UN PAPA, EQUIVOCADO, EN TURQUÍA

En una época en que queramos o no hay un enfrentamiento entre dos religiones que separan dos mundos las palabras que el Papa pronunció en Ratisbona fueron una profunda equivocación. Aquéllas fueron palabras que añadieron innecesariamente más leña al fuego del enfrentamiento de las civilizaciones, fueron palabras que avivaron inevitablemente las llamas del enfrentamiento. Cabe creer al Papa cuando por cinco veces tuvo que salir a explicar que ésa no fue su intención y que nada más lejos de ella que ofender a tantos millones de musulmanes.
Pero sin embargo lo hizo, les ofendió. Ante varios cientos de miles de testigos presenciales y algunos millones a través de la televisión. Usted y yo podemos opinar lo que queramos en la barra de un bar o en la intimidad de nuestro hogar. Sin embargo ante un amigo o conocido musulmán nos deberíamos de cuidar muy mucho de pronunciar cualquier palabra que pudiera ser malentendida. El Papa prepara con antelación, o se los preparan, sus discursos. Alguien tiene que leerlos y corregirlos antes de hacerlo públicos y sin embargo nadie lo hizo. ¿Cómo pueden haber sido tan ciegos para no apreciar que no se puede alegremente citar en el siglo XXI a alguien del siglo XIV que además se las traía bien tiesas con los musulmanes de su época? El mensaje no tiene por qué ser válido más de seis siglos más tarde, el mundo cambia, las circunstancias cambian y las razones también. ¿Acaso no estamos ya bastante enfrentados con ese mundo? No basta con creer que el Papa tenía razón, no basta. Hay cosas que también usted se calla cada día por no ofender a sus próximos, sea en el trabajo, en la familia o en el bar de la esquina.
No basta con creer que en el mundo musulmán se minusvalora a la mujer, cuando no se la desprecia directamente. Y pongan aquí cualquier aspecto de la cultura y religión de esa parte del mundo. No siempre basta con tener razón, también hay que saber decirla, cuándo decirla y cuándo callarla. Nadie puede decir siempre aquello que le pase por la cabeza, aunque esté plenamente persuadido de tener razón. Ningún diplomático, y el Papa lo es, puede ir diciendo cuantas verdades, según su criterio, le vaya pareciendo oportuno.
Un Papa debe buscar siempre la conciliación y huir de la provocación, sin embargo Benedicto XVI se equivocó en Ratisbona y con ello creó tensión, atizando el odio y el enfrentamiento que algunos desalmados están deseando. Como error diplomático fue grave, no en vano ha tenido que salir repetidas ocasiones a desdecirse, a explicarse y solicitar comprensión. Un error diplomático de neófito; él, que tanta experiencia tiene en ese mundo en el que la prudencia debe imperar, no debía haberlo cometido. De momento ya acaba de provocar una manifestación multitudinaria de rechazo. A él, a todos los cristianos y de rebote a todo Occidente. No es lo único que ha provocado. En Turquía el Papa va a correr un grave riesgo de atentado y se va a enfrentar a un gobierno suspicaz y a la hostilidad de las masas más beligerantes. ¿No sería mejor haber escogido otras palabras?

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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