Algo huele a podrido en España.
Y ya desde hace tiempo.
Es una descomposición de largo recorrido. Un tufo que se cuela por múltiples rendijas y que te da cuenta de un cadáver en avanzado estado de putrefacción.
El hedor atraviesa la política, la empresa, la educación, los medios…
Atraviesa grupos sociales, colectivos profesionales, instituciones de toda índole.
Se vislumbra un sentimiento generalizado de hoy-no-me-puedo-levantar.
(Pero las fechas del calendario caen marcialmente, hay momentos de luz bella y el recuerdo de las playas próximas, los momentos bonitos y esas cosas que te endulzan la caída por la pendiente. Eventualmente la minoran).