Dulce adicción: el regio macaron de María Antonieta

Divino. ¡Cómo podría definirse de otra manera esa minúscula y lúdica delicia de veinte gramos, quatro centímetros, crujiente por fuera, tierna por dentro como mandan sus cánones de fabricación, con el punto de amargura justo, ricamente empolvada de azúcar glasé, rebosante de crema, ganache, mermelada, especias o nata!

Así no tienta sin tapujos el sublime macaron, puro placer gustativo, bizcochito de culto y genial invento monjil según reza su sabrosa biografía, que ya plaga las mejores pastelerías capitalinas. Con look renovado, estética enrollada y asombrosa versatilidad aromática de la más rabiosa actualidad, deleita a los exigentes paladares de los globecookers más gourmets.

Hace siglos que Francia y el Veneto italiano se disputan sin tregua ni compasión, la paternidad de esa diminuta y emocionante «mignardise«.

La polémica se desató desde el año 791, que ya son años, cuando el “ombligo de monje” o “maccherone” (que también significa “masa fina”) desembarcó en Francia desde su veneciana cuna monasteril. Unos listísimos religiosos de un convento de Commercy, perdiendo el oremus ante la maravilla, conservaron como oro en paño su preciada receta, en ese mismo lugar que, siglos más tarde, sería feudo de la famosísima magdalena “proustiana”. Otras fuentes relatan que Catalina de Medici, futura reina de Francia, llevó, camino del altar, su fórmula secreta en su ajuar desde su Toscana natal, entre el chocolate, el tenedor y su querida alcachofa.

Y para enredar un poco más, la cosa incluso se revolucionó, mediante otra leyenda adjudicando el invento a Elizabeth Morlo y Caterina Grillot, benedictinas de la Comunidad de Damas del Santo Sacramento de Nancy (Lorena, Este francés).

En efecto, en el número 10 de la Calle de El Hacha, esas religiosas vendían sus propios macarons para sobrevivir y pagar sus gastos de manutención a la familia Gormand, que las acogió después de la aplicación del decreto de supresión de las congregaciones religiosas (5 de abril de 1792) por los amos de la Revolución Francesa.

Fue tal el éxito de esas pasteleras accidentales que en 1952, Francia agradecida cambió el nombre de dicha calle por el de las “Soeurs Macarons”, benefactoras de la Humanidad (golosa). Y conserva intacto el horno donde se coció el extraordinario dulce por primera vez.

En el siglo XVII los postrecitos conocieron una intensa boga entre Nancy, Amiens y San Juan de Luz. Constituyó uno de los alimentos básicos de las Carmelitas, que aplicaban encantadas los sabios preceptos de Santa Teresa de Ávila: “Las almendras resultan excelentes para esas chicas que no prueban carne”.

En su actualidad, el orondo macaron renovó atinadamente su granulado fondo de armario un tanto rococó y estrategia de marketing. El resultado de ese new look abrió nuevos horizontes gustativos y una glamourosa paleta aromática versionada en mini o maxi formatos y propuestas saladas, heladas o azucaradas, con impresionante repercusión mediática: café, regaliz, chocolate, coco, pomelo, naranja, cereza, fresa, rosa-membrillo, limón-jenjibre, lavándula, caramelo, fruta de la pasión, mantequilla salada, dulce de leche, aceite de oliva, litchi, haba tonka, té, sesámo, clementina, cream-cheese, ketchup, aguacate, pistacho, mango-jazmín, vainilla trufa blanca, praliné, turrón, y también… foie gras, queso, tomate y guisante. ¡Una locura!

Además, en Francia, el chic del chic de lo más fino desde hace unos añitos, consiste en regalar un ramo de flores acompañado de… su preceptivo paquetito de “macarons”, florón de su pastelería patria y en particular, de París. En la Ciudad-Luz, unos avispados pasteleros crearon el muy exclusivo macaron parisino, llamado “Gerbet”: consiste en dos macarons unidos mediante una capita de crema.

La prueba, en imágenes y un paseo virtual por los Campos Eliseos con parada en La Durée, mítico salón de té, donde existe un voluptuoso ejemplar de irresistible color morado e inolvidable sabor a violeta y cassis. Acompañado de champagne rosé, regado por un café aromático o un té de bergamota, resulta puro lujo gustativo y el paradigma del refinamiento goloso. ¡Inténtelo! Desde septiembre de 2009, el incombustible macaron de La Durée se «calza» en Christian Louboutin, famosisimo creador de vertiginosos zapatos para féminas con sólidos tobillos. El designer inventó para ellos tres estuches de edición limitada a su nombre y Philippe Andrieu, genio pastelero del dulce establecimiento, un nuevo sabor ostentando los colores fetiches de la carísima firma, verbigracia el rojo y el negro. Así habemus un macarón bicolor de higo y dátil, «so chic»!! (http://www.luxuo.fr/gastronomie/christian-louboutin-laduree-philippe-andrieu.html)

En mayo de 2006, un primaveral macaron de esa celebérrima pastelería, mofletudo, rosa fucsia y fashion victim, lució de cine bajo los oropeles versallescos en la película “María Antonieta” de Sofía Coppola, entre demás delicatessen rosacéas, plumas, encajes, diamantes de escándalo y modernas zapatillas converse. (http://www.youtube.com/watch?v=EAyRAXAAcDQ&feature=related, Bow Wow Wow, «I want candy»)

En ese feudo de los golosos se venden tales joyitas preciosas, depositados con pinzas de plata en platitos de fina porcelana y manos revestidas de guantes blancos. También tiene su colección en las tiendas de Pierre Hermé, “macaron man” por excelencia.

Saltando de Francia a España en diminutos ejércitos multicolores, el irresistible macaron está invadiendo las pastelerías madrileñas, declinando su aérea delicadeza en infinitos sabores y apetitoso abanico de colores.

La predilección de la decapitada María Antonieta y de los parisinos, toda redonda dulzura y apetitosa cromática, elaborado con polvo de almendra, yemas de huevo, azúcar y mucha maña, rebosante de crema «au beurre«, es puro lujo de la pastelería de alta gama gala.

Elige tu color favorito, del rosa al marrón, el violeta, azafranado o el verde… busca el tuyo! ¡Vaya dilema freudiano, por tanto y mejor, quédate con un pack de todos ellos! Una de las mejores direcciones para comprarles y degustarles en Madrid es la Pastelería Mallorca y en Embassy, ni os cuento.

El macaron tiene su museo, a un clic en http://www.museedumacaron.com/musee_gourmand.htm

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Autor

Marie José Martin Delic Karavelic

Marie José Martin Delic Karevelic, apasionada periodista culinaria autora del blog ‘Fogon’s Corner’ en Periodista Digital.

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