La Pasión según Calixto

Anteayer fuimos a ver la Pasión según San Juan, de Juan Sebastián Bach, en el Teatro Arriaga de Bilbao. Creo que las dos Pasiones de Bach que han sobrevivido -San Mateo y San Juan- están entre las más grandes obras de la historia de la música, y como tales exigen el máximo respeto, recogimiento y concentración para poder disfrutarlas a tope. Si se dan esas circunstancias son una experiencia musical extraordinaria, como creo que sólo Bach y muy pocos más pueden ofrecer.

Dicho esto, las perspectivas eran magnificas, pues el Teatro Arriaga es pequeño, acogedor y muy bonito. Además tiene una acústica muy buena y se ve y se oye muy bien desde prácticamente cualquier localidad. Por su parte, la Orquesta Sinfónica de Bilbao y el Coro de Ópera de Bilbao sonaban estupendamente y los cantantes eran buenísimos, destacando para mi Joshua Ellicott (Evangelista), el vitoriano Carlos Mena (contratenor) y Jonathan McGovern (Pilatos). Si bien la soprano noruega Berit Norbakken Solset y el tenor Robert Murray, también estuvieron magníficos, como lo estuvieron en sus papeles los integrantes del coro Olga Revuelta, Iñaki Lazkano y Polentzi García. Todos ellos dirigidos por Erik Nielsen, con el resultado de que en lo musical el concierto estuvo francamente bien. De hecho si hubiera cerrado los ojos me habría encantado.

Pero nadie va al Arriaga para escuchar la Pasión según San Juan con los ojos cerrados, claro, sino también para disfrutar de la experiencia visual de ver a los intérpretes cantar y tocar, en un escenario tan bonito, una música tan increíblemente bella.

Pues bien, ahí es donde nos topamos con Calixto Bieito, responsable desde hace un año de la dirección del Arriaga, y anteayer también responsable -para nuestra desgracia- de la puesta en escena del “oratorio escenificado”… y del estropicio resultante.

Dice Bieito: “La música de Bach es un camino hacia el consuelo, la liberación y la búsqueda del otro. Johannes Passion refleja la forma violenta, el camino vital hacia la redención». Y se pregunta: «¿Cómo el hombre contemporáneo dialoga con esta obra maestra? ¿Cómo nos enfrentamos al dolor, a la propia muerte con la dignidad del héroe, con la fuerza de nuestros padres?” Pues mira, Calixto, así no. Dicen los americanos: if it works, don´t fix it (si funciona, no lo arregles). Pues eso, si lo que nos ofrece Bach funciona tan maravillosamente como para casi hacerte llorar de la emoción -y de la tristeza, pues se trata del drama de la Pasión- no se te ocurra arreglarlo montando un circo en el escenario, que es precisamente lo que hiciste anteayer.

Pero añade Bieito: “La Pasión según San Juan es una obra cumbre de la historia de la música y del arte. Una obra cargada de humanidad y hermosura. Bach es nuestro espejo nítido y bello. Quizás Bach conoció a Dios”. Pues eso, Calixto, pues eso. Todo lo que hagas para distraer, siquiera levemente, alguno de mis sentidos del drama que me está contando magistralmente Bach… sobra. Salvo que sea para mejorarlo, cosa harto difícil. Es decir, sobran los trasiegos y excursiones del coro y cantantes por el escenario -y por los palcos y el patio de butacas- con sogas, sacos de tierra, pintura, bolsas de plástico, piedras, contorsiones y magreos gimnásticos entre los cantantes, ataques furibundos del coro a personajes como Pedro (ver la foto) y, como colofón al final de la Pasión, la caricia de la soprano al vientre de una corista embarazada o la exhibición de un ave rapaz en la mano del evangelista. Del atuendo informal de todos los interpretes -Informal, por decirlo suavemente- no voy a hablar, y no me habría importado en absoluto ese toque moderno de salir a cantar en chándal si al menos se hubieran estado quietos.

