Por la expulsión de los inmigrantes indeseables (2)

Siempre he sentido aprecio por los franceses, tanto por su cultura como por su paisaje, por sus éxitos en los deportes y casi siempre por su política, que aún compartiendo con España País Vasco y Cataluña, no comparten ninguno de los problemas nacionalistas que en estas regiones se generan.

Hace años también sentí envidia de los italianos, básicamente por los mismos elementos, su cultura, su paisaje y su deporte, pero sobre todo en el terreno político, aunque esto puede ser algo más discutible en un país de gran inestabilidad. El caso es que cuando tuvieron un amago de problema regionalista lo solucionaron en un abrir y cerrar de ojos y nunca más se ha vuelto a hablar.

Y ahora vuelvo a sentir envidia de los italianos y su gobierno. Italia comparte ahora con España el problema de la afluencia masiva de inmigrantes. En ambos países la emigración está resolviendo problemas empresariales y sociales facilitando el crecimiento económico. La mezcla cultural supone al mismo tiempo un enriquecimiento y un peligro. Ambos países cuentan con la experiencia de Alemania o Francia para no caer en los mismos errores y tratar de evitar los guetos, por ejemplo.

Pero hay que apoyar firmemente la emigración que viene a mejorar, trabajar y vivir dentro de la legalidad, respetando las normas y al civilización a la que se incorporan, aún sabiendo que siempre con ese esforzado trabajador, dispuesto a luchar por salir adelante, vendrá esa morralla que todo lo contamina, que todo lo vicia y que pasará no sólo por encima de las leyes, sino por encima de la vida de los demás para imponer la ley de la selva. Su ley, su selva.

Por eso admiro a Italia. Porque su gobierno, de izquierdas, conste, no se ha andado con medias tintas y se dispone a purificar y filtrar a los emigrantes deshaciéndose de todos los indeseables. Visto desde España, con tradición de leyes blanditas y poco efectivas, es algo muy de envidiar. Los ciudadanos de España siempre han deseado unas normas menos flexibles que sus gobiernos y sus parlamentarios se han negado a firmar.

En Italia, donde la emigración aumentó un 21% el año pasado, tienen un gobierno de izquierdas al que no se le caen los anillos por emplear la mano dura con los indeseables. Ese Gobierno es consciente del nivel de delincuencia que determinados emigrantes, y sólo determinados, arrastran consigo de país en país, allá donde vayan. Por eso la expulsión de aquellos indeseables que son incapaces de vivir en una sociedad de convivencia, que no añaden nada a la tarea común, sino que restan al bienestar social.

En beneficio de los ciudadanos honestos la sociedad tiene que defenderse de quienes perjudican a aquellos que están dispuestos a trabajar duro para progresar, incluidos los propios inmigrantes honestos.

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12’55 HORAS

Quiero manifestar ante quien esto lea que no es lícito equiparar inmigración con delincuencia. Al contrario, la mayor parte de los inmigrantes son gentes que vienen a desempeñarse en trabajos productivos, que permitan su progreso personal y familiar, pero que también impulsan el país que los recibe, en este caso España, que debe a estas personas buena parte del progreso que estamos experimentando. Los españoles sabemos de la emigración por activa y por pasiva, y no conviene que nos olvidemos de lo que ocurría en nuestras casas hace sólo veinte años, cuando llenábamos trenes con destino a Alemania, Suiza o Francia.

Es precisamente esa minoría que da mal nombre a la emigración la que debe ser combatida por las leyes. Los legisladores deben facilitar el trabajo y la integración en la sociedad española de quienes vienen a trabajar, esforzarse y luchar lícitamente por salir adelante, expulsando a aquellos que no merecen el aprecio de sus propios compatriotas.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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