escocés, un quinto de whiskie americano (bourbon), un quinto de coñac o brandy y un quinto de ginebra. Revolver, colar y servir en una copa de cóctel previamente enfriada.

o En otras fórmulas, viene solamente uno de los dos whiskies, por lo que elija el que sea más de su gusto si quiere evitar la preponderancia anglosajona.

o El truco para que este cóctel quede bien es utilizar hielo muy frío, de modo que no se licue, y respetar las medidas al máximo: si no tiene suficiente práctica, es recomendable el uso de un medidor.

· Corazón de indio (Museo Chicote): en coctelera con hielo verter un medio de ginebra, un medio de kirsch y una cucharada de jarabe de piña. Agitar, colar y servir en copa de cóctel o de champán baja.

· Corazón de indio (versión dulce): en coctelera con hielo verter un tercio de whisky, un tercio de brandy, un sexto de ron blanco y un sexto de crema de cacao. Agitar, colar y servir en copa de champán baja.

ALGUNAS CLAVES.

· Si visita Nueva York, no olvide tomar un cóctel. Alberto Gómez Font, de la FUNDÉU de la agencia EFE, me sugirió un día estos locales: Blue Bar del Hotel Algonquin. Oak´s Bar del Hotel Plaza, Fez, Pravda. También se pueden encontrar interesantes cocteleras en el mercadillo dominical de la calle 29.

· La crema de la intelectualidad que frecuentaba el Chicote, y que se cita en el famoso chotis Madrid, era también variopinta, incluyendo a Buñuel, Hemingway, Frank Sinatra y la que fue su mujer, Ava Gardner (gran aficionada a la ginebra helada, “minimalista” Dry Martini), Grace Kelly y el Príncipe Rainiero de Mónaco, la Emperatriz Soraya

· Reinaldo Arenas era en realidad muy aficionado al té sin azúcar, y hay quien dice, sin duda malintencionadamente, que también al “licor de la maledicencia”.

· En la película se ve bebiendo a Bardem en algunos momentos, fundamentalmente refrescos y cerveza, así como mucho ron en una fiesta que celebra con otros disidentes, disfrazados de curas y monjas, antes de un frustrado intento de abandonar la isla en globo.

· José Lezama Lima, otro escritor disidente y gay, mucho más famoso que Reinaldo y ya en la cumbre cuando el guajiro logra su primer premio literario, le invita a su casa, como se refleja en una escena de la película, y le ofrece café y también unas croquetas caseras.

· Se ven también algunas bebidas en el Hotel Nacional, donde Reinaldo entrega un manuscrito para que sea publicado en Francia: en concreto, unos apetitosos zumos de naranja, seguramente cargados con ron.

· Es curiosa la triple evocación de Lázaro que se recoge en la película: Reinaldo explica la historia de El Lazarillo de Tormes con un ejemplar en la mano, su único amigo al final será precisamente Lázaro, convertido en portero de finca urbana en Nueva York, y San Lázaro se llama también el barco en el que zarpa Reinaldo del puerto de Mariel, junto con los restantes marielitos.

· Juan Goytisolo, en un bonito artículo, al evocar la muerte de Néstor Almendros, recuerda que también murieron de sida, dos escritores cubanos: Reinaldo Arenas y Severo Sarduy. Al recordar todo esto, cita “el cubalibre de ron de Guanabacoa”.

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Autor

Juan Luis Recio

Blogger gastronómico y de tendencias, crítico de vinos (XL Semanal), letrista, sociólogo, mensista, poeta

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