En fin, que seguro que Bieito le ve un significado profundo a su oratorio interpretado que se nos escapa a la mayoría de los mortales -de hecho nosotros éramos seis y no lo pilló ninguno-. Quizá a alguien le parecerá muy original, o muy guay, pero a mi lo único que hace todo ese circo es distraerme e impedirme escuchar y ver a los músicos, y más en momentos cumbre -como la maravillosa aria Es Ist Vollbracht, en la que Jesús pronuncia sus últimas palabras y después muere-. También me sobran y rechinan los golpes y los ruidos variados que produce todo el trasiego que acabo de describir, allí donde lo único que debe escucharse es la música de Bach. Sobran y estropean esa “obra cumbre de la historia de la música y del arte”, como la describe Bieito.

Con la del otro día habré visto al menos quince Pasiones de Bach -San Mateo y San Juan- y, aunque las he visto mejores y peores, siempre he conseguido meterme de lleno en ellas y disfrutar muchísimo. Para mi es tirar a parado: imposible no disfrutar con ambas Pasiones. Y no digo que no se pueda hacer un montaje menos estático, incluso un poco operístico, de las Pasiones de Bach y de otras muchas obras que lo que estamos acostumbrados a ver, pero si te atreves a hacerlo tiene que ser con muchísima delicadeza, tacto y respeto, y sólo para mejorarlas. Los experimentos hay que hacerlos con gaseosa, no con nitroglicerina.

Lo que tiene que tener muy claro un director artístico cuando se trata de una Pasión de Bach es que estamos hablando de una joya y que el único protagonista de esa música tan extraordinaria tiene que ser Bach, no él. Por tanto creo que si su escenificación aporta distracción, confusión y ruido a aquello que es tan difícil de mejorar -porque ya es perfecto- se convierte en un auténtico sacrilegio. Así pues, creo que tratándose de Bach es mucho mejor que Bieito no toque nada, no lo vaya a romper. No se si me explico.

Pero Bieito -que aseguró al asumir el cargo de director artístico del Arriaga que «vengo a sacudir Bilbao»– ya había dado muestras de su talento en París, con su adaptación de la ópera Carmen, de George Bizet, en la que un legionario aparece fregando el suelo con la bandera de España, y después se limpia el culo con ella. También hay una escena en la que una cantante lava un coche con la bandera. Si a Bieito le va la marcha y la provocación le animaría a que haga algo parecido también en París, pero con la bandera francesa, o en Gran Bretaña con la bandera británica. Pero mucho más cerca le queda Bilbao, donde puede probar a hacerlo con una ikurriña, a ver qué tal. Ahí sí que tiene una buena oportunidad de sacudir Bilbao.

El caso es que cuando Carmen llegó al Teatro Real de Madrid esas escenas habían desaparecido de la obra. Aún así, Bieito -que fue aplaudido, pero también abucheado- asegura que “A algunas personas les afecta que se modifique una obra porque quieren ver lo de siempre, pero eso sería el final de la ópera”. “Detesto que me etiqueten. No en todas mis obras hay sexo y violencia”. Me alegro mucho, pero que quede claro que lo de anteayer en el Arriaga era una Pasión de Bach, no una ópera, y para mi -insisto, para mi- no tiene un pase el estropicio.

Bach era un genio que no evitaba hablar muy clarito si algo no le gustaba y que además tenía bastante mala leche. De haber estado ayer en el Arriaga creo que habría corrido a gorrazos a Bieito, y con toda la razón.

Por mi parte, la próxima vez que vea en la cartelera del Arriaga una Pasión, o un concierto “interpretado” por Bieito, me quedaré en casa y pondré el disco. Me ahorraré la entrada, y también un disgusto.

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Autor

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

Enrique Zubiaga

Soy un aviador vasco que he visto mucho mundo y por eso puedo decir alto y claro, y sin temor a equivocarme, que tenemos un país increíble y que como España en ningún sitio.

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