Semeja la cifra de un autobús urbano. Pero es sencillamente mi nueva edad desde hoy: 62 tacos. No me pesan. Los llevo con donaire. Seguro que caerán muchos más.
Pensar que un sexagenario está en la recta final de su carrera profesional es posiblemente una creencia auto-limitante. Cuerpo y neuronas dirán pero de momento mi cartera de proyectos está bien llena.
(Me apetecería morir con el wifi-puesto. Ahora, de momento, porfío por acabar mi tesis doctoral.)