Llego ahora a casa tras visitar la capilla ardiente de Fernando Fernán-Gómez. En el marco incomparable del Teatro Español, he vivido uno de los momentos que más me han impresionado en mi vida. Ante el cuerpo inerte del maestro, sentado en una butaca del teatro, no he podido hacer otra cosa que sacar mi cuaderno y plasmar lo que me pasaba por la cabeza en esos momentos. No se me ocurría mejor homenaje a su persona. Dejo aquí lo que he escrito hace unas horas:
Emoción incontenible. Impacto profundo. Temblor hondo. De fondo se oye un dulce tango, solo interrumpido por el silencio de los presentes. El Teatro Español está abarrotado. Pero hoy no hay función. El Arte está mudo. El actor y escritor por antonomasia ocupa el centro del escenario. En su ataúd. Sobre él una bandera rojinegra.
El olor a flores lo impregna todo. El sentimiento se abate sobre la nada, sobre el absoluto. La Historia ha parado su reloj en este instante fugaz y eterno. Fernando Fernán-Gómez ha muerto. La Cultura, el Arte, la Magia, la Inmortalidad… Todo gira hoy en torno al Teatro Español.
El tango inunda el alma de todos los presentes. ¿Quién podría olvidar este momento? En este preciso instante, un reconocido actor recita una poesía. Los aplausos recuperan la hora del teatro. Varios actores más, visiblemente emocionados, cantan a la belleza de la Palabra. El reloj de la Historia recupera su marcha, su latido… hasta que las voces se apagan y el tango recupera el silencio.
Fernando Fernán-Gómez ha muerto. España, la patria que más le disfrutó, aguanta la respiración. Hasta mañana, cuando la bandera rojinegra que ahora le cubre cierre definitivamente sus ojos.
¿Para siempre? No, un escritor nunca muere. Sus páginas jamás se perderán. ¿Hasta siempre? No, un actor no puede desaparecer. Sus películas y el recuerdo de su voz, tronando en el eco de un teatro, impregnan nuestros ojos y oídos.
Ha muerto Fernando Fernán-Gómez. La Cultura tiene un nuevo mito en su seno inmortal.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA
