La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

España y Europa se descristianizan. ¿Por qué? Hagamos, los cristianos, autocrítica

Todos coincidimos en que es un hecho que lo cristiano está perdiendo fuerza en Europa y, particularmente, en España. Pero es falso el argumento de que, en general, esté descendiendo el sentido religioso en el mundo globalizado. Religiones como el Islam están ganando fuerza (en gran parte, eso sí, por el empuje demográfico de los contextos en los que domina). Y el propio Cristianismo (en cuyo conjunto incluyo a católicos, protestantes y ortodoxos, por supuesto) hace lo mismo en otros continentes, aunque sea de un modo lento pero progresivo.

¿Qué está pasando? ¿Por qué ocurre precisamente en la Vieja Europa, cuya tradición es inequívocamente cristiana? Cuestionémonos. Pero de verdad, no por simple retórica. Ya no basta con escudarse en las estereotipadas fórmulas que hablan del “laicismo imperante y opresor”, la “cristianofobia asfixiante” o los “pérfidos lobbys anticatólicos”. Son muchos los que sueltan la misma “chapa” por doquier, ya estén dando una conferencia o estén en tertulia de taberna. No se puede hacer profesión de estar constantemente a la contra con un tono oficialista y cansino. Muchos, con echar la culpa a Zapatero, a los “progres” o a los “masones” ya van que chutan.

Pues no. Eso no convence a los que ya estamos más que convencidos y, por el contrario, lo único que hace es alejar a los que pretendemos acercar. ¿O es que nos dan igual los que no están con tal de que nos dejen estar a nosotros en paz, sin molestarnos? Porque si es así, apaga y vámonos. ¿Evangelizar, dar testimonio… para qué?, dicen los del “yo estoy en la Verdad y los demás me importan un rábano”.

Así pues, arremanguémonos la camisa y bajemos al fango. Pongamos los pies en la tierra y mostremos, no aplastemos. Debatamos, pero con ánimo de mostrar algo mejor, no para lucimiento personal y autosatisfacción vacía y estéril. Propongamos, no impongamos. ¿Qué quiere decir esto? Que los obispos y el Papa tiene que emplear un cierto lenguaje, pero los laicos comprometidos debemos usar otro bien distinto… para decir exactamente lo mismo. Nosotros no tenemos que hablar de la “dictadura del relativismo” a un chaval de 3º de la ESO. No, tenemos que mostrarle que hay un modo de comportarse diferente al que ven en la calle o en la tele. Tenemos que hacer que se sientan bien haciendo buenas cosas. Tenemos que hablarle de la parroquia de su barrio, que está ayudando a gente en paro. Tenemos que habarles de Jesús con unas palabras que comprendan. Tenemos que lograr que vean la permanencia con nosotros de un Dios vivo dos mil años después de su nacimiento, muerte y resurrección.

¿Cómo hacerlo? Pues con menos cigüeñas que desde lo alto de una torre pontifican, condenan, insultan y excluyen… y con el ejemplo de más misioneros que abrazan a enfermos de sida. ¿Es esto demagogia? ¿Seguro? ¿O es que el orgullo de “ser los mejores dentro de esta sociedad de ateos” nos impide ver que al otro lado del mundo o a la esquina de la calle de nuestra casa hay cristianos que nunca se quejan, sino actúan? ¡Cuánto daño hace a un no cristiano ver cómo hay fieles de Cristo que gozan denigrando a otros que aspiran a serlo de corazón! Es muy fácil dogmatizar y dar listas de curas buenos y malos, obispos asistentes o no a una misa… ¡En vez de tratar de unir y no insultar al que va a otra misa! ¡¡Porque en medio de todas esas misas están Dios y la familia!!

Me asquea cuando a los católicos en España nos llaman “fachas”. Pero es que algunos hacen mucho porque lo parezcamos. Dando carnés de buenos y malos, fieles o infieles, adueñándose de las palabras del Papa y del Evangelio que únicamente les interesan… ¡Cuánto daño hacen! Hagamos autocrítica en lo que nos equivocamos y tanto nos echan en cara: muchos y destacados hombres de la Iglesia en España, a lo largo de gran parte del régimen de Franco, no estuvieron a la altura. Es cierto, ¿por qué ocultarlo? Se vincularon a un poder opresor, aceptaron que les compusieran las ternas de sus obispos, aceptaron el castigo brutal a muchas personas… y que alguien me convenza de que Jesús de Nazaret hubiera hecho lo mismo. Sí, era una época dramática. La Iglesia en España sobrevivió, literalmente, a una matanza gracias a que ganaron los ejércitos de Franco. Pero era su obligación, por fidelidad a lo mandado por Cristo, ofrecer perdón absoluto a los martirizadores. Es duro, pero sólo los cristianos somos capaces de tan alta acción. No fue así durante muchos años… pero es que la Iglesia se compone de seres humanos, pecadores. Y al final hubo reacción. Pablo VI, el Concilio, Tarancón… nombres e hitos de una vuelta a las raíces, a la pureza. Los últimos años de la dictadura vieron una Iglesia cada vez más libre, más con las libertades de todos.

Y así hasta hoy. Hace muchísimo que los católicos en España estamos en el primer plano en la defensa de los valores terrenales (los espirituales se nos suponen desde el mismo momento en que nos decimos seguidores de Cristo) que merecen la pena: libertad, democracia, justicia, igualdad… Y no sólo de palabra, sino de acción concreta. Aunque los de siempre no quieran verla. Hagámoslo, entonces, nosotros. Con fuerza, alegría, ilusión, creyéndonos lo que decimos. Dejemos a un lado los discursos encorsetados. Hablemos claro: a los jóvenes a los ancianos, a los pobres, a los enfermos… Con un lenguaje sencillo, con una acción de corazón, sentida, pura.

Pasemos olímpicamente de los que imponen y los que desunen. A los dos lados, ojo. La diferencia es que los que se columpian por la izquierda son más fáciles de ver por los que ya estamos dentro, pues sabemos que en el interior de la Iglesia ya caben todas las buenas acciones y no hemos de ser una ONG vacía de Dios. En cambio, los que dan el cante por la derecha son los que nos anclan y postran ante la mayoría de la sociedad, acostumbrada a oír hablar de los “fachas” esos de los cristianos. Y a ellos es a los que hemos de dirigirnos.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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