Es un espectáculo obsceno ver al primer ministro británico, Boris Johnson, clamando contra el cambio climático e implorando un cambio mundial para la salvaguarda de los menores. Qué pocos pasos ha dado el Reino Unido en la dirección correcta en los últimos años. Le pones a un mandatario un micrófono y un foco y se torna cual un tonto con un lápiz.
Greta Thunberg, la joven activista sueca, lo escenificó muy bien: lo de la clase dirigente ha sido un bla-bla-bla, un paripé grotesco. Ahora en la cumbre de Glasgow hay la oportunidad de dar un giro de volante y ponerse a la altura de las dramáticas circunstancias. Cuán pobre es el liderazgo mundial en momentos tan acuciantes