Durante cinco décadas, mientras estallaban por doquier conflictos locales, el miedo al holocausto atómico evitó otra gran confrontación mundial.
Se ha acabado lo que se conoció como Guerra Fría y ahora, de forma cada día más evidente, aparece una nueva amenaza.
Ese aquelarre total, según explica ‘El Comercio’, podría llegar por lo de siempre: El control de los recursos.
China está creciendo a un ritmo cercano al 10% anual, lo cual, en sí mismo, no debería ser un motivo de preocupación. Pero su curiosa combinación de comunismo y prácticas capitalistas, así como su consecuente necesidad de materias primas y de recursos energéticos la están convirtiendo en un poder emergente de difícil control.
Esa necesidad de recursos energéticos la ha llevado tan lejos como al Polo Norte. Como efecto paradójico del calentamiento global, la capa de hielo ártico se ha reducido un 12% desde 1979, y eso ha permitido el acceso a grandísimos yacimientos de petróleo y de gas natural… que servirán para incrementar el efecto invernadero, a la larga.
Se calcula que en dichas reservas hay alrededor del 13% del petróleo que queda por explotar (al menos, a costes razonables) y nada menos que el 30% de las reservas de gas natural aún por descubrir (en las mismas condiciones).
¿Y DE QUIÉN SON ESAS RESERVAS?
El Ártico, de forma similar a la Antártida, no pertenece a ningún país.
Pero está controlado por el Consejo Ártico. Los ocho Estados más cercanos (Canadá, Dinamarca -por Groenlandia-, Islas Feroe, Finlandia, Noruega, Suecia, Islandia, Rusia y los Estados Unidos de Norteamérica) forman el Consejo como miembros natos.
Y hay otros ocho países observadores, encabezados por la propia China, además de Francia, Alemania, Italia, los Países Bajos, Polonia, el Reino Unido -por Escocia- y… España.