Santísima Trinidad hay solamente una. Pero trinidad, con minúsculas, terrenal y mundana, es también únicamente una. Y de Madrid: Raúl, Sabina, José Tomás. España es país cabrón en el que homenajeamos a los muertos con el dintel de la onomatopeya rendida e incondicional. Los vivos, ésos, como no se han muerto, son simplemente admirados o despreciados. Madrid, siempre Madrid, ha roto el molde y ha premiado con su Medalla de Oro a los componentes de la trinidad laica. Y, como debe ser, en cita cañí. Fue ayer, 15 de mayo. San Isidro, patrón y cierra España. Chotis, rosquillas, bocata de gallinejas, mantón de manila, chinchón, zarzuela en la Plaza Mayor. Madrid en esencia. Romántica, excelsa, guapa, cachonda. Madrid.

Trinidad: Raúl, Sabina, José Tomás. Arte: futbolista, poeta, torero. Esencia: en el filo del gol, en el éxtasis de la poesía, en el horizonte del estatuario imposible sin ser canónico. Verdad: fidelidad al escudo, anhelo de emborrachar el alma, búsqueda de parar el tiempo al compás de un natural sin hueco. Trinidad. Trinidad. Trinidad.

Uno y trino, castizo hasta el andaluz. Ese Sabina que agarra el capote y realza una verónica que ni las de Curro. Raúl, en la esquina del bar, canta copla, fado y fandango: ¡qué derroche de arte! José Tomás, hasta con un balón busca la gaonera universal. Gol.

Saltan al campo del Bernabéu, al Palacio de los Deportes, a Las Ventas… ¡qué más da! Que no se mueran, Santísima Virgen de la Paloma. Labrador, San Isidro, protégelos de los peligros. Unos más currantes, el otro, el madrileño de adopción, que no pega palo al agua. Pero los tres, trinidad, arte. Postulo que las Medallas de Oro sean sustituidas por la condición de poder ser mitos en vida.

Trinidad: Raúl, Sabina, José Tomás. Olé, olé y olé.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA