Si Dembelé regatease a las defensas adversarias como lo ha hecho a la directiva del FC Barcelona, estaríamos sin duda ante un futuro Balón de Oro. Pero por el momento todo queda en una gestión frustrada, un supuesto crack que se queda en la plantilla del Barcelona hasta que acabe su contrato y un enorme mal sabor de boca entre la hinchada.
Quizá todo esto sirva para despojarnos un tanto de ese velo de ingenuidad con que se tienden a ver las relaciones entre futbolistas y clubes. El supermercantilizado fútbol del siglo XXI deja muy poco espacio para los sentimientos. Prima la patada, dentro y fuera del campo