El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Tengo claro cuál es mi derrotero

TENGO CLARO CUÁL ES MI DERROTERO

Dilecta Esther:

Acaso te preguntes (con razón) a qué demonios viene redactar una epístola ahora, sí, a deshora, cuando la última vez que nos miramos (si una posterior ha habido, yo, al menos, no te he reconocido; lo aseguro) fue hace (calculo) más de cuatro décadas y media allá, en el pueblo (aprovechando una de las muchas lecciones que aprendí mientras leía a Cervantes, no diré si fue en el de mi padre, Cornago, o en el de mi madre, Cabretón, para que ambas poblaciones riojanas se disputen, en buena lid, ser sede de dicho encuentro).

Yo era amigo “semanasantero” de tu hermano (callaré su gracia de pila para que el lector interesado, ella o él, investigue e indague, ya que, si lo hace, tal vez averigüe, y vaya derribando dudas como hace quien lanza bolas forradas de lana con el propósito de abatir muñecos del pimpampum en una caseta de feria).

Aunque, a la sazón, servidor rayaba o había superado los trece años y me veía mayor para jugar al escondite, me avine a hacerlo porque tú (te tomé por modelo de conducta) no te arredraste ni viniste abajo, cuando alguien del grupo te lo propuso (antes que a mí) y te sumaste a participar en lo lúdico sin poner excusas o reparos.

Durante unos minutos de aquella tarde primaveral, tuve la dicha de situarme delante de ti y a tu espalda. Cuando estuve detrás, te rocé con mi nariz el jersey y olí y, si no desbarro o marro, esta fue la primera vez en mi vida en la que tuve constancia o llegué a la conclusión de que me gustabas un montón y, por ende, de que, seguramente, lo harían las mujeres que se te parecieran. Desde entonces, aunque no he gozado de la suerte (que acaso no sea tanta e incluso puede que fuera contraproducente, al ser origen de desdichas) que han tenido otros, que han conocido (incluyo aquí también el sentido bíblico) a muchas, tengo clara cuál es mi identidad sexual. Que llegara a determinar a esa temprana edad dicha certeza o verdad te lo debo, Esther, a ti. Así que, a pesar del evidente retraso, gracias, muchas gracias, de veras.

A ti no te di un abrazo, no; ese prodigio, la caraba, la repanocha, acaeció mientras rodeaba el talle de Iris. Tengo para mí que, salvo a mi hermana, “la Nena”, en los últimos tres años no he abrazado a otra mujer que a mi amada musa tinerfeña. Si a ti, Esther, te quise mucho otrora por nada más que ser y estar, a Iris la amo con todo mi ser desde que me abrazó (y la abracé) la primera vez, porque noté que aquel gesto suyo (que, para mí, fue una gesta), me hizo renacer de mis cenizas, como otro ave fénix, me vigorizó, me vivificó.

Ergo, como colofón y despedida, te itera las gracias, Esther (y aprovecha este paréntesis para enviárselas también a Iris),

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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