Subía yo por la calle Entenza y topa mi vista con un libro apoyado junto a un semáforo. Instintivamente me acerco. Leo: «Feng-shui». Al lado, un vasito de plástico medio lleno de café. Y de repente, el subtítulo revela el idioma del ejemplar: ¡en sueco!
(Y yo me pregunto: desde el punto de vista de la teoría de la probabilidad, ¿cuán probable es que un devoto aprendiz de la lengua sueca se encuentre en Barcelona un libro en sueco sobre un tema de su interés y además bellamente ilustrado? Los designos del destino son…sorprendentes. Y el detallito del café-Suecia es el segundo consumidor mundial- ya la repera).