Por qué sube Ciudadanos

Lo que se ha acabado son las bromas, las ambigüedades, el gambeteo. Eso que en posmoderno llamáis ‘postureo’. En situaciones de normalidad, de bienestar, sí -incluso en medio de la peor crisis, nuestras sociedades son incomparables con los sitios donde de verdad se pasa hambre, que somos unos hipócritas de caballo- la gente puede admitir las tonterías políticas, las indefiniciones en las cuestiones graves, porque no hay, en el fondo, cuestiones graves. Pero cuando la nación se está yendo a tomar viento y nuestras vidas y las de nuestros hijos corren peligro, entonces ya no cabe andar con dudas o exquisiteces. La democracia y el bienestar, nuestra civilización y nuestros principios, la libertad y la igualdad se defienden o pereceremos.

Y quienes no estén dispuestos a defendernos del horror y los intentos de imponernos privilegios (consolidarlos, en realidad) de unas regiones sobre otras, no merecen gobernar. Es decir, quienes sigan de perfil o directamente arrodillados ante los terroristas o los separatistas no tienen más futuro ni tendrán otro voto que el de sus feligreses. La gente ha dicho basta.

Así, cuando por fin el PP se ha atrevido a hacer lo que debió hacer desde el primer minuto, negar la financiación al separatismo catalán, que no se lo gastaba en medicinas, sino en propaganda, sale la señora Chacón (¡y esta es del ala españolista del PSC!) a decir que eso no puede ser, y que hay que dialogar. Esa es la clave por la que Ciudadanos no para de subir y ellos se están hundiendo: porque siguen equiparando a quien defiende la ley, incluso con la timidez y pachorra con que lo hace el PP marianista, y quienes se la saltan, y alardean de ello, cada día que amanece. Es decir, entre los defensores de la ley para todos, y los delincuentes; entre el abogado que interpreta Jamestevar (como decía mi madre) en “El hombre que mató a Liberty Vallance”, y el propio bandido Vallance. Y nadie tenga cuidado, que Mariano Rajoy no es John Wayne.

Por su parte, las iglesias de Podemos, ese ecumenismo de una sola mano, dicen que hay que hacerles un referéndum “para que los catalanes puedan decidir libremente la relación territorial que quieren mantener con España”. ¡Olé tus huevos! Que decidan ellos lo quieren hacer con nosotros, y los demás a callar, como esclavos, como súbditos del nacionalismo catalán, como simples consumidores de sus productos, y sin derechos, no vayamos a decir cuál es la relación territorial que queremos mantener con ellos y se arme una buena. La democracia sin voto. La igualdad según “la nouvelle gauche”, más bien una gauche medieval. Debe de ser de tanto ver «Juego de tronos».

Por su parte, el Partido Popular se estaba hundiendo precisamente por eso, por sus vaguedades, sus incumplimientos, su escasa gallardía para hacer frente a quienes han estado usando durante años el dinero de todos para pagarse una independencia y unas cuentitas en Andorra. Si ha parado su caída, aunque las encuestas cada día se parecen más a la quiromancia, ha sido porque, al fin, parece haber decidido hacer frente al separatismo.

Sin embargo, incluso eso es en realidad muy poco después de lo sucedido en París. Lo patético de esta España nuestra, tan irreconocible si la comparamos con otras Españas históricas a las que en el mundo se tenía por indomables, es que la inacción frente al terror islamista sea una condición para no perder unas elecciones, en lugar de ser la razón para perderlas. En cualquier país con principios, las elecciones las ganaría quien con más firmeza hubiera decidido plantar cara a los criminales. En España no, ni siquiera por instinto de supervivencia, como si no defendernos nos fuera a salvar de la degollina.


No sólo es cobarde, sino suicida, y me refiero a los votantes, al ‘pueblo’, no percibir que no es sólo Francia la que está en guerra, porque Francia es el corazón sentimental de esta Europa que aspiramos a construir, y también su corazón civilizador. Al menos para los que seguimos creyendo en los principios republicanos y en la superioridad del concepto de ciudadanía sobre cualquier identidad étnico-piojosa de las que venimos y siguen buscando imponernos. La que está en guerra es Europa. Y los que vuelven a decir “No a la guerra”, en una situación completamente distinta a la de 2003 (yo también lo dije entonces), lo que están diciendo es No a Europa, No a lo que representa Europa, No a la Libertad, a la de Europa y a la de todos nosotros.

Nadie quiere la guerra. Pero la han traído a nuestra casa. Y hace ya muchos años. La elección que tenemos delante es si queremos seguir en Europa y con Europa. Y si estamos dispuestos a sostener los sacrificios que ello suponga o vamos a bajar la cabeza y recluirnos en la vieja España autárquica, aislada y premoderna que fuimos. Entretanto, Pedro Sánchez vuelve a sacar la agenda zapateril, y Podemos pide que no salgan ocas en el desfile de Navidad de Zaragoza, porque sufren. En Venezuela, al parecer, no hay ocas.

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