Maldito sea el 28 de agosto de 2007 que anoche cubrieron las tinieblas. Primero, en la madrugada, se nos fue Francisco Umbral. Y a primera hora de la tarde conocimos la noticia que llevábamos dos días tratando de evitar como fuera: el futbolista Antonio Puerta, que sufrió un desvanecimiento en el partido ante el Getafe, había muerto. Es sencillamente injusto que se muera así un chaval de 22 años, con todo el futuro por delante (decían que el Real Madrid le seguía y además estoy seguro de que habría sido el lateral izquierdo de la Selección durante muchos años) y dejando rota a una familia. De hecho, dentro de un mes nacerá su hijo. Su familia, su afición, Sevilla y España entera le lloran.
Hace dos años pude conocer Sevilla. Era tal cual la imaginaba: arte, alegría, desparpajo, sentimiento… Hoy esa Sevilla de luz y color está sumergida en la oscuridad de las lágrimas, bañadas por el eco de unas sevillanas de luto. Antonio era tan especial, tan grande, que ha sido el único que ha podido conseguir la comunión total de toda una ciudad, sempiternamente dividida entre sevillistas y béticos. Ayer, lo que más me impresionó fue escuchar por la radio el testimonio de un aficionado del Betis que se había grabado sobre su camiseta verdiblanca el nombre de Antonio Puerta.
Hoy no hay distinciones. Seamos aficionados o no al fútbol, seamos del equipo que seamos, hoy estamos todos de corazón en Sevilla. Al lado de su gente, su mujer y el que será su hijo. ¡Qué dura es a veces la vida! En el fondo, siempre lo es, porque sabemos que todos, absolutamente todos, tenemos grabado en nuestro destino el mismo fin: la muerte. Pero cuando ya se lleva a alguien tan joven, con un futuro enorme por delante… aún es peor.
Sin embargo, hoy mi único consuelo es el del recuerdo. Se dice que los escritores y los pintores jamás mueren del todo porque permanece su obra. Pues tú tampoco te nos irás del todo. Los aficionados al fútbol y los sevillistas en especial siempre recordarán tu mágica volea al Schalke 04. Ese golpe de fe y arte colocaba al Sevilla en la final de la UEFA y era el inicio de la nueva era que ahora vive el club nervionense. Ese día, como se recordó ayer, cambiaste la vida de media Sevilla. Hoy, aunque sólo sea por unas horas, se la has cambiado a toda esa mágica ciudad que ahora llora unida.
