Choteo a mansalva.
Alfonso Ussía, a quien no se le escapa una, aprovechó la carta infantil de Pedro Sánchez para mofarse tanto de su autor como del contenido de la misma.
Este 26 de abril de 2024, en su tribuna de ‘El Debate‘, se marca un texto en formato misiva, un troleo en toda regla al presidente del Gobierno:
Querida ciudadanía:
Sinceramente, no puedo más. Me insultan por la calle, me dedican gestos burlones, y mi mujer, de la que estoy enamorado, a punto estuvo de ser sancionada por aparcar en un espacio reservado a la carga y descarga. Es tan injusto, que mi límite de resistencia civil ha sido superado con creces. La izquierda y la ultraizquierda han convertido nuestro matrimonio en una pareja de quebrantos y pesares. El colmo del odio que padecemos y sentimos tuvo lugar en pasado fin de semana. Mi mujer tenía prisa, y no atendió la petición de un niño al que no conocía que le exigió que le comprara un chupa-chups. Se trató de una trampa tendida por la ultraizquierda. El niño, que estaba debidamente adiestrado, al constatar que mi mujer no atendía su requerimiento, se puso a llorar. Y ha sido denunciada ante la Justicia. Ayer, recibimos la notificación por la que se le cita a declarar, como investigada, ante Su Señoría. Está siendo investigada de ‘fundraising’ de chuches, y hasta ahí podíamos llegar.
Ahondó en el hecho de que piensa incumplir sus compromisos profesionales:
He decidido, por lo tanto, incumplir todos mis compromisos registrados en mi agenda, meditar unos cuantos días, y el próximo miércoles daré a conocer mi decisión a la ciudadanía. Intuyo que voy a dimitir. No lo aseguro, porque el bien de mi familia está por encima del bien de España, pero tengo la intención de irme, si bien, en ocasiones, la intención no es suficiente para dar el paso definitivo. Me dispongo a dimitir de El Debate, que inesperadamente se ha situado a favor de la ultraizquierda.
Eso sí; si en El Debate no aceptan mi dimisión, seguiré escribiendo, porque si no escribo en El Debate tendré que ganarme la vida en Marruecos, la República Dominicana, o formando parte del personal de tierra de Air Europa, sin descartar un puestecillo de bajo prestigio en el África Center del Instituto de Empresa, que es de lo que más entiende mi mujer, de la que estoy enamorado, y a quien desea destrozar la ultraizquierda y la ultraderecha.
Por supuesto, se vacila de la decisión que piensa adoptar Sánchez a sabiendas de que su dimisión no va a cristalizar:
Mi dimisión sin vuelta de hoja depende de la ciudadanía, y a ella me dirijo para que, de una forma u otra, me hagan ver que la dimisión es un error como la copa de un pino. Pero a ella me someto.
Y la guinda final, para echarse al suelo de la risa:
Abandono pues, mi trabajo. Me recluyo en mi casa, trataré de convencer a mi mujer, de la que estoy enamorado, que sea más atenta con los niños que piden chucherías en la calle, y a pesar de la ultraizquierda, seguiré en mi puesto. Si mi admirado presidente del Gobierno se propone hacer lo mismo aun sabiendo cómo se las gasta su mujer, de la que está profundamente enamorado, ¿por qué no imitarlo? Dimito con pena. Pero sigo. Y ya está. Soy admirable.