No sólo en Ostropol

Es tristemente irónico que el humor popular judío tradicional deba expirar en un gemido interior en — de todos los lugares — el renaciente estado judío. Las hazañas y devenires de Hershele de Ostropol (Hershele Ostropoler), superviviente genérico por sus propios medios del empobrecido shtetl, son en el mejor de los casos esotéricas para los israelíes.

Subraya Sarah Honig que, al contrario, hay un israelí que no es ignorante de la agudeza de Hershele y en ocasiones hasta extrae un ejemplo del mítico libro amarillento del bromista. Al contrario que el Hershele en la indigencia, este infrecuente erudito israelí no es ningún eminente de la clase baja, sino alguien a quien los israelíes eligieron para encabezar su gobierno — el astuto Ehud Olmert, un hombre que también sobrevive por sus propios medios.

Así pues, mientras que la mayor parte de los israelíes puede no ser consciente, es obvio para unos cuantos pesos pesados de nuestros compatriotas que Olmert había estudiado cuidadosamente la carrera de Hershele como casamentero de su ciudad, especialmente el episodio en el que Hershele seleccionó a un soltero particularmente apropiado sin un centavo para la hija de un tendero acomodado.

Primer paso: Hershele debe presentar al futuro novio a la familia de la futura esposa. Por el camino, Hershele cita al muchacho Proverbios 17:28, destacando que «según el más sabio de todos los hombres, el Rey Salomón en persona, ‘hasta el loco permanece en silencio al tratar con el sabio y quien frunce sus labios será estimado como hombre de conocimiento’. En otras palabras, le aconsejo que no digas nada y simules estar ocupado con profundos pensamientos“.

El silencio puede realmente ser oro para algunos — y no solamente en el pintoresco pasaje de Ostropol. Basta con ver lo bien que funcionó para Olmert. Hasta logró acrecentar unos cuantos puntos adicionales de popularidad. Aunque aún muy por debajo de las cifras de aprobación de cualquier candidato anterior al primer ministerio, las cosas parece que mejoran para él.

El mérito se debe indudablemente a Hershele, porque el mayor incremento en las encuestas de Olmert llegó cuando estuvo callado — algo nada frecuente en absoluto para nuestro primer ministro. Mientras los medios del mundo sonaban con especulaciones acerca de lo que podría o no haber pasado sobre Siria cuando cazas israelíes pudieran o no haber realizado hazañas increíbles allí, Olmert se sentaba cómodamente, se frotaba las manos de júbilo, no dijo nada y arrastró beneficios en las relaciones públicas.

Llamativamente, dejó que todos los plumillas de opinión y editores compitieran entre sí y nos regalasen los oídos con cuentos acerca de plantas sirias de misiles, artilugios nucleares subterráneos, instalaciones de cabezas químicas, importaciones de material de fisión, cargamentos de armas, implicación de Hezbolá, complicidad rusa, concordato norcoreano, intrigas iraníes, conexiones turcas, expertos nucleares extranjeros mercenarios, operaciones de comando sobre el terreno — y eso son solamente unos cuantos puntos de la imaginaria lista. La variedad queda limitada exclusivamente por la imaginación de un redactor dado. Nadie puede probar o no probar nada. Contra más longevo y retorcido el relato mejor.

Todo lo que Olmert necesita hacer es negarlo todo, simular estar ocupado con profundos pensamientos y conservar nuestra admiración como héroe después de todo — alguien que restaura a Israel a su gloria de tiempos pasados como maravilla de operaciones secretísimas.

EN LA REFRIEGA de la batalla baila feliz el siempre volátil diputado del Meretz Zehava Gal-Onm exigiendo valerosamente que el fiscal general dé instrucciones a Olmert de informar hasta la última coma a los parlamentarios bocazas en materia de cualquier maravilla clandestina que nuestros valientes pilotos pudieran o no haber desarrollado. Binyamin Netanyahu jugó acertadamente la mano de Olmert diciendo que en este caso le respaldaba. Al rechazar numantinamente evidenciar a Zehava y servirse de la oportunidad para freír a su rival, Olmert sale como el valiente protector de los secretos más elevados de la nación, incluso frente a frente molestas provocaciones políticas.

La postura de galantería taciturna es reforzada además desde todos los frentes. Los entrometidos de siempre a ultramar disfrutan de veladas conspiraciones y gozan avergonzando a Pyongyang, Damasco, Teherán y hasta Moscú. No hay necesidad de que Olmert revele de manera pueril cualquier mentira insultante. En la práctica, contra más extraña la conjetura, mayor parece ser el logro. En su mundo, todo lo que cuenta, las apariencias cuentan por encima de todo.

Pero Olmert es un héroe cojo. No sabe mantener el tipo y conservar la boca cerrada demasiado tiempo. Así se exponía a los periodistas de medios en ruso acerca de cuánto «respeta» al déspota desgarbado de Siria Bashar Assad y cuánto debe implicarse en «negociaciones incondicionales». Una violación seria de la restricción «mantener cerrada la boca» de Hershele.

La charlatanería redundante de Olmert forzosamente concedió a Assad al menos una cierta apariencia de importancia e inmerecido prestigio. Cualquier mención de su nombre — especialmente en el contexto del apaciguamiento — constituye un bálsamo eficaz. El pensamiento mismo de departir y regatear con la calaña patrocinadora del terror de Assad debería esfumarse, sin importar lo enunciado a los miembros de la prensa. Assad está mejor marchitándose en el aislamiento común en lugar de ser adulado, engrandecido o situado incluso bajo la atención pública simbólica.

La indicación misma de disposición a discutir concesiones a Siria, el único producto final plausible de cualquier proceso de negociación con ella, refuerza de manera superflua a la prole de Assad y no solamente funciona en detrimento de los intereses existenciales fundamentales de Israel, sino de los del resto del mundo libre.

Si Olmert quiere conservar los beneficios de su silencio, tendría que cortar en seco su cháchara no sólo con el asunto del misterio. De lo contrario antes o después quedará en evidencia no tanto como el genio estratégico en funcionamiento que sugiere su cultivado gesto de inescrutabilidad. Las actitudes, necesita recordar Olmert, son frágiles — no solamente en Ostropol. La pretensión, no debe olvidar, ni siquiera funcionó en última instancia al cliente de Hershele.

Uno de los parientes que escudriñaban al candidato marital opinó que estaba absorto en profundos pensamientos filosóficos. Otro le imaginó como un meditante poeta. El padre de la chica prefirió musitaciones talmúdicas. Pero un invitado sin invitación que se coló anunció que el tipo no era «sino un idiota”.

En ese punto, Hershele abandonó. «Vamos», dijo al joven. «Has sido descubierto”.

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