El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La sombra de Iris Gili es gigantesca

LA SOMBRA DE IRIS GILI ES GIGANTESCA

Sin ese sol que ha sido Iris Gili Gómez y que ha brillado con inusitada fuerza durante los dos últimos años en la existencia del hacedor de nuestros días, Otramotro, no se entendería buena parte de su creación literaria. Son tantos los textos (en prosa y en verso) que debe a los pensamientos y los sentimientos, las acciones, las emociones y las sensaciones que le sugirió (inspiró) Iris, su amada musa tinerfeña, que a mí, al menos, se me impone aseverar cuanto he colegido o deducido, lo obvio, que la sombra que proyecta la mentada fémina canaria, arquetipo y/o prototipo donde cabe hallarlo, en las islas afortunadas, debido a sus descomunales altura y envergadura humanitarias, es aún más larga de lo que cabía, a simple golpe de vista, prever o esperar.

A mí, insisto, me ha bastado con releer las páginas que urdió sobre el asunto en cuestión Otramotro para darme cuenta, si no exacta, aproximada, de cuánto representó, significa y valdrá Iris para él, a pesar de que la comunicación entre ellos fuera (y siga siendo) escasa. Quien a las susodichas páginas haya acrecido o sumado las que él nos solicitó a nosotros, sus heterónimos, que escribiéramos estará totalmente convencido de ello, sin conceder, me temo, una mínima posibilidad a que, por un improbable casual, alguien pueda advertir en el exterior de su estructura una sola grieta o rendija por la que pueda colarse de rondón la duda más flaca.

Quien intente explicar la vida y la obra de Otramotro, durante los susodichos dos últimos años, habrá de aludir y referirse necesariamente a Iris, porque ella es una parte, y no menor, sino crucial, de su circunstancia, el centro y sol de su “cronotopo”. Y él, siguiendo a uno de sus maestros selectos, José Ortega y Gasset, se aprestó a darle sentido a su edad y a su literatura, intentando coronar cuanto antes la hazaña o tarea hercúlea por la que acaso sea/será recordado, por salvarla a ella de la quema, que es una de las pocas maneras o varillas que hay en el abanico y podemos elegir a fin de que una persona pueda conseguir eludir o esquivar el orco.

Aunque los momentos que Otramotro vivió junto a Iris (los abrazos fueron, son y serán inmarchitables, inolvidables) fueron pocos, estos devinieron o llegaron a ser tan intensos que a nadie le habrá extrañado leer lo que he dejado apuntado ya arriba, que su sombra es tan alargada o extensa que ninguno de los heterónimos que hemos contribuido a conformar Egomet, su seudónimo prístino, quedamos fuera de su manta o manto, sin sentir su abrigo y amparo.

   Emilio González, “Metomentodo”

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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