El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Banalizar el mal es peligroso

BANALIZAR EL MAL ES PELIGROSO

En España, al parecer, aún hay quien cree a pies juntillas, como sostenía otrora, por cierto, el dirigente nazi Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, entre los años 1933 y 1945, colaborador cercano del Führer Adolph Hitler, que si se repite todos los días la misma mentira se conseguirá algún día que alguien tome ese embeleco por verdad irrefutable, por axioma apodíctico.

Ayer, hoy y mañana (tal vez), por ejemplo, fue, es y será normal oír al grueso de los independentistas catalanes argüir que los llamados “Jordis” (por ser ese el nombre de pila que comparten los señores y tocayos Sànchez y Cuixart), líderes de las asociaciones ANC (Asamblea Nacional Catalana) y Òmnium Cultural, encarcelados, son presos políticos. En el supuesto de que alguien sostenga que los tales son políticos (no olvidemos que los helenos, ellas y ellos, de la Antigua Grecia consideraban a los ciudadanos que participaban a diario en los asuntos públicos, concernientes a la Ciudad-Estado, animales políticos, mientras que a los que solo se ocupaban de sus asuntos personales, privados, idiotas —“idiota” es el vocativo de “idiotés”, que ha llegado, sin apenas variaciones, hasta nosotros, aunque el DRAE dé de dicha voz estos dos significados (distintos de su original, griego) en sus dos primeras acepciones: “1. Tonto o corto de entendimiento; 2. Engreído sin fundamento para ello”—), criterio defendible y, por tanto, no descartable ni rechazable de antemano, lo cierto es que están presos, de manera preventiva, por haber cometido presuntamente (hasta que no haya una sentencia firme, fundamentada en los hechos probados y en las leyes vigentes entonces, en España rige la presunción de inocencia) delitos que llevan aparejados penas de bastantes años de cárcel. Esto vale también u otro tanto puede argumentarse y decirse de los miembros del Govern, que ingresaron y siguen (hasta que no haya una decisión judicial en contra de la que se tomó) en la trena.

Cuando el huido expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, a quien bauticé (en una décima que recité la madrugada del domingo pasado en un bar de copas a un grupo de excolegas, con quienes había acudido a dicho lugar, tras celebrar la cena que se había organizado con la grata ocasión del 30 aniversario de nuestra promoción de Filología en la Universidad de Zaragoza), el “Bufón de Europa”, sostiene en Bruselas (donde los colegiales, lógicamente, van a sus respectivos coles —que nada tiene que ver, nada, aunque a alguien le parezca que sí, con las pequeñas coles—; no como acaece en otros sitios) que el Ejecutivo de Rajoy tiene tics y hasta tintes franquistas, velis nolis, ¿no pretende usar semejante artimaña o treta para lograr idénticos fines? Eso es lo que este menda entiende y lo deja aquí por escrito, para que conste (con la advertencia —que no es una muestra de hipocresía, no, sino de decencia intelectual—, que no suele leer en otras/os escribidoras/es, de que puede estar equivocado).

Así las cosas, no me extraña nada (de nada) que quienes todavía viven y estuvieron encarceladas/os por sus ideas (esas/os sí fueron presas/os políticas/os, sin hesitación) en tiempos del dictador Francisco Franco se muestren indignadas/os y aduzcan la misma expresión, “banalidad del mal”, que usó Hannah Arendt en su libro “Eichmann en Jerusalén”, que lleva, precisamente, por subtítulo “Un informe sobre la banalidad del mal”. ¿O acaso no es una banalización y una falta de respeto, seguir usando esos términos, teniendo en cuenta que la organización defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional España (que no utiliza la expresión “preso político”, sino la de “preso de conciencia”) se ocupó ayer del asunto y vino a declarar que “no consideramos a los miembros del Govern presos de conciencia porque son acusados de actuaciones que pueden constituir delito. Hasta el momento, tampoco consideramos presos de conciencia a los Jordis, pero sí pedimos la retirada de los cargos de sedición y fin a su encarcelamiento provisional”?

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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