No debiera ser noticia pero lo es: dos días seguidos de lluvia en Barcelona que limpia el asfalto y refresca los pulmones. Es dulce la lluvia cuando se es consciente de su escasez y necesidad. Ciertamente altera las rutinas ciudadanas, altera el tráfico y causa algunos incomodos. Pero se lleva con ella tanta porquería acumulada y hace vislumbrar una ciudad más pulcra, habitable. Una urbe con futuro.