La Hora de la Verdad

Miguel Ángel Malavia

La diferencia entre un pederasta y una abortista

Pese a lo ridículo y estéril del debate, continúa el eco de las voces confrontadas que, tras la famosa frase del cardenal Cañizares, especulan sobre si es peor el aborto o los abusos sexuales. Yo lo tengo claro: me es imposible establecer qué es peor, si una violación de un niño o un aborto. En ambos casos, también lo tengo claro, la víctima siempre es el ser indefenso.

Pero ya que algunos se empeñan, viendo la mayoritaria inclinación de los postulados hacia un lado concreto, considero justo introducir un punto que creo que la gran mayoría no ha tenido en cuenta. Hablamos del hecho, de la acción: abortar o abusar sexualmente. Reitero mi condena de ambos actos, que considero horrendos e injustificables. Ahora bien, ¿y los autores de la acción? El pederasta y la abortista. Creo que a cada uno de ellos les separa un matiz: el de la intencionalidad, el de la conciencia.

Me explico. Una mujer que aborta puede tener o no conciencia de que su acto acaba con una vida. Son muchas las mujeres que no consideran que lo que albergan sus entrañas es un ser vivo. Yo no estoy de acuerdo, insisto. Yo creo que la vida surge en el mismo instante de la concepción, insisto. Pero es un hecho absolutamente cierto que muchas mujeres no lo ven así. Ello no excluye que, a mi juicio, su acto tenga un nombre: asesinato. Pero, ¿son asesinas? ¿Se puede llamar asesinas a las autoras de asesinatos no conocidos –pese a que las consecuencias sean idénticas haya o no conciencia del hecho–? ¿Se puede llamar así a quien en ningún caso tenga conciencia de estar matando? Para mí es una asesina la mujer que considere que el bebé del que es cuna es una vida y, aun así, por comodidad, egoísmo o por la razón que sea, lo hace matar. Pero, ¿y las que así, sinceramente, no lo aprecian? El acto es el mismo, asesinato, ¿pero son asesinas? De pequeñito, en catequesis, me decían que para pecar, todo individuo debía de ser plenamente consciente de que su acto era un pecado. Si no, el pecado seguía siendo el mismo, pero el pecador no lo era realmente.

Ahora bien, ¿y el pederasta que abusa de un niño? Él o ella sí es plenamente consciente de su acción y las consecuencias que implica en su víctima. Él o ella comete un acto gravísimo, un atentado contra un ser indefenso, y lo hace con plena y absoluta conciencia. Es un adulto y sabe que un niño, en esa situación, se encuentra desprotegido, desorientado. Él es un lobo que ataca a un cordero aprovechando su posición de superioridad, física e intelectual. Y si el autor de tal atentado es un sacerdote… pocos desbarres me parecen más escandalosos.

Sé que habrá quien no entienda lo que expreso. Sé que habrá quien me tache de pro-abortista… Es ridículo, injusto, falso. Estoy 100% en contra del aborto. Considero que el asesinato del ser más indefenso que se pueda imaginar constituye parte del Holocausto del siglo XXI. Del mismo modo que considero atroz el abuso sexual de un menor. La única diferencia no estriba en el hecho, sino en la posición del autor. Un pedófilo lo hace siempre, siempre, siempre, conscientemente. En cambio, una mujer que decide abortar puede hacerlo por ignorancia del acto que ejecuta. Hay debate en torno al tema: unos creen que sí hay vida, otros que no. Yo creo que sí, pero ¿y los que no? Para mí, son culpables, pero sería incapaz de achacarles ese delito que desconocen realmente.

Muchas buenas gentes de Iglesia son las que acompañan a mujeres que, tras abortar, caen en la depresión después de saber qué es lo que han hecho. Sin prejuicios, sin darles la espalda. Misericordia y amor, ése es el Evangelio. Juan Pablo II, en la Evangelium Vitae, se dirigió con gran ternura a las mujeres que habían abortado, ofreciéndoles esa posibilidad de redención. Les hablaba claro: sin esconder la gravedad de su acto, les tendía la mano si verdaderamente se arrepentían de lo hecho.

¿Vamos a ser nosotros más papistas que el Papa? ¿Vamos a seguir jugando a ser Dios? Hagamos lo mismo con los pederastas. Ofrezcámosles la misericordia que nunca se acaba, pero sin quitar un mínimo gramo del peso de su culpabilidad consciente.

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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Autor

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

Miguel Ángel Malavia

Conquense-madrileño (1982), licenciado en Historia y en Periodismo, ejerce este último en la revista Vida Nueva. Ha escrito 'Retazos de Pasión', ¡Como decíamos ayer. Conversaciones con Unamuno' y 'La fe de Miguel de Unamuno'.

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