Despido el año harto de una aplicación de la RAI italiana que no funciona ni a tiros. Hastiado, renuncio a su seductores podcasts, antaño de tan fácil descarga. Pero mi hambre sobrevenida de lengua italiana está intacta y me refugio en la radio del Vaticano. Me es grato escuchar las homilías del Papa, un argentino jovial que dice muchas sensateces. Pero descubro algo para mi sorpresa: la programación de la Radio Vaticana en su conjunto.
Me sorprende gratamente la variedad de sus programas y sus selecciones musicales, que integran artistas de todos los tiempos, incluido David Bowie. Grato descubrimiento navideño.
Los magazines vaticanos tienen además ese tono bondadoso y humanista de las catequesis progresistas, con un cierto aroma vintage. Siento debilidad por ese estilo juvenil que me retrotrae a mi propia infancia y que me hace olvidar por unos momentos que en el mundo (incluidos algunos rincones de la propia iglesia) gobierna el mal.