Palpito Digital

José Muñoz Clares

La Cataluña intrínseca

Cuando en Amanece, que no es poco el sacristán le pregunta al cura que cómo notan los pobres que ellos ayunan los viernes, el cura – inmenso Cassen – se practica con la lengua un obsceno enjuague circular de boca y le contesta que eso lo notan a través del cuerpo místico de Cristo. Es lo que se me viene a la cabeza este sábado en que me he despertado con una república dentro de mi país y me he tenido que preguntar a mí mismo: ¿qué es distinto hoy, en qué vamos a notar que nos ha salido una república en el culo nacional y político?

He salido a la calle y desayunado como siempre. La gente vivía su vida normal de sábado, no veo colas de gente huyendo de ninguna parte ni gente preparando las maletas salvo las empresas que siguen huyendo de la Cataluña que les ha preparado una pandilla que huele a carne de presidio después de haber olido, durante mucho tiempo, a carne de psiquiátrico. Salvo Sánchez y Carolina Bescansa, que parecen haber mejorado de su preocupante insania, los demás siguen donde estaban. El inefable Iglesias sigue amontonando sandeces, Puigdemont delirios, los cajeros automáticos dan dinero a cambio de contraseñas y los cruasán, como siempre, están más o menos comme il faut según el bar donde uno se plante a leer la prensa. Hasta la bandera de España sigue ondeando en el edificio de la Generalidad.

Algo, sin embargo, sí ha cambiado: según leo, el director general de los mozos fue cesado y acató las órdenes que emanan del art. 155. Trapero fue cesado e igualmente ha bajado la cabeza. Y poco más. El Maidán catalán no pasó de 17.000 jóvenes festivos – y algún que otro ancianito lloriqueante – con sombreros mexicanos, litronas y música de botellón. Junqueras se apresuró a decir, en mitad del jaleo, que declararse independiente no es ser independiente porque para eso los tiene que reconocer España. Tanto él como Puigdemont han hecho suyo, en materia de liderazgo, el andar vacilante de Chiquito de la Calzada: pasito al frente, paso atrás, gritito… y apelaciones al “fistro pecadol de la pradera”. Y nada más.

Pero yo sí he acabado de entender en qué ha cambiado el panorama y en qué lo vamos a notar: tiene que ver con la “comunidad intrínseca” que forman los catalanes, secesionistas o no, en plan Umma musulmana. Cataluña es una comunidad intrínseca porque así lo dijo Puchi en aquel primer documento que leyó cuando compareció para proclamar la república y a los diez segundos dijo “Diego” donde antes había dicho “digo”. Aquel documento, destinado a pasar a la historia junto con los diez mandamientos, la declaración de independencia americana y los manuscritos de Qum Ram, definía a Cataluña como “comunidad intrínseca”, que es como decir de mí que soy intrínseco a mí mismo. Y no sin fundamento.

Yo, en la medida en que soy yo, soy intrínseco a mí. Nada dice eso de mí pues igual de intrínsecos son los demás, incluido Pablo Iglesias, que es además otras cosas pero, antes que nada, es intrínseco. Cataluña es intrínseca y, por ello, forma una especie de cuerpo místico a través del cual la inocente Anna Gabriel siente en su ser más íntimo que la república catalana existe y está en pleno vigor. Por eso se ríe. Porque siente que no hace falta DNI ni nacionalidad reconocida, ni hacienda ni seguridad social: para que haya república basta con que la lleven en la cabeza los intrínsecos ciudadanos de la intrínseca Cataluña. Y ese es terreno de la teología, no sociología, ni política ni sardanas.

El sacristán al principio citado, tras oír al cura explicarle cómo es a través del cuerpo místico como notan los pobres que el cura y él han ayunado, lo mira socarrón y le suelta un “me parece a mí que tenéis un cuajo…” Lo mismo me sugiere a mí el carácter intrínseco de Cataluña: que esta gente tiene un cuajo que porque no hay ya sensatez pero es para correrlos a gorrazos hasta que se salgan del mapa intrínseco del mundo universal, y llevarlos a ese lugar sobre el arco iris donde el león es fiero, el espantapájaros tiene cerebro y el hombre de hoja de lata corazón.

Es decir, ahí donde todos somos intrínsecos., sea esto lo que sea.

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José Muñoz Clares

Colaborador asiduo en la prensa de forma ininterrumpida desde la revista universitaria Campus, Diario 16 Murcia, La Opinión (Murcia), La Verdad (Murcia) y por último La Razón (Murcia) hasta que se cerró la edición, lo que acredita más de veinte años de publicaciones sostenidas en la prensa.

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